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Crimen de Fernando Villavicencio: seis colombianos capturados, tres políticos ecuatorianos involucrados, interceptaciones y los asombrosos detalles del magnicidio
El crimen del candidato Fernando Villavicencio estremece a Ecuador y a Colombia. Detrás del macabro plan para asesinarlo, hay intereses políticos y criminales de alto nivel que evocan la muerte de Luis Carlos Galán.
Un sicario colombiano cegó la vida del candidato presidencial Fernando Villavicencio y dejó a Ecuador sumido en el caos y la tristeza. Se llevó la verdad consigo, pues falleció en el cruce de disparos que tuvo con la policía después del magnicidio. El vecino país quedó así en la entretela de uno de los momentos más duros de su historia. “Un punto de quiebre, una tragedia nacional”, como le reconoció a SEMANA el ministro de Gobierno, Henry Cucalón.
El rastro de Colombia en semejante crimen, con seis connacionales capturados por los hechos, abrió una serie de interrogantes. ¿Por qué asesinaron al candidato? ¿Quién está detrás del crimen? ¿Hay colombianos manejando las mafias en Ecuador? ¿Había políticos interesados en callar a Villavicencio?
Todas esas preguntas se abrieron en la línea de investigación liderada, a solicitud del presidente Guillermo Lasso, por el FBI, que hará presencia en ambos países. Por ahora, se saben dos cosas: los nombres de quienes participaron en el crimen y que hay intereses políticos detrás de la muerte.
La Fiscalía ecuatoriana entregó los nombres de los involucrados: Andrés M., José N., Adey G., Camilo R., Jules C. y John R. La audiencia fue muy detallada y la fiscal expuso “22 elementos de convicción levantados tanto en la escena del crimen como en los allanamientos”.
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Entre estos estaban las versiones de testigos, el protocolo de la autopsia, los resultados de pericias balísticas y el análisis de los videos de las cámaras de seguridad.
“El protocolo de autopsia indica que la víctima recibió disparos de larga distancia, mientras que el informe balístico determinó que las vainas calibre .223 coinciden con uno de los fusiles encontrados en los allanamientos, además de una huella dactilar encontrada en una moto abandonada por los ahora procesados”, explicó la entidad. El arma homicida está en poder de las autoridades.
En el allanamiento en el que capturaron a los demás colombianos, descubrieron “un vehículo reportado como robado, en el cual se encontró una maleta que contenía fusiles, una subametralladora, cuatro pistolas, tres granadas, cuatro cajas de municiones (384 cartuchos) y dos cargadores de fusil. También se encontraron dos motos”.
El medio 90 minutos entregó también detalles del supuesto asesino. Era caleño, de apenas 19 años, y su nombre sería José López. En 2022 estuvo detenido en su ciudad natal por intento de homicidio y el año pasado en Manizales por porte ilegal de armas. Hace 15 días viajó al Ecuador y se intenta establecer si fue él quien reclutó a los demás colombianos.
La violencia que vive el vecino país evoca los peores momentos del pasado en Colombia. “Se lo advertí… Que Dios lo guarde”. El periodista Carlos Vera publicó un video en el que resume la tragedia que vivió el candidato. No era el que punteaba en las encuestas, pero en medio del caótico panorama político de Ecuador tenía un buen chance de ganar. Un hombre decente, de centro, periodista de oficio, buen orador y sin un pasado vergonzante, pero que tenía un inri en su frente por las múltiples denuncias que había hecho contra el crimen que se enquista en el poder.
“Lo más importante para que usted cumpla su plan es que esté vivo. ¿Se acuerda cómo acabó Luis Carlos Galán? ¿No cree que para cumplir necesita sobrevivir?”, le dijo Vera en una entrevista publicada apenas unos días antes del magnicidio. Allí, Fernando Villavicencio anunció que entregaría información de un escándalo enorme. En el gobierno de Rafael Correa, según sus pesquisas, 21 campos petroleros que estaban en manos de Petroecuador fueron entregados a compañías extranjeras por medio de muy cuestionados contratos de prestación de servicios.
