REINO UNIDO
Brexit: el camino que le queda al Reino Unido y la Unión Europea para sellar su divorcio
Mientras la Unión Europea amenaza con sancionar al Reino Unido si el país aprueba una ley que rompe el acuerdo del brexit, las negociaciones continúan para saldar el doloroso proceso de divorcio antes del 31 de diciembre.
“Las cosas han mejorado, pero de ninguna manera la Unión Europea (UE) firmará un acuerdo comercial cuando el arma todavía está sobre la mesa”. Con esta frase, un diplomático del Viejo Continente resumió a The Telegraph el estado de las negociaciones que la UE lleva a cabo con Reino Unido (RU) para definir la nueva relación de la pareja separada. En realidad, se trata de dos armas sobre la mesa. De un lado, Londres amenaza con deshacer, con una ley, el acuerdo del brexit, ratificado a comienzos del año. De otro, Bruselas amenaza con sanciones por no respetar lo pactado. ¿Podrán llegar a un acuerdo antes del 31 de diciembre, fecha límite?
La nueva crisis comenzó hace un mes cuando el primer ministro británico, Boris Johnson, presentó el Internal Market Bill, un proyecto de ley que establecerá medidas aduaneras entre las regiones del RU. Esto recreará la frontera dura entre Irlanda del Norte e Irlanda, lo que provocará tensiones en una región marcada por 30 años de guerra entre los unionistas, adeptos a unirse con Gran Bretaña, y los nacionalistas, partidarios de integrar la república independiente de Irlanda.
Como respuesta a ese proyecto, interpretado por expertos como ilegal en el marco internacional, la Unión Europea dio al RU hasta finales de septiembre para retirar las cláusulas. Ante el silencio de Johnson, la Comisión Europea lanzó el primero de octubre el proceso para imponer sanciones. Se trata de un “procedimiento de infracción”. En 2019 abrieron 800 casos. Alemania, por ejemplo, enfrenta 47 y Francia, 34.
Por lo general, la situación se resuelve gracias a un acuerdo con la Comisión. Pero, al estudiar la respuesta a la primera carta, la UE tiene la posibilidad de enviar una segunda notificación. Si el tema persiste, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea interviene para exigir el cumplimiento. Finalmente, el tribunal puede imponer sanciones económicas.
La UE no acusa a Londres de irrespetar el acuerdo, sino de crear un marco que podría, si lo aplica, ponerlo en peligro. “La Comisión se queja de la violación del artículo 5 del acuerdo de retiro que impone el deber de actuar de buena fe”, explica Catherine Barnard, jurista especialista de la UE, en una columna de The Guardian.
A pesar del peso de esta acción legal, puede tratarse de un artificio de la Unión Europea para dejar claro que ninguna nación puede salirse del marco internacional. “Todo esto tarda años. Los primeros dos pasos nos llevan a diciembre de 2020. En ese momento, ya sabremos si hay un acuerdo sobre la futura relación. Por eso, parece que se trata de una acción más política que de derecho”, escribe Barnard.
Johnson no contempla retirar su proyecto de ley. El jefe de gobierno no renunciará a su principal herramienta para ejercer presión en las negociaciones, que deben concluir en menos de 100 días si se quiere evitar un no deal que le costará caro a la economía británica y debilitará considerablemente la del continente.
Ese plazo obligó a las dos partes, pese a la tensión, a progresar en las negociaciones sobre los puntos sensibles. Ante la insistencia de la UE de entrar a las aguas de pesca británicas con condiciones similares a las del prebrexit, Londres propuso una transición de tres años en la que la industria europea se adaptará a un acceso restringido. Aunque no han aceptado la proposición, Michel Barnier, jefe negociador de Bruselas, reconoció que los británicos merecen un acuerdo sobre la pesca más justo que el actual, señal de un futuro entendimiento.
También, con el fin de mostrar su buena voluntad, RU presentó propuestas, aún desconocidas, para demostrar que regulará los subsidios a sus empresas a fin de respetar las condiciones de competencia del mercado único. Sin embargo, la UE considera que faltan herramientas para que Bruselas obligue a Londres a observar sus promesas.
Johnson quiere probarle a su país que la estrategia da frutos. Si no logra un acuerdo, dará razón a los críticos que lo acusan de avivar los ánimos independentistas en Irlanda del Norte y Escocia, y de deteriorar la imagen del RU. Buena parte de la clase política, incluidos los ex primeros ministros Theresa May, David Cameron, Gordon Brown, Tony Blair y John Major, ha atacado a Johnson por romper el acuerdo.
Muchos más detalles sobre el resultado del pulso se conocerán en la cumbre del Consejo Europeo del 15 y 16 de octubre. Asimismo, se sabrá, quizás, si la pistola sigue sobre la mesa o si alguna de las partes se prepara para disparar.