ITALIA
Una vida en fuga
Esta es la historia de Cesare Battisti, el exguerrillero italiano que pasó casi 40 años huyendo de la justicia antes de caer en manos de agentes de la Interpol en Bolivia. En su país le espera una condena a cadena perpetua.
Con los ojos entrecerrados, el exguerrillero italiano Cesare Battisti extendió las manos hacia los policías para que lo sujetaran, y con un gesto de abandono, esperó. Sin hacer resistencia, se detuvo ante los fotógrafos que lo aguardaban en las escaleras del avión que, después de 37 años en fuga, lo regresó a su país de origen para cumplir la sentencia que por tanto tiempo eludió.
Sus pasos cansados contrastaban con el vigor del hombre que escapó de una cárcel de Brasil y convenció de su inocencia a políticos alrededor del mundo. De regreso en Italia, y sujetado por los agentes de seguridad escuchó en silencio los gritos que lo acusaban del homicidio de cuatro hombres. Es decir, durante los famosos “años de plomo”, cuando militó en el grupo Proletarios Armados por el Comunismo para derrocar al gobierno italiano.
Nacido en el seno de una familia comunista, entró varias veces a la cárcel por delitos relacionados con su causa, y en 1993 un juez de su país lo condenó en ausencia a cadena perpetua por los cuatro homicidios, cometidos entre 1978 y 1979, de los que asegura ser inocente.
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Primero le imputaron la muerte del joyero Pierluigi Torregiani, un comerciante al que el grupo consideraba un extremista de derecha pues había reaccionado a un asalto días antes. Los comerciantes debían pagar a los grupos armados una extorsión para sustentar la “causa”. Al que no lo hiciera lo consideraban “traidor”. Torregiani murió por una bala en la espalda. Su hijo Alberto, que tenía 15 años, corrió a socorrerlo y recibió otra bala en la columna que lo dejó tetrapléjico para siempre. Tan cansado como Battisti, con el pelo ya blanco y los ojos abultados, Alberto celebró la detención del guerrillero al que quiso por tanto tiempo verle el rostro.
El mismo día del asesinato de Torregiani, la justicia italiana asegura que Battisti ordenó el homicidio del carnicero Lino Sabbadin por la misma razón. Este también murió por la espalda sin ver a su victimario. Con el tiempo las autoridades descubrieron dos casos más: el del guardia que custodiaba una de las cárceles en las que lo encerraron y el de un chofer de los servicios especiales de la Policía italiana. Battisti habría cometido personalmente estos dos últimos crímenes.
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Desde entonces escapó a países con gobiernos de izquierda que lo protegieron. No obstante, en su libro Mi Fuga, escrito en Brasil en 2007 durante uno de sus breves pasos por prisión, escribió: “No soy yo este hombre que los medios han transformado en un monstruo y reducido al silencio de las sombras”.
Incluso, algunos intelectuales y artistas han insistido en que Battisti era un perseguido político. El expresidente socialista francés Francois Mitterrand, lo acogió en 1990, pues había prometido no extraditar a ningún militante de izquierda que hubiera renunciado a las armas. Permaneció en Francia hasta que en 2004 el gobierno de Jacques Chirac derogó esa norma. Así que, una vez más, Battisti huyó.
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Desde entonces buscó refugio en países con gobiernos afines, pasó por México y llegó hasta el Brasil gobernado por Luiz Inacio Lula da Silva, Pero hace unas semanas, con la llegada al poder de Jair Bolsonaro, de extrema derecha, cambió su fortuna. Bolsonaro se había comprometido con el ministro italiano de interior, Matteo Salvini, a entregarle ese “regalo”. Perseguido por las fuerzas de seguridad brasileñas, escapó a Bolivia, confiado en que el presidente Evo Morales, de tendencia izquierdista, le daría asilo. Pero se equivocaba.
El sábado 12 de enero cayó en Santa Cruz de la Sierra en manos de las autoridades bolivianas, que no atendieron las gestiones que hizo por más de un mes. De la vieja resistencia no quedó nada y Battisti, el hombre que vivió huyendo, atendió pacíficamente al llamado de las autoridades. n