BRASIL
Bolsonaro: una política ecocida
Han pasado solo ocho meses desde que Jair Bolsonaro se posesionó en la presidencia y más de 500.000 hectáreas de bosque amazónico han sido quemadas. Su apuesta agroindustrial y maderera pone en jaque el pulmón natural del planeta.
Cientos de miles de hectáreas arden en la Amazonia brasileña como la siniestra crónica de una muerte anunciada. El discurso de campaña del hoy presidente Jair Bolsonaro mostraba claramente una postura antiambientalista. Dijo en varias intervenciones como candidato que sacaría a Brasil del Acuerdo de París contra el cambio climático porque este ponía en riesgo la soberanía de su nación.“Está en juego el triple A: una gran franja que abarca la Amazonia y va hasta el Atlántico, y que ya no estaría bajo nuestra jurisdicción, sino bajo la de otro país por ser considerada como esencial para la supervivencia de la humanidad”, afirmó en su momento.
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Asimismo, puso en duda la necesidad de cuidar la región amazónica con afirmaciones como “no voy a proteger ni un milímetro de tierra que pueda explotarse”. Y aun conociendo sus propuestas, los brasileños lo respaldaron en las urnas y lo hicieron su primer mandatario.
Jair Bolsonaro, presidente de Brasil
Hoy, ocho meses después de asumir la presidencia, más de 500.000 hectáreas de uno de los bosques más importantes del planeta están calcinadas. Entre enero y el 21 de agosto de 2019, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, por su sigla en portugués) de Brasil registró más de 75.000 focos de incendio, 84 por ciento más que en 2018. Comunidades indígenas viven la zozobra de perder sus territorios, y, en medio de una crisis global ambiental sin precedentes, el mundo mira con temor y asombro las consecuencias que traerá la pérdida de uno de los biomas fundamentales para la vida de las especies, incluida la humana.
"Ni los gobiernos de la dictadura buscaron deliberadamente deconstruir la agenda de protección y conservación ambiental": Marina Silva
Bolsonaro desistió de abandonar el Acuerdo de París, una salida populista que no lo deja del todo expuesto ante la opinión pública y la comunidad internacional. Pero, como explicó a SEMANA Paulo Artaxo, profesor de la Universidad de São Paulo y experto en cambio climático, “Tampoco lo obliga a tomar medidas, pues este convenio internacional no es vinculante y no provoca ninguna sanción a los países y sus Gobiernos que, aun siendo signatarios, no cumplan sus metas”.
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Brasil se había comprometido a reducir por completo la deforestación en la Amazonia para 2025 y para ese mismo año disminuir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 35 por ciento. Objetivos que no cumplirá, según Artaxo.
Hay que decirlo con claridad. Los incendios en la región amazónica son la consecuencia de una cadena de decisiones contra la política ambiental brasileña: acabar con las secretarías de Cambio Climático, trasladar el Servicio Forestal Brasileño del Ministerio de Medio Ambiente al Ministerio de Agricultura, terminar con la Agencia Nacional del Agua, desmantelar los organismos de protección a los pueblos indígenas y extinguir las unidades de conservación. Como dijo a SEMANA Marina Silva, ministra de Medio Ambiente de 2003 a 2008 durante el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, hay una “regresión” hacia los comienzos del siglo XX.
El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil monitorea los bosques de este país. Sin embargo, el presidente Bolsonaro quiere que una empresa privada haga ese trabajo, pues desconfía de los hallazgos de la institución oficial.
Silva recibió en 2003 una de las tasas de deforestación más alta en la historia de Brasil. Casi 3 millones de hectáreas habían caído, y la zona emitía 1,76 gigatoneladas de carbono a la atmósfera. Sin embargo, luego de la creación de leyes y de un trabajo mancomunado con los Gobiernos locales, la comunidad internacional, la banca multilateral, los pueblos indígenas y otras organizaciones lograron lo impensable: reducir las cifras y convertirse en ejemplo y líder para el mundo en la lucha contra la deforestación y el cambio climático.
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Pero la dicha duró hasta 2012. En el Gobierno de Dilma Rousseff las políticas ambientales empezaron a perder fuerza, y la llegada de Bolsonaro, en palabras de la exministra Silva, “les dio un tiro de gracia”. La dirigente también afirma que lo que pasa en Brasil es tan grave que “ni siquiera los Gobiernos de la dictadura buscaron deliberadamente deconstruir la agenda de protección y conservación ambiental”. “Todos tuvieron ministros de Medio Ambiente, unos hicieron más, otros, menos, pero eran ambientalistas. Por primera vez hay un ministro antiambientalista que entró para operar un desmonte de la política nacional ambiental, así como las estructuras de control que impedían que la ilegalidad se tomara la Amazonia”, añade.
De esta forma, el actual Gobierno plantea un sistema de licencias ambientales más laxo, y legalizar las áreas deforestadas ilegalmente, lo que da una sensación de impunidad y se convierte casi que en una apología al delito. Además, abre la puerta para que industrias como la agrícola, maderera y ganadera entren a la región amazónica.
