ANÁLISIS

Militares, una fuerza política clave en Venezuela

En la historia venezolana los golpes, las conspiraciones y las rebeliones cívico-militares han marcado el devenir político del país. La directora del Observatorio de Venezuela, Francesca Ramos Pismataro, explica qué papel juegan en la crisis actual.

28 de julio de 2017
| Foto: Ministerio de Poder Popular para la Agricultura Productiva de Tierras de Venezuela

Históricamente, en Venezuela los militares han sido un actor de peso en los quiebres políticos del país participando en golpes de Estado. Generalmente en alianza con los civiles, han cambiado el rumbo de la nación. En 1948 con la dictadura, y en 1961 abriéndole las puertas a la democracia.

En periodos de crisis, también lo han intentado. Es más, Chávez, fue uno de ellos. En un contexto de debilidad democrática protagonizo un golpe fallido, y luego fue víctima de uno en su contra en 2002 ante los temores que despertaba su proyecto político.

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En la historia venezolana los militares, y por lo tanto los golpes, las conspiraciones y las rebeliones cívico-militares han marcado el devenir político del país.

Hoy, al igual que en el pasado, y en medio de la peor crisis contemporánea, los militares vuelven a ser percibidos como un pivote y por ello una “salida” para los grupos opositores. Es por esto que no han faltado las voces, de quienes desde la orilla de la oposición los han llamado a intervenir para superarla y facilitar un cambio de rumbo. Justamente, hace dos semanas, en el ejercicio electoral que organizó la oposición para rechazar la polémica Constituyente de Maduro, una de las preguntas iba dirigida directamente a ellos.

Se les preguntó a los venezolanos si estaban de acuerdo en demandar a la Fuerza Armada Nacional obedecer y defender la Constitución del año 1999 y respaldar las decisiones de la Asamblea Nacional.

Chávez, con la concepción de que todo “soldado debe ser un político” buscó varios cambios en la institución castrense. Al punto que hoy, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana considera a Hugo Chávez su comandante supremo y a Maduro su comandante en jefe. Y en los comunicados oficiales del Ministerio de la Defensa se lee: “Chávez vive, la Patria sigue. Independencia y patria socialista. Viviremos y venceremos,” yendo en contravía del mandato constitucional que consagra que la Fuerza Armada Nacional no está en ningún caso “al servicio de persona o parcialidad política alguna.”

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En los últimos 18 años, han sido varios los cambios emprendidos que contrastan con el que fuera el comportamiento de los militares durante los 40 años de democracia representativa. Chávez con su proyecto político militar, junto con la participación protagónica del pueblo, cambió el rumbo de la nación. Y los militares hacen parte de ello.

Ello explica por qué, a pesar de la presión de la calle y de la comunidad internacional, el Gobierno de Maduro aún cuenta con el apoyo de los militares que mantienen el statu quo. O más bien, porque, en medio de la grave crisis aún no presionan o intervienen de árbitros políticos como lo hicieron siempre en el pasado para presionar una negociación o generar un cambio. 

En el contexto actual hay mucho en juego: la continuación del proyecto revolucionario y la suerte de intereses políticos y económicos de las Fuerzas Militares que se han beneficiado del chavismo, y que con Maduro han adquirido un papel aún más preponderante en lo político, lo económico y lo social.

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Con Chávez comenzó la presencia in crescendo de los militares en el Gobierno. En cabeza de militares activos y en retiro han estado ministerios, viceministerios, despachos de la presidencia, gobernaciones y empresas estatales-entre otras entidades. Un signo de las dosis de la militarización del poder alcanzadas en el país vecino. Con Maduro la militarización ha sido aún mayor: casi un 40 por ciento del gabinete ministerial. La más alta desde 1999. Entre estos funcionarios se encuentran algunos miembros que participaron, al lado de Chávez, en la rebelión militar de 1992.

Con Chávez también se profundizó la visión de que la Fuerza Armada es competente para hacerse cargo de manera estructurada y eficiente de asuntos del Estado. Desde el inicio, la involucró en actividades de formulación y ejecución de políticas públicas como El Plan Bolívar 2000, un programa social, y luego, en algunas de las emblemáticas Misiones Sociales, como la Misión Mercal que se encargaba de la distribución de alimentos. Con el agravamiento de la crisis, y en particular de desabastecimiento, Maduro ha ido más allá en la integración de los militares en el proceso y proyecto político entregándoles el manejo de la cadena completa de producción, distribución, comercialización e importación de productos básicos de los rubros agroalimentarios, farmacéuticos, higiene personal y aseo a través de la Gran Misión Abastecimiento.

