ESTADOS UNIDOS
¿Salto al vacío?
El senador de Vermont se perfila como favorito para ganar la candidatura demócrata. Sus revolucionarias políticas de salud y educación lo han hecho popular, pero muchos piensan que está demasiado a la izquierda y no podría derrotar al actual presidente.
En 1971, Bernard Sanders comenzaba en Vermont, su pueblo natal, una prolongada carrera en la política norteamericana. Lo hacía como un inexpugnable progresista, una característica que hasta hoy lo identifica en su país. “La revolución comienza cuando dos extraños se sonríen, cuando se funda una comuna y todos empiezan a confiar en los demás”, escribía en aquellos tiempos el joven Bernie, a quien la fidelidad a sus principios le ha dado millones de adeptos, que lo tienen a un paso de ser el candidato demócrata en las presidenciales de este año. Sin embargo, la virtud de seguir esos ideales podría ser, al mismo tiempo, su condena.
Sanders, outsider de la clase política norteamericana, pica en punta como el favorito para enfrentar a Donald Trump en noviembre. En 2016 estuvo cerca de hacerlo, pero Hillary Clinton lo batió en las elecciones de su partido. El centrismo de Clinton logró atraer los votos de los demócratas moderados, pero hasta ahora no tiene un rival de esta talla. El multimillonario Michael Bloomberg, el exvicepresidente Joe Biden y los candidatos regionales Pete Buttigieg y Amy Klobuchar se reparten hasta ahora la intención de voto de los centristas. Sanders, con una postura radical que propone que el Estado intervenga profundamente en la vida de los norteamericanos, compite en la izquierda con Elizabeth Warren. Pero esta, a pesar de mostrarse preparada en temas económicos, está perdiendo el pulso ante el discurso antisistema de Sanders.
El supermartes
Todo indica que en el supermartes del 3 de marzo, cuando 14 estados votarán en las primarias demócratas, Sanders confirmará su favoritismo. El senador por Vermont ha cautivado a muchos con su discurso contra el statu quo, que ofrece un cambio inédito en la política de aquel país. De acuerdo con el portal FiveThirtyEight, el supermartes, cuando los candidatos se disputarán 1.357 delegados, Sanders podría quedarse con 587, casi la mitad del total. Ante la escalada de Sanders, potenciada por los resultados favorables en los tres primeros estados que disputaron (ganó en New Hampshire y Nevada, y quedó segundo en Iowa), sus rivales han enfilado sus ataques hacia él en los debates.
Hasta el momento, Sanders ha salido bien librado de los debates, a pesar de los fuertes señalamientos de sus rivales.
Joe Biden, fuerte en las comunidades afroamericanas gracias a su gestión como vicepresidente de Barack Obama, atacó en Carolina del Sur la política de control de armas de Sanders. En el Senado, Sanders blindó a los distribuidores de armamento contra acusaciones relacionadas con los crímenes cometidos con sus productos. En 2016, Clinton, quien prometió apoyar a Sanders si era elegido candidato, sacó a la luz la polémica decisión y lo acusó de estar “del lado del gremio de las armas”. En Carolina del Sur Sanders aceptó las críticas: “En mi carrera emití miles de votos, incluyendo malos votos. Ese fue uno de ellos”, reconoció.
Tampoco jugó a su favor haber defendido el régimen cubano en una entrevista la semana pasada. El senador dijo que se opone “a la naturaleza autoritaria de Cuba, pero es injusto decir que todo es malo. Cuando Fidel Castro llegó al poder implementó un programa de alfabetismo masivo. ¿Es eso algo malo?”. Sanders intentó apagar el incendio en Carolina del Sur: “Cuando las dictaduras, sea en China o en Cuba, hacen algo bueno, lo reconoces. Eso no significa intercambiar cartas de amor con ellas”, advirtió.