Frente a esto, los senadores y diputados del partido Red de Sostenibilidad le pidieron al ministro actual, Ricardo Salles, retirarse de su cargo y lo acusaron de cometer delito de responsabilidad. Es decir, por no hacer nada para evitar esta tragedia ambiental. Asimismo, Marina Silva junto a otros siete exministros de Medio Ambiente exigirán revertir las decisiones tomadas por el Gobierno Bolsonaro. De igual modo, conformar una comisión con la presencia de científicos, indígenas, expertos y sociedad civil para retomar el rumbo ambiental de Brasil.
Crisis mundial
Las imágenes de la Amazonia en llamas le han dado la vuelta al mundo y provocaron reacciones de indignación, tristeza y, sobre todo, preocupación. No puede ser de otra manera, pues está en juego la supervivencia de la especie humana. No en vano esta región es el pulmón del planeta.
António Guterres, secretario general de la Organización de Naciones Unidas, hizo referencia a que la actual situación en Brasil puede comprometer la lucha contra el calentamiento global. “No podemos permitirnos más daño a una gran fuente de oxígeno y biodiversidad. La Amazonia debe ser protegida”, afirmó.
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De igual forma, el primer ministro de Irlanda amenazó con votar contra el acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur si Brasil no respeta sus compromisos ambientales. Dicho convenio eliminaría en 15 años a los productos europeos del 91 por ciento de los aranceles y tarifas del Mercosur, y, a su vez, el Viejo Continente haría lo propio con el 92 por ciento de los suyos en diez años.
Emmanuel Macron, presidente de Francia, por su parte, catalogó lo sucedido en Brasil como una “crisis internacional” y propuso abordar el tema en el G7, próximo a realizarse.
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A estas reacciones hay que sumarle que los Gobiernos de Alemania y Noruega ya habían anunciado retirar su apoyo económico a Brasil al no ver ninguna acción en favor del medioambiente y, al contrario, el aumento en 278 por ciento de la tasa de deforestación. Svenja Schulze, ministra alemana de Medioambiente, dijo al diario Tagesspiegel que “la política del Gobierno brasileño en la Amazonia plantea dudas en cuanto a que continúe una baja sostenida de la tasa de deforestación”. Por esto, en primera instancia bloquearon un apoyo de 35 millones de euros (39,6 millones de dólares) para proyectos de conservación de la selva y la biodiversidad en Brasil hasta que las cifras vuelvan a ser alentadoras.
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Lo mismo hizo Noruega. Ambos países dejarán de financiar el Fondo Amazonia, que desde 2008 recibe cerca de 1.300 millones de dólares para detener la deforestación. El ministro de Clima y Medioambiente de Noruega, Ola Elvestuen, dijo al diario Dagens Naeringsliv que retiraban su apoyo debido a la decisión de cambiar el cuerpo directivo del Fondo y cancelar el comité técnico que selecciona los proyectos para financiar. Actualmente, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), una institución pública de Brasil, maneja el Fondo. Bolsonaro propone que pase a manos de operadores financieros privados, y que, además, el INPE deje de monitorear los bosques y lo haga una empresa también privada.
Brasil tiene a su cargo el 60 por ciento de los casi 7.000 millones de hectáreas de selva amazónica. Por la misma razón, lo que suceda con la Amazonia brasileña podría afectar al resto del bioma compartido por nueve países, incluido Colombia. Con sus decisiones irresponsables, Bolsonaro tiene en peligro la supervivencia ecológica del gigantesco bosque tropical, clave para mitigar la crisis climática que aqueja al mundo.
Las respuestas de Bolsonaro
Las reacciones del presidente brasileño provocan rechazo. Estas son algunas de sus últimas salidas.
Frente a esta tormenta de críticas, Jair Bolsonaro ha causado aún más controversia con sus respuestas. Primero, cuando se conoció el informe del INPE que mostraba el aumento en la tasa de deforestación, resolvió despedir al director y tacharlo de “mentiroso”.
Asimismo, les ha respondido a mandatarios de otros países como Angela Merkel con este tipo de frases: “Tengo un mensaje para la querida Angela Merkel: coge tu plata y reforesta Alemania. Lo necesitan más allá que acá”.
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Respecto a los incendios acusó a las ONG de causarlos. “No lo estoy afirmando, pero podría ser una acción criminal de esos ‘oenegeros‘ para llamar la atención contra mi persona, contra el Gobierno de Brasil. Esa es la guerra que estamos enfrentando”, agregó.Pero, más allá de las palabras frente a la presión, Bolsonaro ha tenido que tomar acciones. Como dijo Adriana Ramos, del Instituto Socioambiental de Brasil, “Antes no había voluntad política, ahora no le queda de otra al presidente que utilizar los recursos que siempre han existido para parar el caos”. Sin embargo, la experta también llamó la atención sobre el resto de países que hacen parte de la cuenca amazónica para que piensen en una acción integrada.