BARBIE ¿CRIMINAL O SIMBOLO?
El verdadero tema detrás del juicio al "carnicero de Lyon" será el futuro de la tortura y de la barbarie en el mundo actual.
¿Juzgar un criminal nazi o, a través de él al nazismo? ¿Limitar su juicio a sus actos criminales en Francia o aprovechar para analizar cuál fue la actitud de los franceses bajo la ocupación? ¿Tratar el nazismo como un fenómeno excepcional -histórico- o ver en él el producto más acabado de un pensamiento que se sigue perpetuando bajo otras formas? Los debates que ha suscitado en Francia la llegada del criminal nazi, Klaus Barbie, lograron eclipsar, durante más de una semana, la campaña por las elecciones municipales que, como de costumbre, se llevará a cabo en dos etapas, el seis y el trece de marzo próximo.
Para los juristas, las respuestas son evidentes: Barbie ya no podrá ser enjuiciado por los 4.343 asesinatos, los 7.591 judíos enviados a los campos de exterminación y los 14.311 miembros de la resistencia arrestados, hechos por los que fue condenado a muerte, en ausencia, en 1952 y en 1954. Considerados como "crimenes de guerra", esos delitos prescribieron en 1971. Barbie deberá responder, en cambio, por los actos criminales descubiertos recientemente y definidos en Nuremberg, en 1945, como "Crímenes contra la humanidad", y que Francia declaró imprescriptibles en 1964: Una razzia entre los trabajadores de un taller de los ferrocarriles; el arresto de 80 personas y la deportación de 43 niños judíos de 3 a 13 años, operaciones llevadas a cabo en un departamento del sureste francés. Eran éstos, hasta su arresto, los únicos cargos formulados contra el "carnicero de Lyon".
Desde su traslado a Francia, las asociaciones de antiguos combatientes, resistentes y deportados, así como numerosos particulares, personalmente torturados por Barbie, han multiplicado sus denuncias. Las autoridades israelíes y holandesas han confesado igualmente poseer nuevos documentos contra Klaus Barbie en especial sobre la deportación en 1942, de 300 judíos de Amsterdam hacia el campo alemán de Mauthausen. Reunir todas estas pruebas,organizar las confrontaciones, encontrar los testigos, cuarenta años después, será una tarea ardua y larga. En Francia, por ello nadie espera que el juicio se lleve a cabo este año.
Sin embargo, ya se inició el debate sobre el sentido que tiene un juicio que no enviará al criminal nazi a la guillotina. El ministro de la Justicia Robert Badinter, ha descartado la posibilidad de restablecer excepcionalmente -como fue el caso en Israel, en 1962, después del juicio de Eichmann- la pena capital. En tales condicones, se juzgará, ciertamente a un criminal pero sobre todo a un símbolo. A través de Barbie, piensa Simone Veil, ex presidente del parlamento europeo, se debe hacer el "proceso histórico," del nazismo. Se debe mostrar que el régimen hitleriano constituyó un "totalitarismo atípico" y tratar de hacer comprender cómo buenos padres de familia aceptaron participar en una obra de muerte a escala industrial.
Otra mujer famosa de la resistencia, Lucie Aubrac, considera que el juicio de ese "canalla ordinario" convertido, gracias a una ideología perversa, en uno de los más grandes criminales de la humanidad, debe servir en este momento de crisis, para administrar una verdadera "lección de moral".
Los partidarios de este juicio histórico del nazismo no desean, en todo caso, que el proceso Barbie se extienda a otros campos, como la muerte del unificador de la resistencia, Jean Moulin, atrapado por Barbie gracias a un traidor de la resistencia.
Buena parte de la clase política, incluso dentro del gobierno, teme que si el juicio toca este punto Barbie podría despertar "viejos demonios", según la expresión del ex jefe de gobierno Ray mond Barre, y reavivar querellas que podrían "desgarrar", de nuevo, al país. El criminal nazi podría, se afirma, contraatacar denunciando a quien entregó al jefe de la resistencia y citando los innumerables cómplices y "colaboradores" sin los cuales los nazis no hubieran podido operar hasta mediados de 1943 en Francia, con sólo 2.200 hombres.
Otra parte de la opinión, reflejada principalmente por el diario "Liberación" y el semanario "Nouvel Observateur" se pronuncia contra la idea de que este juicio se reduzca a un proceso "histórico " del nazismo. Esta posición llevaría a los franceses a pensar, inevitablemente, en las páginas negras de la historia alemana pero les evitaría interrogarse sobre su propia actitud bajo la ocupación nazi. Si se consolida el deseo de mantener la sociedad francesa fuera del alcance de las "salpicaduras", escribió el "Nouvel Observateur", resultaría "sospechosa" la indignación que ha despertado la enumeración de los crímenes de Barbie e "incompleta" la voluntad de hacerle un juicio ejemplar.
