ESPACIO
La carrera espacial nunca terminó
Gobiernos del mundo y empresas privadas buscan la manera de habitar Marte y la Luna, y explotar sus minerales. Esperan, además, que el turismo espacial sea pronto una realidad. La competencia apenas comienza.
En las últimas semanas varios acontecimientos demostraron que tanto las superpotencias como los millonarios alrededor del mundo siguen viendo en el espacio exterior posibilidades enormes. Lo comprueban la llegada de una nave china al lado oscuro de la Luna, la intención de realizar el primer viaje comercial a la estación espacial internacional en abril de este año, la construcción de una estación china –autónoma de las injerencias de Occidente–, el primer lanzamiento de una nave israelí no tripulada a la Luna, el hallazgo del miércoles pasado de una nueva Luna en Neptuno, la salida del sistema solar de la sonda Voyager 2, y la cápsula japonesa que aterrizó el viernes en un asteroide lejano.
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La nueva carrera espacial es mucho más discreta que la que protagonizaron en la Guerra Fría Estados Unidos y la Unión Soviética, pero existen intereses renovados por lograr la supremacía más allá de los confines de la Tierra. En el primer año de su presidencia, el presidente Donald Trump, firmó con la NASA un documento en el que estableció que la agencia asumiría la misión principal de regresar a los años de gloria de los astronautas estadounidenses y apretar el acelerador en nuevas misiones. “Ya no plantaremos solamente nuestra bandera y dejaremos nuestras huellas, sino que estableceremos una base para una posible misión a Marte y, quizás algún día, para mundos más allá. Esta vez cuando lleguemos a otros planetas nos quedaremos para siempre”, dijo. Estas palabras recuerdan el discurso con que John F. Kennedy impulsó la misión a la Luna de 1969, que llevó a Estados Unidos a ponerse al frente de la carrera espacial en esos años.
Trump no está solo. Hace algunas semanas, el presidente ruso Vladimir Putin anunció que en 2028 Rusia sería el primer país en regresar a la Luna con una misión tripulada, y el chino Xi Jinping tiene un programa aún más ambicioso. A ellos los acompañan los países mencionados atrás, y varios más que en los sesenta no podían tener esas aspiraciones.
No todo es positivo, sin embargo. En un desarrollo preocupante, algunos informes de prensa han señalado que las potencias tienen programas para militarizar el espacio, con satélites agresivos y armas láser, entre otros desarrollos.
Pero más allá de esas preocupaciones, la NASA pregona que hoy el reto consiste en desprenderse por completo del planeta para pensar en una vida autónoma en otro lugar del universo.
Espacio privado
Sin embargo, el mundo cambió y los gobiernos ya no tienen el monopolio de los viajes espaciales ante el surgimiento de multimillonarios que ven en esa actividad una mina de oro.
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Estos nuevos participantes de la carrera espacial centran sus intereses en disminuir el costo en los lanzamientos de los satélites y cohetes para hacerlos pronto rentables, masivos y tripulables, con la mira en objetivos ‘terrenales’: el turismo y la minería. Un lanzamiento cuesta en promedio 200 millones de dólares, según le dijo a la BBC Peter Beck, creador de una start-up aeronáutica en Nueva Zelanda.
De ahí que los privados presionen cada vez más a las agencias para que acepten alianzas estratégicas con diferentes gobiernos, independientemente de los conflictos que tengan en la Tierra. Esa es la única manera, según dicen, de financiar proyectos al espacio sin que los entorpezcan los conflictos políticos.
Es tanta la insistencia de estos nuevos jugadores de la arena espacial que el administrador de la agencia estadounidense, Jim Bridenstine, aseguró a finales del año pasado que la NASA entabló conversaciones con Rusia para cooperar con el retorno a la Luna en 2022 y, posteriormente, para unir fuerzas para crear colonias en Marte, una declaración impensable en los años sesenta.
Desde 2009 la NASA recrea, digitalmente, las maneras en las que los humanos se establecerán en Marte.
Para la periodista científica Ángela Posada Swafford, que ha trabajado estrechamente con la NASA, la incursión de los privados abrió nuevas posibilidades, pues dice que si bien “estos todavía no tienen los medios para explorar el espacio más lejano, sí pueden facilitar las misiones a la Luna a través de mejoras en las estaciones espaciales cercanas a la Tierra o con servicios de transporte para acelerar la llegada del turismo al espacio”.
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Estados Unidos ha sabido recoger esas ideas y el dinero de inversionistas multimillonarios como Richard Branson, dueño del grupo Virgin; Jeff Bezos, creador de Amazon, y Elon Musk, cofundador de Tesla y a su vez dueño del cohete más potente del mundo, el Falcon Heavy, para subcontratar las naves espaciales y disminuir los costos.
Precisamente debido a que las agencias gubernamentales delegaron, en gran medida, estas tareas a las empresas de tecnología del sector privado, los Estados pueden mirar ahora proyectos más lejanos, pero igual de ambiciosos, relacionados con que los humanos colonicen Marte. Solo el tiempo dirá si esta aparente cooperación entre las agencias del mundo y los emprendedores seguirá siendo tan fuerte cuando de poner la primera bandera se trate.
China, siempre a su manera
En los dos últimos años, China logró grandes avances espaciales debido a las políticas de Xi, quien ha sabido fusionar los intereses estatales con los emprendimientos privados. Por un lado, destinó 8.000 millones de dólares del presupuesto nacional a la investigación de la Luna, lo que le permitió ser el primer país en llegar al lado oscuro del satélite el 3 de enero con la sonda no tripulada Chang e-4. Además, China es pionera en plantear la posibilidad de convertir a la Luna en una base intermedia de abastecimiento y reparación de cohetes para continuar a Marte.
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Por otro lado, ese país espera tener su base espacial en la órbita de la Tierra en 2022 y competirle a Estados Unidos y a Rusia con señales satelitales que mejoren la conectividad del planeta. Del mismo modo, el gigante asiático asegura que muy pronto comenzará a recoger piedras de la Luna para avanzar en la exploración minera y saber qué recursos serían útiles en su viaje a Marte.
En cualquier caso, China parece decidida a tomar la delantera en la carrera y a proceder a su manera, como suele hacer. China le apuesta a llegar sola al planeta rojo, aunque dependa a su vez de los inversionistas privados del país.
Es claro que junto a ella y a los ya clásicos competidores se encuentran nuevas fichas, como Australia, India, Japón, Israel, Luxemburgo y Nueva Zelanda, cada uno con su equipo de inversionistas privados que silenciosamente trabajan por extraer recursos que empiezan a escasear en la Tierra, como los metales, o para impulsar a su vez colonias en Marte.
A 60 años de su inicio, la carrera está hoy más activa que nunca y los próximos 10 años serán decisivos para la configuración del mapa político interestelar. La carrera espacial nunca terminó y Marte es su próximo destino.