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Variante brasilera en Colombia: ¿Por qué Brasil está en jaque por esa mutación?
El Ministerio de Salud confirmó un caso, que fue atendido en Leticia, de una temida variante que ya está presente en el 91 % de los reportes del estado brasileño del Amazonas. “Es como la plaga. La gente muere como moscas”, reportó un corresponsal internacional en Manaos.
Este sábado, el Ministerio de Salud confirmó uno de los más grandes temores que tiene hoy cualquier país del mundo frente a la covid: la llegada de una nueva variante al territorio. “Confirmamos presencia de la cepa P1 de covid-19 del Brasil en paciente de Tabatinga, afiliada al régimen subsidiado en Colombia, que fue atendida en el hospital de Leticia. Es una mujer de 24 años con doble nacionalidad, quien guardó aislamiento en casa y ya está recuperada”, señaló el Ministerio de Salud en un trino.
Confirmamos presencia de la cepa P1 de COVID-19 del Brasil, en paciente de Tabatinga, afiliada al régimen subsidiado en Colombia, que fue atendida en el hospital de Leticia.
— MinSalud Colombia 🇨🇴 (@MinSaludCol) January 30, 2021
Es una mujer de 24 años, con doble nacionalidad, quien guardó aislamiento en casa y ya está recuperada.
La variante brasilera ha generado temor en ese país. Muchos otros han cerrado fronteras para evitar que esta entre a sus tierras. La semana pasada, el presidente de la república, Iván Duque, reveló que su Gobierno tomó la decisión de suspender por un término de 15 días los vuelos de pasajeros desde y hacia Leticia en el Amazonas, por el hallazgo de una nueva cepa del coronavirus del Brasil.
El jefe de Estado también indicó que en la capital del departamento del Amazonas se pondrán en marcha otras medidas restrictivas de la movilidad, como el pico y cédula, para evitar la propagación exponencial de la covid-19.
La confirmación de MinSalud de que la cepa está en Leticia enciende las alarmas y pone los ojos del país en la capital del Amazonas colombiano.
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Se trata de una nueva variante, mucho más contagiosa, que ha puesto en jaque el sistema de salud en el vecino país, en especial en sus departamentos amazónicos. Manaos, la ciudad más grande del amazonas brasilero ha vivido verdaderos días de terror por cuenta de esta. Un estudio, elaborado por la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), señaló que esta nueva cepa ya está presente en el 91 % de los casos de covid-19 analizados en el estado de Amazonas.
El ministro de Salud de Brasil ha alertado al mundo sobre la tragedia que se cierne en la selva. “Sin la evacuación (a otros Estados) de 1.500 pacientes (…) seguirán muriendo 80, 100 personas al día porque las UCI no se crean de un día para otro”, relató el diario El País de España, que aseguró también que estos pronósticos se dan después de que al menos 50 personas murieran asfixiadas por falta de oxígeno en hospitales de la ciudad.
“Es la plaga. La gente cae como moscas”
Ni siquiera los periodistas internacionales, acostumbrados a reportear lo más duro de la humanidad, han podido dejar pasar las tristes escenas que se viven en Manaos. La ciudad emblema del Amazonas brasileño sufre en silencio. La covid llegó a esa selva tropical, la más grande del mundo, y atacó sin clemencia.
“Me sentí como cubriendo una plaga en la Edad Media... una plaga grave que azotaba sin piedad a la población en donde uno a uno iban cayendo como moscas”, dijo Jamie Kennerley, un reportero de Sky News. Su testimonio se viralizó en redes sociales.
“Algunos pacientes mueren asfixiados sin oxígeno debido a la escasez”, reporta ese medio. “La situación es ahora tan crítica en Manaos que los pacientes están siendo trasladados en avión a otros estados para recibir tratamiento, debido a la presión sobre los hospitales de la ciudad”.
El colapso de esa ciudad aterra al Brasil. Con más de 3.000 entierros en enero, Manaos no recuerda un mes más funesto. Los trágicos récords de la segunda ola de la pandemia de covid-19 y del colapso sanitario aceleran de manera vertiginosa la expansión del mayor cementerio de la capital amazónica de Brasil. Las obras de ampliación no paran en el camposanto Nossa Senhora Aparecida, cerca del caudaloso río Negro.
