Fernández aspiraría a su tercer mandato; ya gobernó entre 2007 y 2015.

ARGENTINA

Cristina Fernández de Kirchner vuelve al ruedo con un libro

El éxito de las memorias de Cristina Fernández sugiere que podría regresar al poder. Ante la situación del país, esa posibilidad toma fuerza.

18 de mayo de 2019

Ni siquiera la editorial Sudamericana previó el éxito que tendría ‘Sinceramente‘, el libro de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. En tan solo 15 días vendieron 250.000 ejemplares, una cifra a todas luces descomunal. Para ilustrar la magnitud de las ventas, el cronista Martín Caparrós recordó en su columna en la página en español del diario The New York Times que en Argentina un best seller suele vender entre 30.000 y 40.000 ejemplares al año.

Además, Cristina y la editorial escogieron la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires como el escenario ideal para lanzar el título, una combinación de memorias (que incluyen anécdotas sobre sus dos periodos en la Casa Rosada) y fuertes críticas a los tres años de gobierno del hoy presidente Mauricio Macri. Ese día sus seguidores llenaron el auditorio y, al término del evento, entonaron cantos en medio de la lluvia, como en un acto de campaña.

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Así, la masiva acogida de Sinceramente ha revivido una pregunta: ¿Fernández se lanzará de nuevo a la presidencia?

Sin lugar a dudas, la peronista demostró que no ha perdido el apoyo de millones de argentinos. Paola Gallo, abogada y editora independiente en Buenos Aires, comenta que la buena recepción de la obra se debe a dos motivos. El primero tiene que ver con el efecto sorpresa: no hubo anuncios previos a su lanzamiento y eso hizo que el voz a voz corriera entre la gente con rapidez. El segundo es político. Tal como le dijo Gallo a SEMANA, “este libro claramente se interpretó como una estrategia de campaña, lo que emocionó a muchos votantes”.

Un buen número de ciudadanos culpa a Macri de la grave situación económica del país.

Al macrismo no le sentó nada bien la noticia. A seis meses de las elecciones del 27 de octubre, la gran rival del actual presidente es Cristina Fernández. Si bien la imagen de la política había recibido golpes en los últimos meses, una reciente encuesta del Centro de Estudios de Opinión Pública muestra dos tendencias. Una consiste en que la imagen negativa de Fernández disminuye: hoy, 51 por ciento de los argentinos tiene mala imagen de ella, comparado con el 76 por ciento de 2016. La otra conclusión apunta a que podría ganarle a Macri en octubre, lo que parecía casi imposible a comienzos de año.

Muchos responsabilizan al actual mandatario del resurgimiento de Fernández, pues buena parte de la ciudadanía lo culpa de la grave situación económica que vive la nación.

Las protestas estallaron por el precio de los alimentos. Mientras tanto, Cristina ha vendido 250.000 ejemplares de Sinceramente.

Las cifras hablan por sí solas. Se calcula que una tercera parte del país vive en la pobreza, el precio del dólar está disparado (cuesta el doble que el año pasado) y en mayo la inflación alcanzó el 57 por ciento. Como si fuera poco, Macri volvió a pactar con el Fondo Monetario Internacional, una institución despreciada por la mayoría en el país. Ante la gravedad de la situación, el presidente firmó en septiembre uno de los préstamos más grandes de la historia reciente argentina: 57.000 millones de dólares.

En resumen, la política de austeridad que Macri vendió en campaña para solucionar los excesos económicos kirchneristas no han dado resultados en tres años, y los argentinos ya no aguantan más. El Gobierno ha reducido subsidios y ha intentado llamar a las inversiones extranjeras sin mucho éxito.

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Por eso, un buen número de ciudadanos está decepcionado de Macri y ve con cada vez menos desconfianza un tercer mandato de Cristina Fernández. Claro está: algunos olvidan que, precisamente en su segundo periodo presidencial, el Estado argentino derrochó grandes cantidades de dinero en mejoras sociales, sin pensar en sus efectos fiscales. Si bien Macri fracasó en reactivar la economía con su modelo de austeridad, ya había una carga financiera bastante pesada de los Gobiernos pasados.

Mauricio Macri prometió una reactivación económica que no llegó. Tuvo que pedirle un millonario préstamo al FMI.

Al parecer, a muchos votantes kirchneristas esto les tiene sin cuidado: apoyan a Cristina Fernández sin importar que no haya propuesto soluciones concretas para el alarmante escenario económico. En Sinceramente hace referencia a un nuevo “pacto social” que reúna las voluntades de varios sectores políticos, pero no ahonda mucho más en el tema. Podría hacerlo cuando oficialice su candidatura, que obligatoriamente ocurrirá antes del 22 de junio, pues ese día se cierran las inscripciones.

