| Foto: A.P.

SIRIA

Alepo, el nuevo Guernica

Como en la ciudad trágica del conflicto civil español, en esta urbe siria se han juntado los demonios de la guerra para martirizar aún más una población moribunda, mientras el mundo mira indiferente.  

3 de octubre de 2016

Un pequeño camina con el torso desnudo tratando de llamar la atención de la cámara mientras grita: “Este es mi hermano, este es mi hermano”. Se refiere al pequeño cuerpo cubierto con una sábana que carga torpemente un hombre a su lado y cuya cabeza el niño trata de sostener con su brazo. El cuerpo había sido recuperado minutos antes de los escombros de un edificio residencial por la defensa civil de Alepo. En el video, grabado por uno de los socorristas se observa cómo dos rescatistas montan el cuerpo del pequeño en la grúa por la que han llegado hasta el apartamento donde estaba. El edificio atacado el pasado 27 de septiembre está tan destruido que es imposible acceder de otra manera.

En otro clip, de los miles que salen de Alepo en los últimos días, un hombre flaco y acabado grita frente a una bolsa mortuoria tirada en el piso: “Hassan, levántese”. Lo repite mientras intenta abrir la cremallera para ver el cuerpo que yace adentro. “No deje que el mundo nos vea así”, reclama Mohammed al Jeinedi al sentarse en la acera para mirar lo que queda de su hijo.

“La población está destruida, le falta todo, pero más que los bombardeos le duele saber que el mundo es testigo de lo que pasa y no hace nada”, cuenta desde la frontera con Turquía Khaled Khalid, rescatista de la defensa civil siria conocida como los Cascos Blancos, una organización nominada al Premio Nobel de la Paz.  Khalid, con la voz agitada de quien está lleno de adrenalina, cuenta que en los últimos cuatro años no habían vivido algo así.

Alepo ha sido uno de los principales centros del conflicto sirio desde agosto de 2012, cuando miles de combatientes de las zonas rurales, entonces bajo la bandera del Ejército Libre Sirio, se unieron a los opositores locales y tomaron el control de parte de esta ciudad, otrora capital comercial del país. Desde entonces el régimen –muchas veces con la Fuerza Áerea- y las fuerzas rebeldes –que han ido mutando en estos años- se enfrentan por controlarla. El resultado ha sido una ciudad destruida y dividida. Se calcula que alrededor de un millón y medio de personas malviven en el lado del gobierno mientras que del otro casi todos han tenido que huir.

Solo los más pobres permanecen en el lado rebelde, al que hoy las fuerzas del régimen de Bashar al Asad y sus aliados rusos bombardean sin piedad.  “Los ataques llegan en cualquier momento, son más fuertes que nunca, y no importa el objetivo. Han atacado dos hospitales, tres de nuestras sedes, panaderías”, recuerda este joven de 21 años que salió de la ciudad a finales de agosto, cuando los rebeldes lograron romper el cerco del Ejército sirio y las agrupaciones chiitas como Hizbulá, lideradas por Irán.

En las últimas semanas ese sector vive su peor momento. El representante permanente de Francia ante las Naciones Unidas, Francois Delattre, lo comparó con Sarajevo en la guerra de Bosnia o Guernica, en la guerra civil española. Más de 1.700 ataques aéreos han caído sobre esta parte de la ciudad desde el 23 de septiembre, cuando se rompió el cese al fuego acordado entre Rusia y Estados Unidos. Organizaciones que trabajan en el lugar calculan que más de 200  personas han muerto, un tercio de ellos niños, y cientos han quedado heridos sin ninguna posibilidad de ser evacuados.

Las fuerzas gubernamentales y sus aliados rusos atacaron los dos hospitales más grandes el miércoles, y los restantes no tienen los medios para atender el número de heridos que llegan cada jornada. Ya tampoco son seguros, como consecuencia de las nuevas bombas de los atacantes, capaces de destruir refugios subterráneos.

