ESTADOS UNIDOS
Cazadores de migrantes: los paramilitares de Estados Unidos
En Estados Unidos operan 165 grupos paramilitares identificados con el supremacismo blanco y el nacionalismo. En la frontera se hacen llamar los Migrant Hunters y se dedican a secuestrar e incluso disparar contra los migrantes que intentan cruzar.
Las milicias paraestatales no son nuevas en los más de 3.000 kilómetros de frontera entre Estados Unidos y México. Los grupos paramilitares que persiguen migrantes tienen un historial largo en el desértico sur. Allí el Ku Klux Klan organizó una patrulla fronteriza que hizo temblar a los caminantes latinos (y a los negros que pasaran) en la década del setenta. Y hoy, los miembros de la United Constitutional Patriots retoman las banderas de la xenofobia, el racismo y el odio para atacar a las caravanas de centroamericanos que huyen de la violencia de sus países.
Los ‘patriotas’ no son el único grupo que opera en la frontera, pero sí el más grande. Nadie sabe cuántos milicianos hacen parte de sus filas, pero según el Southern Poverty Law Center, 60.000 voluntarios de varias partes del país están dispuestos a “cazar migrantes” si así lo requieren los líderes de grupo. Más del 70 por ciento de estos hombres son exsoldados norteamericanos, veteranos de Irak, Siria y Afganistán, según datos de la Universidad de Texas.
Por esa razón el presidente Donald Trump se ha referido a ellos en diversas ocasiones como “héroes”, “civiles comprometidos”, “respetuosos de la ley y el orden” y “amables colaboradores de las patrullas fronterizas”. El magnate ha rechazado los actos de violencia y dice que estos “voluntarios” no deben portar armas ni retener a los civiles, porque va contra las leyes federales. Pero no ha movido un dedo por detener el acelerado crecimiento durante su mandato. Tampoco se ha molestado por la denunciada complicidad entre las patrullas fronterizas estatales, los terratenientes y los paramilitares.
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Los cazamigrantes están lejos de ser grupos desarmados. Así lo demostró un video que subieron a redes sociales hace dos semanas, en el que aparecen varios uniformados mientras apuntan a las cabezas de doscientos migrantes arrodillados sobre el pasto que cubren a sus hijos con los brazos, cerca a Sunland Park, Nuevo México. En los últimos minutos de la grabación, de casi una hora, la Border Patrol les pide a los paramilitares no apuntar con sus armas a los niños. Pero los patrulleros no detienen a los milicianos, que han cometido secuestro, suplantación de la autoridad, abuso de la fuerza, entre otros delitos. A cambio, les agradecen la colaboración.
Esa misma semana, el FBI anunció el arresto de Larry Mitchell Hopkins, líder del grupo paramilitar. Pero lo acusaron de un cargo menor: posesión de armas de fuego sin permiso. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (Aclu) le pidió en una carta a la gobernadora y al fiscal general de Nuevo México que investigaran a los cazadores de migrantes como un grupo paramilitar y a Hopkins como su cabecilla. Sin embargo, aún no hay investigaciones abiertas. La gobernadora del estado, Michelle Luján Grisham, consideró “totalmente inaceptable que las familias de migrantes sean de alguna manera amenazadas o estén bajo algún tipo de peligro cuando llegan a nuestra frontera”. Pero, más allá de la declaración, la carta no trascendió.
Larry Mitchell Hopkins, líder del grupo paramilitar Constitutional Patriots, luego detenido por el FBI por cargos menores. Junto a él, uno de sus milicianos.
Las organizaciones de derechos humanos temen que las políticas migratorias del presidente Trump y sus constantes trinos discriminatorios contra los latinoamericanos, hagan sentir a esos grupos que operan con el apoyo del gobierno. Hay que recordar que el mandatario incluso lanzó frases a inicios de su presidencia que avalan el uso de las armas contra las familias. “Si los migrantes lanzan piedras, como lo hicieron con la policía y el ejército mexicano, yo diría, considérenlo un rifle”, le dijo a sus seguidores “en pos de la defensa”.
El Southern Poverty también encontró que “los movimientos patriotas aumentaron de 149 en 2008 a 1.360 en 2012, como reacción contra Barack Obama, un presidente negro”. Pero también halló que con Trump sus operaciones se recrudecieron en la frontera, las detenciones de migrantes aumentaron y los grupos de odio se consolidaron en el país. En la actualidad hay 917 organizaciones autodefinidas como neonazis, supremacistas blancos, nacionalistas, antiinmigrantes, islamofóbicos, entre otros. De ellos, 165 tienen armas. Y estos, como algunas facciones del Alt-Right, fueron determinantes en el triunfo presidencial de Trump en 2016. La diferencia con la época de Obama es que la mayoría de estas milicias ahora defienden al gobierno.
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Los Migrant Hunters de la frontera portan casi siempre rifles AR-15 semiautomáticos, modificados para actuar como metralletas y pistolas Glock tipo escuadra. También cargan cuchillos militares. Dicen que no ganan dinero por su trabajo y que lo hacen simplemente para “cuidar a la nación”. Sin embargo, la prensa independiente estadounidense y varios antropólogos forenses que han encontrado rastros de sofocamiento, tortura y disparos en los cadáveres de la frontera, aseguran que a los paramilitares los financian los propietarios (rancheros) de la zona.
La doctora en antropología Kate Spradley, que trabaja para la Inmigration Dream Center, presentó el documental Final Injustice, en el que muestra cómo algunos de estos rancheros contratan a los paramilitares para proteger sus fincas de la llegada de los migrantes. Spradley afirma que hay incluso juegos como “tiro al blanco con el migrante” o “cacería con perros por la frontera”. Según ella, algunos de los terratenientes sureños pagan por muerto. De ahí que la alianza entre el poder del Estado, los finqueros de la frontera y los paramilitares sea mucho más compleja de lo que los informes de inmigración permiten ver.
Hasta ahora, hay siete casos de homicidio por paramilitares y cuatro milicianos condenados. Pero solo en 2018 aparecieron 400 cadáveres de migrantes en la frontera, muchos sin identificar y sin causa de muerte conocida. Por lo que la cifra de asesinatos podría crecer.
Fosas comunes en la frontera entre Estados Unidos y México. Al lado, una familia centroamericana se une a la caravana de migrantes.
La situación se hace más preocupante ante las caravanas de centroamericanos que intentan cruzar cada cierto tiempo a Estados Unidos y ante la ausencia de una política clara y coherente de las autoridades federales al respecto. Y ese es el espacio perfecto para que los milicianos operen. Joseph Revert, miembro del grupo paramilitar Texas Border Rangers, le aseguró a Televisa que hay 400 combatientes armados en su organización que seguirán patrullando la zona y “haciendo su trabajo” hasta que Donald Trump termine el muro y no haya un solo inmigrante a la vista.
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En gran parte del desierto que comparten México y Estados Unidos no hay muros, ni soldados ni cámaras ni policías. Allá los cazadores de migrantes son la ley. Allá, en esos desolados y remotos parajes, a más de dos horas de cualquiera de las ciudades importantes de California, Arizona, Nuevo México o Texas, ninguna sombra se mueve sin que los paramilitares estadounidenses lo permitan.