Bajo el agobiante sol del trópico, los obreros abren nuevos lotes y empiezan a levantar estructuras verticales, que acogerán de 2.000 a 3.000 cuerpos. Desde su habilitación hace seis décadas, Nossa Senhora Aparecida alberga a unos 130.000 difuntos, según datos de la Alcaldía de esta ciudad de 2,2 millones de habitantes. En las últimas dos semanas, Manaos registra un promedio de más de 100 entierros de víctimas de covid-19 por día, con un récord de 213 el 15 de enero. En Nossa Senhora se realizan más del 75 % de las inhumaciones de la ciudad, según datos de 2019.
Aunque casi la mitad (1.419) de los 3.165 entierros totalizados en Manaos hasta el 22 de enero se debieron oficialmente a la pandemia, esa alta cifra muestra también la crisis del sistema de salud. Hasta ahora, el peor mes desde la primera ola –cuando tuvieron que abrir fosas comunes– fue abril de 2020, con 2.809 entierros en la ciudad.
Los números son solo una forma de dimensionar la tragedia, cuya verdadera magnitud se siente en los recovecos del Nossa Senhora Aparecida. El ruido de una excavadora que abre nuevas fosas se mezcla en la mañana del viernes con los gritos de Etiane Ferreira quien, arrodillada, clama por su padre, a quien acaba de enterrar.
“¡Papá, ¿por qué?!”. Los gritos paralizan por unos segundos a los empleados del servicio funerario, cubiertos por monos blancos y máscaras, que descargan féretros envueltos en plástico, una marca inconfundible de que se trata de un caso de covid-19.
“Somos seres humanos”, murmura Michael Guerreiro, uno de los empleados, mientras observa a Etiane, con el puño en el suelo de tierra rojiza. “Duele mucho, venimos a trabajar porque nos toca”, agrega, y vuelve a cargar el ataúd.
El padre de Etiane falleció por covid-19. La prima de la joven, Cristiane Ferreira, cuenta que necesitaba ser intubado, pero no había camas disponibles. “Los médicos y las enfermeras se esforzaron mucho, pero desgraciadamente no son Dios”, dice entre lágrimas, antes de abrazar a Etiane.
Bajo una tienda de plástico junto a un lote de tumbas, otro empleado, que no se identifica, escribe con un pincel y témpera negra los nombres de los difuntos y sus fechas de nacimiento y muerte sobre las cruces de madera. Calcula que pinta unas 70 por día. Las pequeñas cruces en tonos azulados se suceden a lo largo de las interminables cuadras del cementerio.
Mejor camas que fosas
Con el llanto de Etiane en la distancia, Luán Santos, de 32 años, aprieta la mano de su esposa Ashley, que tiene un mes de embarazo. En la otra mano, la corona de flores con la que despide a su madre, fallecida a los 68 años, también por el nuevo coronavirus. Luán peregrinó con ella varios días hasta que consiguió que la recibieran en un hospital público.
Dialogaron por última vez el lunes a través de mensajes de texto. Acudió varias veces al hospital, sin obtener noticias. El jueves le informaron que su madre había muerto el día anterior. “Me dijeron que [la demora en avisar] se debió al gran número de personas, no podían manejar tanta gente”, cuenta llorando el joven, que trabaja en el sector bancario.
Un empleado del cementerio le entrega los documentos del entierro y la pareja se marcha por un sendero de tierra. Con el calor, se intensifica un olor desagradable, que podría ser el de la muerte. La excavadora sigue abriendo fosas. Las lluvias amazónicas obligan a realizar este trabajo por encargo.
A la entrada del cementerio, los cortejos fúnebres se suceden. Los equipos del servicio funerario han sido cuadruplicados. Nossa Senhora Aparecida salió en titulares internacionales cuando fosas comunes se abrieron allí en abril. Un hombre que acompañó el entierro de su tío recuerda aquella pesadilla y entre lágrimas suelta: “Al menos ahora los muertos reciben un trato digno aquí. Ojalá abrieran camas en los hospitales, en vez de fosas en los cementerios”.