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Nadie sabe si estas polémicas podrían afectar sus aspiraciones. Pero en todo caso no ayudan a disipar su fama de ‘radical’, que muchos demócratas ven como un problema para unir al partido y ganar la presidencia. Incluso consideran que Sanders es el peor rival para enfrentar a Trump en noviembre. Lawrence Gumbiner, exdiplomático norteamericano y profesor de la Universidad Javeriana, le dijo a SEMANA que “al venir de la izquierda, muchos demócratas piensan que es incapaz de atraer los votos del centro, lo cual sería fatal”, pero aclara que “mucho más importante es entusiasmar las bases del partido. Sanders, al igual que Obama, genera mucho entusiasmo y lealtad en este sector. Hillary nunca logró atraerlos, y eso condenó su campaña”. De acuerdo con CBS, la mayoría de los demócratas ven a Sanders como el mejor rival para derrotar a Trump.
A Sanders le han llovido críticas por haber defendido en el Senado a la industria armamentística y por algunas declaraciones a favor del régimen cubano.
Salud y educación: las apuestas de Sanders
La polarización que genera Sanders viene de la mano de las revolucionarias políticas que quiere aplicar en salud y educación. Defensor de la igualdad económica, propone un seguro de salud universal para los norteamericanos, así como grandes subsidios para la educación.
Muchos lo ven como un avance en materia social, pero otros como una amenaza. Gumbiner explica que “el norteamericano común está frustrado con el costo de la salud, pero no quiere entregar el derecho a escoger su propio servicio. Un sistema de salud completamente manejado por el gobierno preocuparía a quienes están satisfechos con el sistema. También es bueno asegurar el acceso a la educación para personas de bajos recursos, pero una educación completamente gratis tampoco tendrá mucha acogida”. En este sentido, el cambio estructural de Sanders iría a contracorriente con la idiosincrasia norteamericana, esencialmente individualista. También preocupa el costo de los planes propuestos por el senador de Vermont. Él asegura que generarían beneficios por 600 millones de dólares, pero hay dudas sobre la viabilidad de la propuesta.
Su ambicioso plan de salud universal le ha conseguido muchos adeptos. Otros dudan de la viabilidad de una política tan drástica y se preguntan de dónde saldrá el dinero para desarrollarla.
Todavía queda un largo camino hasta la convención del partido demócrata en julio, pero las previsiones sobre un enfrentamiento entre Sanders y Trump no se han hecho esperar. Causó revuelo un informe de The Washington Post según el cual Moscú, como en las elecciones de 2016, ya está influyendo en las primarias demócratas. Los rusos, según el medio estadounidense, buscan impulsar a Sanders como rival de Trump, pues consideran que tendría las de perder ante el multimillonario. El candidato demócrata, a quien el gobierno le informó esta semana sobre la intromisión de los hackers rusos en su campaña, manifestó que “al contrario que Donald Trump, no considero a Vladímir Putin como un buen amigo. Mi mensaje es claro: no se metan en las elecciones”.
Más allá de ese affaire, la hipotética disputa entre el magnate y el demócrata tiene varios condimentos. Según varios analistas, la campaña de Trump buscaría el voto mayoritario en los suburbios, una población comúnmente demócrata. Buscarían convencerlos de que una presidencia de Sanders representaría un daño irreversible para la esencia de la nación, mucho más que otros cuatro años del caos de Trump. Por su parte, las políticas públicas de Sanders podrían atraer a la población rural del interior de Estados Unidos, tradicionalmente republicana. Como le dijo a SEMANA Theodore Kahn, analista de la Universidad Johns Hopkins, “el gran desafío de los demócratas es motivar a sus distintas bases electorales a votar, y también recuperar algunos sectores del Medio Oeste industrial que apostaron por Trump en 2016”. Además, estaría por verse si Sanders logra convocar a los afroamericanos, asiáticos y latinos, fundamentales en estados péndulo como Florida. Si consigue el apoyo de estos sectores, será difícil negarle la nominación demócrata, aunque algunos lo consideren un salto al vacío.