CRISIS
Nuestro espejo: Italia y España, ejemplo para la reapertura de Latinoamérica
Italia y España, los países más afectados en el Viejo Continente, han ido abriendo la economía, los viajes y la vida social. Su éxito o fracaso marcarán el curso para las naciones latinoamericanas.
Italia reabrió sus fronteras el 3 de junio, tras 55 días de confinamiento y un mes de desescalada en dos fases. España todavía mantiene sus fronteras cerradas a los extranjeros, pero terminará a finales de junio su proceso en cuatro fases, luego de 50 días de encierro. Con la llegada del calor, el virus parece haber perdido fuerza, aunque se prevé un rebrote en septiembre y octubre al regresar el frío. Hasta el 3 de junio, la covid-19 había matado en el Viejo Continente a 181.053 personas.
Tras un comienzo desastroso, esos dos países, con el resto de la Unión Europea, lograron darle la vuelta a la batalla. Para ello la sociedad en general cumplió la cuarentena, los sistemas públicos de salud mostraron su robustez y los Gobiernos entregaron ayudas a las familias más vulnerables y a los empresarios. Aun así, la economía marchará al 30 por ciento el próximo año y los expertos consultados por SEMANA estiman que la recuperación tardará más de tres años.
“Lo más valioso de este proceso es que los Gobiernos delegaron su poder en los mejor preparados, los científicos y los médicos, que restablecieron su gran papel social. Desde el inicio, los políticos y los empresarios trataron de inmiscuirse, pero primó el principio de que salvar vidas es más importante que proteger la economía. ¿De qué sirve una fábrica o un comercio abierto si no hay clientes que compren esos productos?”, explicó a SEMANA Marta Granados, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), agencia del Estado español.
Italia y sus lastres
Italia fue el primer país europeo que decretó la alarma. Lo hizo el 31 de enero, un día después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la emergencia y 20 días antes de comenzar a sufrir la pandemia en toda su crudeza. Pero el Gobierno del primer ministro Giuseppe Conte solo confinó a la población el 9 de marzo.
La tardanza resultó fatal, pues ya tenía 366 fallecidos y más de 7.000 contagiados. Esto a la postre convirtió a Italia en la nación más golpeada de Europa, que al 3 de junio acumulaba 33.601 muertos y 233.515 diagnosticados. El estado de emergencia vence el 31 de julio. Sin embargo, el Gobierno advierte que expedirá nuevas medidas si se presentan rebrotes del virus.
La desescalada iba a tomar tres fases; no obstante, ante la presión de los empresarios, la oposición y algunas regiones, Conte aceleró el proceso para fomentar el turismo e impulsar la economía. Italia reabrió el 18 de mayo sus comercios, restaurantes, bares y museos en la mayoría de sus regiones. Los centros educativos no abrirán hasta septiembre, y todos los alumnos de primaria y secundaria ganaron el año lectivo.
“Conte ha traspasado la responsabilidad a las regiones, para quitarse de encima las críticas de los partidos de ultraderecha como La Liga y Hermanos de Italia, que exigían su ‘derecho a ser libres y a circular con libertad por todas partes’ y realizaban mítines en las calles violando las normas de la cuarentena. La ultraderecha ha aprovechado para presentarse como luchadora por la ‘libertad’, y es imposible saber hasta dónde calará este mensaje”, declaró a SEMANA Pierluigi Morelli, analista político de la Universidad de Bolonia.
El plan se basa en cinco puntos: 1) el uso obligatorio de tapabocas; 2) mantener el distanciamiento social (1,5 metros); 3) el reforzamiento de las redes sanitarias locales; 4) el uso de aplicaciones de celulares para seguir a los contagiados; y 5) la práctica de test masivos para detectar a los asintomáticos.
Italia, con 60 millones de habitantes, recibió 62 millones de turistas el año pasado. La llegada de extranjeros y el turismo interno determinarán su resurgimiento. Las ciudades suelen bullir de gente en los comercios, las calles y los parques. Esto, sumado a la naturaleza festiva y de gran contacto físico entre la población, hace que el plan dependa de la responsabilidad de cada italiano, y de cada turista, claro.