¿Y quién responde?
Un juez de la Corte Suprema de Brasil autorizó este lunes la apertura de una investigación sobre la eventual responsabilidad del ministro de Salud, Eduardo Pazuello, en el colapso del sistema sanitario de la ciudad amazónica de Manaos durante la segunda ola de la pandemia de coronavirus.
El magistrado del Supremo Tribunal Federal (STF) Ricardo Lewandowski determinó que Pazuello sea interrogado por la Policía Federal en los próximos días y fijó un plazo de dos meses para concluir las investigaciones, informó la institución. Concluida esa fase, la Fiscalía General de la República (PGR) decidirá si existen elementos suficientes para pedir el procesamiento del ministro.
La PGR pidió investigar a Pazuello por una supuesta “conducta omisiva” en la crisis que provocó decenas de muertes por asfixia en los hospitales de la capital del estado de Amazonas, debido al desabastecimiento de oxígeno. El fiscal general, Augusto Aras, cita documentos presentados por el propio Ministerio de Salud, que admitió haber sido alertado de la “inminente falta de oxígeno” por la empresa proveedora el 8 de enero y haber iniciado la distribución de ese insumo “apenas el 12 de enero”.
En Navidad, el ministro ya estaba al tanto del aumento de infecciones por covid-19 en Manaos, pero envió representantes de su cartera a la ciudad amazónica solamente una semana después, añadió el fiscal, que también narra atrasos para iniciar el traslado de pacientes hacia otros estados. Pazuello “tenía el deber legal y la posibilidad de actuar para mitigar” los impactos de la crisis y el posible atraso señalado “puede caracterizar omisión pasible de responsabilización civil, administrativa y/o penal”, apuntó Aras en su pedido.
Pazuello, un general de 58 años, es el tercer ministro de Salud del presidente Jair Bolsonaro. Los dos anteriores, médicos de profesión, entraron en roces con el mandatario ultraderechista, que se opone a las medidas de confinamiento, duda de la utilidad de las máscaras y preconiza el uso de medicamentos sin eficacia comprobada para contener la pandemia que ya dejó más de 217.000 muertos en Brasil. El Gobierno también es criticado por la demora para articular la campaña de vacunación, que comenzó hace apenas una semana.
Amazonas, que ya había vivido un colapso en abril y mayo del año pasado, padece una severa segunda ola de la pandemia, que según especialistas puede haberse visto agravada por el surgimiento de una nueva variante local que podría ser más contagiosa.
La nueva cepa aterra Brasil
Brasil prohibió los vuelos procedentes de Sudáfrica para evitar la propagación de la nueva variante de coronavirus detectada en ese país, en momentos en los que el gigante sudamericano vive una recrudecida segunda ola de la pandemia, indicó un decreto publicado este martes.
La medida, que regirá por tiempo indeterminado, prohíbe la llegada de vuelos procedentes de Sudáfrica o que hayan hecho escala allí, así como el ingreso de viajeros extranjeros que en los últimos 14 días hayan pasado por ese país, según el decreto detallado en el Diario Oficial. Los brasileños o residentes legales que lleguen a Brasil y hayan pasado por el país africano en los últimos 14 días deberán cumplir una cuarentena de dos semanas, agrega el documento.
La decisión atiende un pedido del regulador sanitario Anvisa, considerando “el impacto epidemiológico que la nueva variante de coronavirus (...) puede causar en el escenario actual que se vive en el país”. Desde el 25 de diciembre rigen en Brasil iguales restricciones para viajeros y vuelos procedentes de Reino Unido, donde se detectó otra variante de covid-19, más contagiosa.
La campaña de vacunación en Brasil contra la covid-19 comenzó hace una semana con apenas 10,8 millones de la vacuna china CoronaVac y 2 millones de la británica AstraZeneca, en tanto las autoridades están a la espera de insumos procedentes de China para fabricar más dosis de ambas vacunas.
*Con información de la AFP.