Un debate histórico serviría además de pretexto para olvidar, para ignorar lo que han hecho, en muchos países, los que el semanario señala como "los herederos de la barbarie ".
En Francia, "no se quiere saber nada de las proezas de la Gestapo francesa en Argelia", prosigue el editorialista antes de afirmar que "el objetivo final del proceso de Barbie no es el destino reservado a un miserable verdugo" ni saber cuales fueron los cómplices que encontró en Francia. "La verdadera cuestión es la del futuro de la barbarie".
Así visto, el proceso del criminal nazi no interesaría sólamente a Francia y a Alemania, sino que se convertiría en una verdadera requisitoria contra la tortura, fenómeno que según Amnistía Internacional, se extiende cada año, un poco más.
LA EXPULSION DE UN CRIMINAL
Calificada por Francia de "moral, política y amistosa", la expulsión de Klaus Barbie es el resultado de un minucioso trabajo diplomático iniciado en 1972. Con la elección de Francois Mitterrand en mayo de 1981 el caso Barbie cobró actualidad. Él día de su posesión el nuevo presidente francés visitó él Panteón y depositó tres rosas, una de ellas ante la tumba de Jean Moulin, quien fuera durante la invasión alemana a Francia jefe de la resistencia y quien terminó siendo detenido, torturado y posiblemente asesinado por el mismo Barbie.
Con todo, los magistrados de Lyon tardaron nueve meses para abrir una nueva investigación judicial y otros nueve para ordenar la detención del criminal nazi. Entretanto Francia había iniciado muy discretamente otra acción diplomática, favorecida ésta vez por el ascenso al poder del presidente Siles Zuazo, el 10 de octubre de 1982.
El consejero de Mitterrand, Regis Debray, había recibido a finales de octubre al abogado Serge Klarsfeld, especializado en la búsqueda de criminales nazis. Su sugerencia era simple: aprovechar que los demócratas se encontraban en el poder en Bolivia para lograr la extradición de Barbie. El presidente Mitterrand aprobó la iniciativa y el ministerio de Relaciones Exteriores francés envia rápidamente varias "misiones exploratorias" a La Paz; el embajador itinerante en América Latina, Antoine Blanca, en noviembre; Jacques Friedman, Inspector general de Finanzas, encargado de estudiar un nuevo plan de cooperación económica entre los dos países, en enero pasado.
Paris comprende que una nueva petición de extradición podría no obtener el resultado deseado, ya que entre Francia y Bolivia no existe ningún acuerdo de extradición. Los dos gobiernos no ignoraban que, por otro lado, Barbie contaba con numerosos amigos en la Corte Suprema de Justicia boliviana, instancia de la que dependería en últimas la extradición. Pero las dos capitales no abandonan oficialmente sus gestiones y en el más estricto secreto imaginan el escenario que, sin desconocer el derecho internacional, les permitiría sustituir la extradición por una simple expulsión. Bolivia invoca entonces dos motivos. Uno para expulsarlo: Barbie no es un ciudadano boliviano pues adquirió la nacionalidad de ese país mediante un nombre falso: Klaus Altman; se trata pues de un "extranjero en situación irregular". Como si fuera poco, La Paz invoca otro argumento para detenerlo antes de que Barbie busque refugio en otro país: el hombre en cuestión debe 10.000 dólares de una antigua estafa a Bolivia.
Así mientras sus amigos alemanes y bolivianos reunen el dinero, pensando obtener una vez más su liberación, las autoridades de los dos países, lo ponen en un avión con destino a Francia.
Ya en el vuelo, Barbie no cesa de vituperar al gobierno de Siles Zuazo por no haber "respetado las formas legales". Pero tales arrestos no le duraron mucho. Un periodista boliviano, Carlos Soria, que acompañó a Barbie de La Paz a Lyon, dijo que el criminal nazi durante ese viaje "no sólo perdió su arrogancia sino que poco a poco fue perdiendo los ánimos". "Al principio -declaro Soria- tenía una sonrisa un poco sarcástica. Después, en el avión boliviano, ya tenía un aire de resignación, pues creía que iba a Alemania" . En Guyana, Barbie supo que iba a Francia. Fue cuando dijo: "Mi vida está terminada". El periodista Soria le responde entonces que en ese país, de todas maneras, no había pena de muerte. "Y el me respondió -cuenta Soria- igual, mi vida está perdida".