“Hay un presunto delito de peculado y asociación ilícita”, explicó el candidato. Aseguró que existían videos entre Jorge Glas y el exdirector de la agencia de hidrocarburos. Villavicencio sabía de las amenazas contra su vida, pero dijo que no se echaría para atrás porque “dejar un barco conducido por delincuentes sería peligrosísimo… Los que transan con las mafias tienen su propia funeraria por adelantado”.
No era la primera vez que Villavicencio había reconocido que sabía el riesgo que corría. En una manifestación aseguró que el país estaba preso de una “mafia política, financiada por los narcos”. Y soltó una frase premonitoria: “Yo no les tengo miedo. Que vengan no más. Lo único que pueden hacer es matarme”.
Y así lo hicieron. El periodista estaba el pasado miércoles en un mitín político a la salida del colegio Anderson, en el norte de Quito. El video de lo que sucedió es impresionante. Son apenas 15 segundos en los que se ve salir al candidato, mientras una multitud grita con entusiasmo: “¡Fernando! ¡Fernando!”. El político camina tranquilo y se monta a la camioneta, y justo en ese instante, cuando ya está sentado en el carro, pero la puerta aún se está cerrando, se oye una ráfaga de disparos. Todo se vuelve caos y el que está grabando se tira, como todos, al piso. Tres de esos tiros impactaron la cabeza de Fernando Villavicencio, quien no alcanzó a llegar vivo al centro médico.
El candidato se había convertido en una figura muy incómoda para el establecimiento. Se trataba en cierto modo de un outsider de la clase política. Había trabajado en el diario El Universo y con la revista Vanguardia.
Durante años fue perseguido por Rafael Correa, a tal punto que su casa fue allanada y la justicia lo condenó a 18 meses por considerar injuriosas sus denuncias. Villavicencio tuvo que huir y se refugió en el Amazonas. Pidió asilo en Lima y en Estados Unidos.
En 2020, tras seguir taladrando en varios de los escándalos contra Correa, se lanzó a la política. Ganó su cupo en la Asamblea Nacional y, tres años después, se lanzó a la presidencia.
Los enemigos que querían torpedear este camino eran bastantes. Horas después de su asesinato, el grupo delincuencial ‘los Lobos’ se adjudicó el crimen. En un video, aparecen unos encapuchados, vestidos de negro, armados hasta los dientes y haciendo la V de la victoria. El hombre que habla dice que tiene un mensaje en nombre de su jefe máximo, Pipo, y el Menor Esteban. “Asumimos la responsabilidad de los hechos suscitados la tarde de hoy”, sostiene eufórico. Los que lo acompañaban gritan: “Lobo, lobo, lobo, altivo”.
Los Lobos es una de las dos bandas delincuenciales más peligrosas de Ecuador. La otra, los Choneros, también quería ver muerto a Villavicencio y le había mandado amenazas. Lo había hecho el mismo alias Fito, el jefe del grupo ilícito, quien se encuentra en una cárcel. “Me van a quebrar”, había dicho Villavicencio al denunciar esas amenazas. Las intimidaciones habrían sido enviadas por WhatsApp. “Sé que eres responsable de la seguridad, pero hoy no sobrevivirás... Estoy vigilándote”, le habían escrito.
Según la organización InSight Crime, “los Lobos se han constituido como la segunda agrupación delictiva más numerosa de Ecuador, con más de 8.000 miembros distribuidos en las prisiones del país. El grupo ha participado en varias sangrientas masacres carcelarias en Ecuador”. El video, sin embargo, fue puesto en duda desde el comienzo, y luego apareció otro en el que un grupo de miembros de esa banda, ya condenados y en la cárcel, desmentían el crimen. “Ecuador, no se dejen engañar, nosotros somos los Lobos. No nos tapamos las caras, nadie habla por nosotros y sí cumplimos con la paz. Aclaramos y rechazamos el asesinato del candidato a la presidencia, el señor Fernando Villavicencio”, sostuvieron desde prisión.