España, la reapertura más lenta
Mientras el resto de Europa abre sus fronteras externas, España las mantiene cerradas y su desescalada es la más restrictiva. El Gobierno de Pedro Sánchez decretó la alarma el 14 de marzo y el confinamiento comenzó al día siguiente. Durante 50 días todas las actividades estuvieron cerradas, salvo las esenciales, pero el 4 de mayo inició la desescalada hasta finales de junio.
España tiene 47 millones de habitantes y recibió 83 millones de turistas el año pasado. Su dependencia del turismo la convirtió en una nación muy vulnerable a la covid-19, que al 3 de junio había matado a 27.128 personas y contagiado a 240.326.
El país ibérico tiene la ventaja de disponer de uno de los mejores sistemas de salud del mundo, gratuito y universal. No obstante, los Gobiernos conservadores han tratado de socavarlo con olas privatizadoras en las últimas décadas, y esa pérdida de recursos fue notoria al enfrentar la pandemia. Por falta de material de protección, España registró el mayor número de contagios de personal sanitario en Europa.
La desescalada se compone de cuatro fases, de dos semanas cada una, por provincias según sus datos de contagio. Madrid y Cataluña, las regiones más afectadas, serán las últimas. Solo a finales de junio caerían las restricciones de circular por el territorio.
Los colegios y las universidades permanecerán cerrados hasta el próximo curso, en septiembre, y la industria, el comercio y los servicios marcharán a un 30 por ciento por las limitaciones de aforo, las medidas de salubridad y la distancia social. En España es obligatorio usar tapabocas en las oficinas, los comercios y en las calles.
En Italia, Giuseppe Conte traspasó la responsabilidad a los Gobiernos regionales. En España, Pedro Sánchez decretó ayudas públicas a empresarios y trabajadores, así como un ingreso mínimo vital.
El Gobierno decretó ayudas públicas a empresarios y trabajadores afectados por la crisis, pero su medida social de mayor calado fue la aprobación de un ingreso mínimo vital, que beneficiará durante un año a 850.000 hogares. “En la crisis de 2008, los Estados rescataron a los bancos; ahora hay que rescatar a las familias”, enfatizó el líder del partido izquierdista Unidas Podemos, Pablo Iglesias, que en coalición con Sánchez oficia como vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales.
Sánchez e Iglesias gobiernan en minoría, y el conservador Partido Popular (PP) y el ultraderechista partido Vox han atacado su gestión de la pandemia. Copiando a los ultras italianos, realizaron protestas en las calles violando las normas del confinamiento. “El PP y Vox han querido aprovechar la pandemia para derrocar al Gobierno, pero se están equivocando, pues de esta crisis la sociedad española saldrá más unida”, indicó a SEMANA Luis Martínez, politólogo de la Universidad Complutense de Madrid.
La Unión Europea, por su parte, aprobó un plan de rescate por 500.000 millones de euros, en tres ejes: 240.000 millones de préstamos del fondo de emergencias de la zona euro a los países socios, un fondo de garantías de 200.000 millones de euros para las empresas y hasta 100.000 millones de euros para los programas de desempleo parcial. Para Martínez, “las ayudas públicas son vitales, pues no olvidemos que este es el continente más envejecido del mundo y, por lo tanto, el más vulnerable. Europa no puede dedicarse a privilegiar la economía, porque además cuenta con los recursos públicos para hacerlo”. Y concluyó: “Italia, España y Europa entera sufrieron grandes guerras en el siglo XX, y ojalá nos quede algo de la disciplina social y la solidaridad que nos hicieron salir adelante en esos tiempos difíciles”.
Nada de eso asegura que el drama haya quedado atrás. El Viejo Continente tiene con qué enfrentarlo, pero aun así expertos y analistas consultados por SEMANA en España, Italia y Bruselas dan por hecho que el virus rebrotará al final del año, y que los Gobiernos y los sistemas de salud deberán estar preparados para contener la emergencia. Porque tal vez lo peor está por venir.