Se estima que en Alepo Este solo permanecen 30 médicos –solo siete cirujanos, según algunos– para atender a los 250.000 habitantes que quedan, el 40 por ciento menores de edad. “Los niños de Alepo están atrapados y viven en una pesadilla. No hay palabras para describir el sufrimiento que están experimentando”, anunció Justin Forsyth, director ejecutivo adjunto de Unicef. Esta organización de las Naciones Unidas asegura que 96 pequeños han fallecido y 223 han quedado heridos desde que comenzó esta nueva campaña.

La batalla decisiva

En una sesión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas convocada para tratar el fracaso de la tregua, las acusaciones entre los dos bandos dejaron en evidencia las grandes dificultades para llegar a un acuerdo político. “Rusia y Siria escogieron la guerra y no la paz”, señaló la embajadora de Estados Unidos, Samantha Powers, al acusar a esos países de haber atacado una caravana humanitaria de la ONU. En respuesta, estas no solo lo niegan sino que subrayan que los aliados bombardearon “por equivocación” una base del Ejército sirio y mataron a más de 60 soldados. “Es imposible creer que Estados Unidos, el Ejército más importante del mundo, cometa un error de esa categoría”, explicó a SEMANA Hossein Sheikoleslam, exembajador iraní en Siria y uno de los diplomáticos que más saben del conflicto en este país.  Sheikoleslam, hoy asesor del viceministro para asuntos del mundo árabe, hace eco de los comentarios que circulan en Teherán –principal aliado de Damasco- y Moscú sobre  la verdadera voluntad estadounidense ante el cese al fuego.

Este bando recuerda las divisiones dentro del gobierno de Estados Unidos sobre este cese al fuego, especialmente porque el Pentágono nunca vio con buenos ojos que el secretario de Estado, John Kerry, aceptara que su país compartiría información sobre Jahbat Fateh Al Sham, un grupo rebelde conocido antes como Frente Al Nusra, vinculado con Al Qaeda.

El problema es que este último y la coalición de grupos rebeldes que lo rodea (algunos apoyadas por Estados Unidos) representan un reto mayor para el futuro del régimen de Bashar al Asad que el propio Estado Islámico (conocido también como Daesh o Isis), pues ha enfocado su lucha en destruir el régimen y no en imponer un califato. “Ellos son el problema. Nadie apoya a Isis y ya perdieron cualquier opción”, dice Mohammad Marandi, director de la especialización de relaciones internacionales de la Universidad de Teherán, quien visita Damasco con frecuencia.

La presencia en Alepo de estos variopintos grupos anti-Asad justifica el ataque de rusos y sirios contra la ciudad. “Allí todos están relacionados”, justifica Marandi. Los estadounidenses lo niegan, pero temen que los duros ataques sobre Alepo efectivamente conduzcan a que las agrupaciones ‘moderadas’ que ellos apoyan terminen por unir sus fuerzas con las menos presentables, como la antigua Al Nusra.

 “Si el gobierno retoma Alepo, lo que no es fácil, la guerra en Siria dará un gran giro”, asegura Marandi. Cree que el régimen habrá vuelto a tener el control de las principales urbes del país y la guerra quedará limitada a regiones rurales fronterizas que Al Asad considera menos amenazantes para su supervivencia.

En Alepo se libra la batalla más importante de la guerra siria, y así lo entienden ambas partes. Por el momento, Washington aseguró que si Rusia no terminaba los ataques se rompería cualquier posibilidad de diálogo diplomático. El Kremlin dice que seguirán bombardeando y acusan a Estados Unidos de permitir que los grupos de su órbita se alíen con organizaciones terroristas como Al Nusra. Por lo pronto, el régimen y sus aliados rusos e iraníes tienen por estos días un tono ganador. Lo terrible es que, en medio de este galimatías de intereses cruzados, los habitantes de Alepo experimentan aterrados la peor crisis humanitaria de los últimos años, ante la virtual indiferencia del mundo entero.