Para nadie era un secreto que los ejes de campaña de Villavicencio incomodaban a la delincuencia en Ecuador, pero al cierre de esta edición no era claro si esas bandas eran las responsables de su muerte. Su propuesta política se había centrado en la seguridad, así como en la necesidad de reducir la destrucción ambiental y combatir la corrupción. Para su esposa, Verónica Sarauz, a Fernando lo mataron porque “tenía mil y una amenazas por parte de todas estas personas que se veían expuestas en sus investigaciones periodísticas y en el trabajo legislativo que estaba desempeñando”. Ella cree que hay políticos de mucho peso detrás de la muerte de su marido.
Los delincuentes, además, tuvieron todo dado para el crimen. Pese a las amenazas, y muy similar al caso de Luis Carlos Galán, su esquema de seguridad fue deficiente. El carro, por ejemplo, no estaba blindado.
Pero no solo los grandes criminales estaban tras él. Villavicencio era experto en denuncias de cómo operaban las mafias dentro del Estado. Al ser miembro de la asamblea legislativa, investigó la corrupción en los contratos petroleros de los Gobiernos de Rafael Correa y Lenín Moreno. Y, particularmente, el caso Petrochina. También denunció vínculos de políticos con traficantes de drogas.
Si era elegido presidente, pensaba implementar un plan nacional antiterrorista que tendría como punto de partida la identificación de las organizaciones más peligrosas que operan en el país, en actividades como el narcotráfico, la minería ilegal, la corrupción y los sobornos. Todo esto, de cara a su interconexión con la esfera política.
Colombia no le era ajena. El candidato también había hablado de los temas más álgidos de la política de este país, especialmente de la izquierda, por muchos años aliada incondicional de Correa. De Nicolás Petro, por ejemplo, fue quien hizo público que la candidata a diputada ecuatoriana Raisa Vulgarín era pareja de Camilo Burgos, un primo del hijo del presidente, quien supuestamente recibía los dineros que personas non sanctas dieron en épocas de campaña.
También había denunciado vínculos entre Piedad Córdoba, Álex Saab, el expresidente Rafael Correa y las Farc. “Desde el financiamiento de las Farc al correato en 2006, hasta los aportes de los Tetones y la mafia albanesa a las campañas de 2021, han contaminado la política con dinero del narco y la corrupción. Todo está podrido, vamos con la gente buena a derrotar al crimen organizado”, había dicho en la Asamblea Nacional de su país en marzo de este año.
En su rol como diputado también denunció los vuelos que hizo la senadora Piedad Córdoba con Saab y sus hijos por Ecuador. Igualmente, aseguró que el empresario barranquillero, hoy preso en Estados Unidos, tuvo acceso al erario de Ecuador en una operación que “permitió un drenaje de 2.697 millones de dólares de la reserva ecuatoriana y puso en riesgo la liquidez de toda la economía”. En otra oportunidad, generó revuelo al compartir un correo electrónico en el que Córdoba le reclamaba el pago de un dinero al Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) de Venezuela en 2019.
Villavicencio aclaró que lo había visto en el libro de Gerardo Reyes sobre Saab y decidió publicarlo en sus cuentas para demostrar la cercanía de este entramado de izquierda con su país. “Piedad Córdoba llegaba al Ecuador y era como llegar a su casa, iba a palacio con una altísima confianza de Rafael Correa. Es más, ella hacía parte directamente de los diálogos de paz y de encuentros con altos líderes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y luego también del Ejército de Liberación Nacional (ELN)”, dijo en un medio local.
En este mar de enemigos, algún tiburón decidió acabar con su vida. La situación política de Ecuador, de cara a las elecciones anticipadas que serán el 20 de agosto, quedó en condiciones muy difíciles. El presidente Lasso volvió a acudir al estado de excepción y el futuro del vecino país pinta aún peor que antes. La verdad, seguramente, llegará pronto y estremecerá a ambas naciones.