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Carlos III ya es, oficialmente, el rey de Gran Bretaña. Salud Hernández-Mora cuenta lo que se vive desde Londres
Este sábado fue proclamado como nuevo monarca de los británicos el hijo de la difunta reina Isabel II.
Solo hubo un intento de convertir Inglaterra en república. Duró escasos once años y sucedió en la mitad del siglo XVII. En 1660 la corona recobró su lugar en la sociedad isleña y nunca más pudo nadie destronarla.
Por eso no debe sorprender la serenidad con la que los británicos han acogido a Carlos III, proclamado rey de manera oficial este sábado.
Por primera vez televisaron una parte de la ceremonia, que tuvo lugar en una sala tapizada de granate en el Palacio de San James, en una reunión del Consejo de Adhesión, al que asistieron consejeros de la monarquía, el alcalde de la capital británica, Boris Johnson, Toni Blair, entre otras personalidades políticas.
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Después, Penny Mordaunt, líder de la Cámara de los Comunes y vocera de esa institución, que a nosotros puede sonarnos decimonónica y extraña, leyó la llamada Proclamación Principal que anunciaba al que ha sido el Príncipe de Gales más longevo, como nuevo monarca. Y dio paso a las palabras de Su Majestad.
Como todo se desarrolla bajo un estricto protocolo, este sábado del cielo londinense cargado de nubes, volvieron a subir las banderas en sus astas, un gesto que durará 26 horas y tiene como fin recibir con honores al rey y a la reina consorte.
El firme respeto a las tradiciones, la seriedad con que la sociedad británica acoge todas las normas que fuera de las islas algunos encontrarán trasnochadas, es una de las razones de la majestad y poderío que transmite la institución monárquica.
Ninguna otra corona europea vive sus acontecimientos vitales con tanta ceremonia. En Gran Bretaña presumen de apego a las tradiciones.
Cabe anotar que en todas las encuestas que realizan a lo largo de los años, la monarquía, obtiene un 70 % de apoyo popular. Para los británicos, su sistema de monarquía parlamentaria ha rendido buenos frutos y no hay por qué cambiarla.
Mientras en Londres el rey nuevo inicia su andadura, siguen los homenajes a Isabel II.
Un río humano caminaba por Hyde Park hacia la entrada principal de Buckingham Palace para depositar flores y ante la imposibilidad de que todos lleguen a la verja, habilitaron un espacio en Green Park, situado justo enfrente para albergar los ramos. En muchos habían adjuntado notas en las que expresaban su admiración por Isabel II.
El cadáver de la reina fallecida dejará el castillo de Balmoral, que tanto apreciaba en vida y que fue su lugar de descanso, para reposar en el Palacio de Holyroodhouse.
Y a partir del domingo, los escoceses, que rechazaron en un referendo separarse de la Gran Bretaña por estrecho margen, podrán desfilar ante el féretro de quien fue su soberana, en la catedral de San Giles de Edimburgo.
Isabel II deja a sus herederos una fortuna incalculable. Residencias fabulosas, más de cien mil hectáreas de tierras de cultivos arrendadas, otras once mil en bosques, joyas, cuadros, y millones de cuantía desconocida, puesto que la corona, por ley, no tiene que transmitir a sus súbditos detalles de su patrimonio.
También están exentos de impuestos, pero en 1993, a raíz de los escándalos que acosaban a su familia por algunos de sus miembros y que produjeron un terremoto de baja intensidad que estaba agrietando su inquebrantable popularidad, la entonces soberana decidió declarar a Hacienda lo que posee de manera voluntaria.