Lo anterior ha implicado actuaciones de los militares que en otros contextos se llevarían a cabo en situaciones de guerra o de catástrofes naturales. Cómo la realización de un proceso de fiscalización y censo de las panaderías del país para darle, en palabras del ministro de Defensa Vladimir Padrino, “gobernabilidad al sector”.

Este caso muestra la creciente participación de la Fuerza Armada en el sector alimentario sustentado bajo el argumento de las amenazas a la seguridad, y de los aportes de la institución en el incremento de la eficiencia del Estado, y la lucha contra la corrupción. De esta manera, se va ampliando la presencia de los militares en distintos sectores de la vida del país. En buena medida cuando se menciona la corrupción, el abuso de favores y los problemas de provisión de alimentos y medicinas se está hablando de los sectores a cargo de ministros militares activos o en retiro vinculados con el gobierno revolucionario. Las Fuerzas Armadas hacen parte del Gobierno y del proyecto político revolucionario.

En el plano económico, también se han visto favorecidos. A pocos meses de su posesión, el presidente Maduro anunció la instauración de una Zona Económica Militar Socialista en la que se reúnen empresas vinculadas con los sectores transporte, construcción, agricultura, comunicaciones, finanzas, bebidas y minería. Desde la creación en 1975 de la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares, no se veía por parte de los militares una participación empresarial igual.

Por último, el fortalecimiento de la fuerza militar ha sido una de las líneas estratégicas del chavismo. De la mano de una nueva concepción de la seguridad de la nación y de la defensa se desarrolló una doctrina militar antiimperialista que considera a los USA y sus aliados externos e internos fuente de las principales amenazas a la seguridad del país. Hoy las Fuerzas Armadas se preparan para llevar a cabo, una guerra popular de resistencia. Entre ellas está el llamado “a una guerra de baja intensidad” que es lo que actualmente, desde su mirada, Venezuela está viviendo.

Por ello desde la llegada del chavismo, se disparó la compra de armas. Entre los periodos de 2002-2006 y 2007-2011 Venezuela pasó de ocupar el puesto 46 entre los principales países importadores de armas del mundo a ocupar el 18. Un crecimiento del 555 por ciento. Las compras se redujeron significativamente en el año 2015 con motivo de la crisis internacional. Sin embargo, la ausencia de Chávez y el deterioro económico llevaron al Gobierno a aumentarlas de nuevo, ubicándose Venezuela otra vez, en el puesto 18. (Fuente Sipri, 2016).

Así mismo, después de las protestas contra el régimen de Maduro en 2014, que dejaron un saldo de 43 muertos, y de la derrota en las elecciones parlamentarios de 2015, el Gobierno para la defensa de la Revolución aumentó en un 163 por ciento el presupuesto militar entre 2015 y 2016. Así mismo aumentó el personal militar. Las cifras son contundentes, se pasó de un personal de 194.744 en 2014 a 365.315 en 2016, y la milicia, que es un cuerpo espacial de la Fuerza Armada, “los soldados de la revolución” o “el pueblo en armas” como los llamaba Chávez se incrementó en estos dos años en 295.046 miembros para totalizar 365.046 milicianos. (Fuente: Resdal, 2016)

Por ahora, bajo las circunstancias políticas del país y a diferencia del pasado, los militares se resisten a intervenir para generar un cambio en el tablero político. Se resisten a jugar el papel de árbitros que históricamente han tenido. No solo porque el contexto les ha permitido aumentar su poder, sino también porque su condición actual de aparentes “socios” con el Gobierno los lleva a evaluar las alternativas reales de poder que se barajan en este momento, que por demás son completamente inciertas.

Lo claro es que, en un contexto de transición, los militares tendrán amplio control y buscarán mantener las prerrogativas institucionales y demás espacios de poder alcanzados hasta ahora. Cualquier cambio de Gobierno hacia uno de corte moderado chavista o de oposición, requiere de los militares y de su apoyo, por lo menos hasta su consolidación, y eso los militares lo saben. Como cuerpo ganan en cualquier escenario aun cuando más en unos que en otros, como individuos del cuerpo la situación y el interés puede ser diferente. Muchos de los generales temen de manera individual y directa que con la salida del gobierno revolucionario sean sujetos de persecución judicial por participación en narcotráfico o en actos de corrupción.

En cualquiera de los escenarios existentes los militares son un estamento necesario para el que tenga el poder, pero con algunos los beneficios para la institución son mayores que con otros, y los efectos entre sus generales pueden también representar un riesgo para un grupo grande de ellos. Por eso el cambio no parece una opción atractiva para los militares, y los cantos de sirena de la oposición no parecen atraerlos con excepciones muy contadas por ahora.

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Francesca Ramos Pismataro es la directora del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.