Nicaragua
Daniel Ortega: ¿por qué su reelección importa en Colombia?
El guerrillero, que quiere gobernar Nicaragua a perpetuidad, le apuesta a una jornada electoral muy cuestionada para asegurar su cuarto mandato.
Daniel Ortega, aquel guerrillero de gruesos anteojos que combatió a la dictadura de Somoza busca, décadas después, busca perpetrarse en la presidencia en Nicaragua, aunque ello le cueste ser comparado con el personaje que él mismo ayudó a derrocar.
En el poder desde 2007, a sus 75 años competirá para un cuarto mandato consecutivo el 7 de noviembre, mientras sus principales rivales están detenidos bajo cargos de “menoscabar la soberanía del país”, creados por su propio gobierno. Ortega nació el 11 de noviembre de 1945 en el pueblo minero de La Libertad (centro) en el seno de una familia humilde y católica. De sus tres hermanos, sobrevive Humberto, exjefe del ejército.
La vida de Ortega es tan pintoresca como polémica. Fue monaguillo y tenía en su infancia vocación sacerdotal. Pero decidió luego estudiar derecho. Abandonó la facultad para enrolarse en la guerrilla Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN), hoy partido de gobierno. Entonces flaco y con bigotes que aún conserva, fue uno de los verdugos de su propio torturador durante la dictadura somocista (1937-1979) y purgó siete años de cárcel por robar un banco para financiar a la guerrilla.
Intercambiado por rehenes somocistas, Ortega fue liberado, se entrenó en Cuba y volvió a Nicaragua, con exilios intermitentes, hasta derrotar a Anastacio Somoza, con el apoyo de La Habana y la URSS. El comandante Ortega integró una junta de gobierno y luego fue elegido presidente, por primera vez, en 1984.
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La pelea con Colombia
La reelección de Ortega, además de ser muy cuestionada, por su irrespeto al sistema democrático, tiene una implicación en Colombia. Como explica María Isabel Rueda, es con él que debería renegociarse el tratado fronterizo que ha sido objeto de múltiples disputas históricas con Colombia.
Escuche a María Isabel Rueda
La Corte Internacional de Justicia precisamente ha fijado para el próximo 20 de septiembre las audiencias sobre el caso de la demanda de Nicaragua contra Colombia sobre el supuesto incumplimiento del fallo de 2012.
Como bien explica el excanciller y decano de la Universidad del Rosario, Julio Londoño Paredes, “el citado fallo se derivó de la demanda presentada por ese país contra Colombia en 2001, en la que alegó que la totalidad del archipiélago de San Andrés y todos los cayos le pertenecían; que el Tratado Esguerra-Bárcenas de 1928, en el que Nicaragua reconoció la soberanía colombiana sobre el archipiélago, era nulo e inválido; y que la delimitación marítima entre los dos países debía seguir el borde externo de su plataforma continental, que, según Nicaragua, llega a cercanías de la costa caribeña colombiana”.
Sin embargo, el verdadero momento clave será el año entrante. La Corte, después de las audiencias, entra a deliberar sobre el caso. Aunque no tiene un plazo para pronunciarse, generalmente se toma de dos a cuatro meses para proferir su fallo.
El tribunal, pues, deberá decidir si Colombia ha cumplido o debe cumplir con el fallo de 2012. En el caso de que no acoja los argumentos de Colombia, con los efectos que eso pudiera tener, de todas maneras Nicaragua no podría volver a pretender el archipiélago de San Andrés ni ninguno de los cayos, ni de las áreas marítimas que le corresponden al archipiélago, de acuerdo con el citado fallo. Ni mucho menos lo podrán hacer los Estados Unidos ni Honduras, que pretendieron también los cayos de Roncador, Quitasueño, Serrana y Serranilla durante mucho tiempo.
Un sobreviviente al poder
La historia de cómo Ortega llegó a dirigir al país y perpetuarse allí está llena de vericuetos. “El poder llegó a las manos de Ortega por tres razones fundamentales: uno, desde los 15 años era uno de esos jóvenes animados a cambiar la sociedad por medio de la violencia”, dijo el periodista Fabián Medina, autor de El Preso 198, un perfil de Daniel Ortega. Fue con ese número con el que lo registraron en prisión.
“Dos, sobrevivió en ese intento, algo que la mayoría de sus compañeros de armas no lograron; y tres, su personalidad calma y de pocas luces fue clave cuando se debió elegir a un jefe de Estado en medio de una lucha de egos de guerrilleros con muchos más colmillos que él”, explicó Medina.
En 1990, Ortega pierde la elección contra Violeta Barrios de Chamorro, pese a ser favorito. Y no descansó hasta regresar al gobierno en 2007. Volvió a ser elegido en 2011 y en 2016, en medio de interpretaciones a la Constitución y reformas que eliminaron el impedimento de reelección inmediata.
“Al final tenemos en Ortega un dictador, un caudillo (...) no ha permitido otro candidato más que él en su partido”, consideró Medina
Rosario, la voz cantante
Desde 2017 lo acompaña en la vicepresidencia su esposa, Rosario Murillo, de 70 años, vocera exclusiva del gobierno. Mientras Ortega disminuye sus apariciones públicas y su contacto con el pueblo. Su romance inició durante el exilio en Caracas. Antes, Ortega leía los poemas de Rosario en prisión, en los periódicos que entraban clandestinamente.
Concibieron juntos siete hijos, a los que se sumaron otros tres de compromisos anteriores. Ellos “se están jugando la vida, porque sin poder político no pueden sobrevivir”, reveló desde el exilio la hija adoptiva de Ortega, Zoilamérica, quien en 1998 lo denunció por abuso sexual. Esa acusación le valió la ruptura con su madre. La pareja dirige con mano dura el FSLN y mantiene un control férreo sobre todas las instituciones del Estado. Murillo enarbola, además, un discurso matizado con la religión.
“Ortega encontró en Murillo lo que a él le faltaba. Y Murillo encontró en Ortega el vehículo que necesitaba”, dice Medina en su libro. Durante las semanas previas al anuncio de su nueva candidatura fueron detenidos más de 30 opositores, incluso excamaradas de armas, críticos de su gestión.
Entre ellos están siete aspirantes a la presidencia. La más importante, Cristiana Chamorro, hija de Violeta Barros de Chamorro.