A la ambigüedad de sus propuestas económicas se suma la sombra de su situación judicial. A la fecha, la expresidenta tiene diez procesos abiertos por presunta corrupción y otros delitos. Además, pesan sobre ella cinco órdenes de cárcel preventiva que no se han hecho efectivas por ser senadora de la Nación.

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Para algunos analistas, este escenario resulta preocupante. Tal como afirma en una columna Hugo Alconada Mon, vicesecretario del diario argentino La Nación, “la Argentina no puede sumar una crisis más: una tensión de poderes en la que el judicial puede perder autonomía y aún más credibilidad si las investigaciones contra la exmandataria se disuelven” en caso de que llegue de nuevo a la presidencia.

Ese miedo a que la justicia deje de hacer su trabajo tiene un referente cercano: antes de ser presidente, Mauricio Macri tenía abierto un proceso judicial por escuchas ilegales, que desapareció pocos días después de haber llegado a la Casa Rosada.

Sin embargo, para Luciana Cadahia, profesora de la Universidad Javeriana, comparar los casos de Macri y Fernández es problemático, pues no es posible asegurar la imparcialidad de la justicia en Argentina u otros países de la región. “Prácticamente todas las causas abiertas a Fernández de Kirchner vienen de un mismo juez, Claudio Bonadio, con unos vínculos muy cercanos al macrismo. Sería recomendable estudiar cada uno de los casos y revisar cómo están construidos”, afirmó Cadahia a SEMANA.

Con o sin procesos en su contra, Cristina Fernández ya tiene un pie en la campaña presidencial de este año. ¿Cuatro años de macrismo impulsarán su tercer mandato? Muchos de sus seguidores así lo creen, Sinceramente. 

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SEMANA habló con Luciana Cadahia, profesora de la Universidad Javeriana e investigadora invitada de FLACSO, sobre Cristina Fernández, el gobierno de Mauricio Macri, la situación actual de Argentina y el concepto de populismo.

SEMANA: Algunos analistas de medios como The New York Times afirman que si Cristina Fernández se vuelve a lanzar al ruedo presidencial, probablemente ganaría y se entraría en una especie de círculo vicioso, pues precisamente ella fue la presidenta antes que Mauricio Macri. ¿Se puede asumir que otro periodo de Fernández de Kirchner sería una vuelta al pasado o qué otra interpretación puede haber?

Luciana Cadahia: En lo que se refiere a los analistas que citas, estimo un poco reduccionista centrar los análisis en el hecho de si Cristina Fernández de Kirchner vuelve o no a ser candidata a la presidencia de la Argentina. Considero que el problema es mucho más complejo y no tiene que ver tanto con los candidatos como con los diferentes proyectos políticos que hoy hay en juego. La cuestión es si se apuesta por un Estado inclusivo o si se sigue en la senda de un Estado neoliberal.

Si bien es verdad que ahora mismo Fernández de Kirchner lidera la unidad del  Partido Justicialista (PJ), no sabemos si será la candidata. Ese trabajo de unidad no está centrado en su figura, sino en la búsqueda por crear pactos y consensos alrededor de un proyecto político. Y, en gran medida, ese proyecto gira alrededor de dos cuestiones básicas, a saber: un nuevo pacto entre trabajadores y empresarios y la  reactivación de la economía y el consumo interno.

Por eso, afirmar que su triunfo implicaría una vuelta al pasado y un círculo vicioso por el hecho de que ella ya fue presidente  resulta una banalidad. De lo que se trata es de analizar el proyecto que se está proponiendo desde el PJ, más allá de si ella será la figura que lo lidere.

Por otra parte, el círculo vicioso y la vuelta al pasado es lo que está viviendo ahora mismo la Argentina con el gobierno de Mauricio Macri. Cuando observamos las medidas que lideran su proyecto político, descubrimos que no son otra cosa que la implementación del modelo económico de los años 90 y, lo curioso, es que produjo las mismas consecuencias indeseadas a un ritmo mucho más rápido: endeudamiento con el FMI, caída del consumo interno, desinversión nacional e internacional, desempleo e inseguridad, por citar algunos ejemplos.  

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 SEMANA: Cuando Macri quedó electo, un proceso judicial en su contra por escuchas ilegales quedó archivado. Se ha comentado que lo mismo podría pasar con algunas de las acusaciones en contra Fernández de Kirchner, aunque hay dudas sobre la parcialidad de la rama judicial en su caso. ¿Qué tan independiente es la rama judicial en Argentina? ¿Encuentra problemático que una candidata a la presidencia tenga procesos judiciales en curso?

