BRASIL
Brasil está al borde del abismo
La pandemia se expande a toda velocidad en su nuevo epicentro, mientras el presidente Jair Bolsonaro minimiza el riesgo y solo se preocupa por un escándalo político.
En las semanas anteriores, la crisis del coronavirus en Estados Unidos acaparó las miradas del mundo, pero casi imperceptiblemente América Latina ha reemplazado al país del norte como epicentro de la pandemia. Varios Estados de la región esperan alcanzar el pico de este primer embate en el lapso de las próximas cuatro semanas. Pero ninguno de ellos genera tanta preocupación como Brasil, no solo por ser el más grande en territorio y número de habitantes, sino por tener un presidente que desdeña la pandemia y se opone a las medidas que los gobernadores regionales han tomado para reducir el daño.
Esta semana, Jair Bolsonaro se hundió más en el escándalo que desató su exministro de Justicia, el exjuez Sergio Moro, que podría llevarlo hasta el juicio político. Todo por cuenta de un video en el cual habría pedido las cabezas de dos de los responsables de la Policía Federal, a quienes acusaba de perseguir a su familia por investigar a sus hijos, relacionados con actos de corrupción.
Y mientras esto pasaba, a Bolsonaro le renunció su segundo ministro de Salud, Nelson Teich, con menos de un mes en el cargo; además, el país se convertía en el sexto del escalafón mundial de contagiados por el virus pandémico, con más de 200.000 casos, la mitad del total de la región, y en el quinto con más decesos. El martes hubo un nuevo récord de 881 en 24 horas y la cuenta total va por los 15.000. Con cuatro veces la población de Colombia, Brasil registra 25 veces más muertos. Esto sin contar los casos sospechosos, que triplican los registros de covid-19.
El epicentro de la pandemia es el estado de São Paulo, con una cuarta parte de los positivos y un tercio de los muertos. Las alarmas están encendidas porque el 68 por ciento de las camas de uci ya están ocupadas, y solo en la metrópoli paulista preparan 13.000 fosas para enterrar a las víctimas fatales. El gobernador João Doria anunció que la cuarentena estricta seguirá en sus 645 municipios hasta el 31 de mayo.
En el otro gran foco, el estado de Río de Janeiro, el sistema sanitario “está al límite”, según la Organización Panamericana de la Salud. El martes ya el 83 por ciento de las camas de uci estaban ocupadas, y el jueves la cifra de muertos pasó de 2.000. El gobernador, Wilson Witzel, ha optado por restringir la circulación de peatones y vehículos en varias ciudades y hará que todo el mundo porte tapabocas.
En contravía con las decisiones de los gobernadores, Bolsonaro expidió esta semana un decreto que declara servicios esenciales los gimnasios y los salones de belleza, lo cual provocó rechazo. Doria dijo de inmediato que no había condiciones sanitarias para abrir esos sitios. “Respetamos a estos profesionales, pero nuestro mayor respeto es garantizar su vida”, dijo, a lo cual Bolsonaro replicó: “Quien se quede en casa morirá de hambre. Incluso el oso tiene una fecha límite para hibernar. No podemos seguir hibernando en casa”.
Montado en el caballo de batalla de la pobreza y el desempleo, Bolsonaro ha tratado de imponer su parecer, pero hasta el Supremo Tribunal Federal se ha puesto del lado de los gobernantes regionales al determinar que sus decisiones prevalecen. La opinión popular, igualmente, parece ir en contra del presidente, ya que el 67 por ciento de los brasileños aceptan el aislamiento. Entretanto, la aprobación personal a Bolsonaro anda por el 39 por ciento, y a su gobierno, por el 32 por ciento.
La emergencia sanitaria causa también preocupación en el vecindario suramericano. Mientras en Colombia el presidente Iván Duque decidió militarizar la frontera amazónica para evitar un mayor daño en Leticia, ya desbordada por el virus, el presidente argentino, Alberto Fernández, dijo sin pudores que Brasil representaba “una gran amenaza para el continente”.