 L.C.: Me parece un poco peligroso, por un lado, establecer esa analogía entre Macri y Fernández de Kirchner y, por otro, creer que la falta de imparcialidad de la rama judicial se limita al caso argentino.

 Debo decir que, lamentablemente, la falta de imparcialidad es algo que se encuentra en muchos países de nuestra región. Si prestamos atención al papel que la rama judicial tiene en toda la región latinoamericana, descubrimos algunos patrones comunes. Digamos que ocupa el papel que antes tenían las dictaduras militares, es decir, funcionan como un mecanismo para destruir cualquier alternativa democrática al neoliberalismo.

 Por citar algunos ejemplos: empezaron con los golpes de estado jurídicos en Honduras con Manuel Zelaya, siguieron en Paraguay con Fernando Lugo y culminaron con Dilma Rousseff en Brasil.  

 Por otra parte, elaboran casos de corrupción difíciles de comprobar e instauran, mediante complicidad con medios de comunicación, las condiciones mediáticas para llevar a cabo arrestos o destituciones ilegítimas.

 En Argentina tenemos el caso de la diputada del Parlasur Milagro Sala, presa política desde hace casi 4 años. O el caso del vicepresidente Glas en Ecuador.  Sin ir más lejos, acá en Colombia, figuras progresistas como Antana Mockus o Ángela María Robledo son destituidos mientras criminales de Estado como Álvaro Uribe Vélez siguen con sus curules.

Creo que el periodismo de investigación debería ayudarnos a descifrar todos estos entramados de persecuciones judiciales en la región. Están sentando unos precedentes muy peligrosos y suponen un retroceso para la paz, la institucionalidad y la democracia latinoamericana.

 Pero volviendo a tu pregunta, prácticamente todas las causas abiertas a Cristina Fernández de Kirchner vienen de un mismo juez, Claudio Bonadio, con unos vínculos muy cercanos al macrismo. Recomiendo estudiar cada uno de los casos y revisar cómo están construidos. A su vez, compararlos con casos como el de Lula da Silva en Brasil o Rafael Correa en Ecuador. Allí se evidencia que, detrás de los tecnicismos jurídicos, se esconde una misma estrategia política: impedir el retorno del progresismo en la región.

Por eso, es necesario estudiar suficientemente el vínculo sistemático entre las oligarquías y las ramas judiciales, en vez de mirar los casos de manera aislada y sin un seguimiento preciso. Han hecho de la “corrupción” un significante vacío para legitimar prácticas muy peligrosas en nuestros países.

 SEMANA: Usted ha estudiado a profundidad el concepto de populismo en América Latina. Tanto políticos macristas como algunos periodistas repiten que, de quedar electa Fernández de Kirchner, sería una "vuelta al populismo". ¿A qué tipo de populismo se refieren? ¿Hay un equívoco en el uso de ese término?

 L.C.: El populismo es usado tanto en términos mediáticos como en términos académicos. En el primer caso, se emplea en sentido peyorativo para asustar a los ciudadanos. Y, en realidad, se usa para rotular a todos aquellos gobiernos que no se ajustan a la lógica neoliberal del actual capitalismo financiero.

 En ese sentido, la disputa actual en América Latina tiene lugar entre un republicanismo oligárquico -interesado en beneficiar a las minorías y restringir el  derecho de las mayorías - y un republicanismo democrático -abocado a la tarea de ampliar derechos y libertades a las mayorías-.

 Es decir, la cuestión de fondo es el problema de la igualdad, el problema de si construimos una región igualitaria o si perpetuamos la desigualdad y el despojo. Mientras las oligarquías rechazan la igualdad, el progresismo trata de implementarla.

Lamentablemente, la mayoría de los medios de comunicación son afines a las repúblicas oligárquicas y, si  bien el problema de fondo debería ser fácil de entender, tratan de enredar la narrativa para confundir a los ciudadanos y desorientarlos. El gran desafío de las oligarquías actuales es cómo hacer para que los ciudadanos deseen (o voten) aquello que los conduce al despojo de su derechos. Y, para ello hace falta confundir, atemorizar, crear tramas judiciales y, en casos extremos como Colombia, asesinar sistemáticamente a sus líderes sociales y territoriales.

Ahora bien, si pensamos por fuera de lo mediático, el populismo es el término empleado para pensar una lógica de lo político en América Latina. Y esa lógica hace dos cosas: organiza políticamente a los sujetos populares y crea instituciones republicanas para las mayorías. Por eso, cuando el establishment dice “que vuelve el populismo” en realidad están diciendo que vuelve un gobierno interesado en beneficiar a las mayorías y crear las condiciones materiales para la igualdad.