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De héroe a estafador: la historia del hombre que sobrevivió a un viaje en el tren de aterrizaje de un avión
La noticia de este insólito viaje clandestino pronto se propagó como reguero de pólvora.
En 1993, Colombia se conmocionó con la historia de un joven de dieciséis años que, desafiando toda lógica y probabilidad, logró sobrevivir a un increíble viaje en el tren de aterrizaje de un avión de carga. La historia de Juan Carlos Guzmán Betancourt, conocido inicialmente como ‘Guillermo Rosales’, se convirtió en un relato legendario de supervivencia y engaño.
La odisea comenzó cuando Juan Carlos, en busca de una vida mejor y huyendo de las difíciles circunstancias en Colombia, tomó la audaz decisión de abordar un avión de carga de la aerolínea colombiana Arca, en 1993. Este vuelo llevaba flores desde Bogotá a Miami y Juan Carlos se escondió en el tren de aterrizaje del avión. A una altitud asombrosa de 10,675 metros sobre el nivel del mar y enfrentando temperaturas gélidas de hasta -28 grados Celsius, el joven resistió el increíble viaje.
El vuelo, un Douglas DC-8, tenía la ventaja de contar con espacios presurizados en el tren de aterrizaje, lo que probablemente contribuyó a que Juan Carlos sobreviviera a la travesía, que habría sido fatal para la mayoría. Cuando el avión finalmente aterrizó en Miami a las dos de la madrugada, Juan Carlos cayó al suelo, congelado y deshidratado, pero milagrosamente vivo.
La noticia de este insólito viaje clandestino pronto se propagó como reguero de pólvora. “Debía haber muerto definitivamente. Las ruedas al subir podrían haberlo aplastado, hay poco oxígeno en esa altitud y la temperatura debe haber estado en menos 28 a menos 24 grados”, comentó el mecánico Richard Ungerer.
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Juan Carlos fue rápidamente trasladado al Hospital Panamericano en Miami, donde se recuperó de su extraordinaria experiencia. Su increíble hazaña lo convirtió en el centro de atención y admiración, tanto en Colombia como en Estados Unidos.
Sin embargo, la historia tenía giros inesperados. Inicialmente, Juan Carlos afirmó que se llamaba Guillermo y que tenía catorce años. Dijo que era huérfano y que había quedado en la calle tras la muerte de sus padres. Después de una vida en las calles de Cali, decidió escapar en busca de una nueva oportunidad.
La historia de Juan Carlos atrajo la atención de los residentes de Washington, quienes ofrecieron adoptarlo. Pero mientras la gente se emocionaba con la historia de ‘Guillermo Rosales’, un familiar del joven en Colombia se comunicó con una emisora de radio y reveló la verdad.
La mujer afirmó que él no se llamaba Guillermo Rosales, sino Juan Carlos Guzmán, y que tenía diecisiete años en lugar de catorce. Además, aseguró que Juan Carlos no era huérfano y que no tenía ningún familiar en Estados Unidos.
A medida que se revelaba la verdadera identidad de Juan Carlos, el Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos intervino para buscarle un lugar donde quedarse y extendió su permiso. Finalmente, se determinó que no se llamaba Guillermo, sino Juan Carlos, y fue deportado y enviado de regreso a Colombia.
El regreso de Juan Carlos Guzmán Betancourt a Colombia marcó el punto de partida de una vida llena de engaños que lo convertirían en un famoso estafador internacional.
La noche del miércoles, 14 de julio de 1993, Juan Carlos Guzmán Betancourt, conocido inicialmente como ‘Guillermo Rosales’, aterrizó en el aeropuerto El Dorado de Bogotá. Había sido deportado desde Miami, donde había protagonizado un increíble viaje clandestino en el tren de aterrizaje de un avión de carga. A sus dieciséis años, se presentó ante los periodistas con una expresión de aburrimiento y tristeza. Para él, Colombia parecía un lugar sin futuro.
Pero lo que vino después de su regreso sorprendería al mundo. Juan Carlos, incapaz de quitarse de la mente la idea de una vida mejor en el extranjero, no tardó en intentar su huida nuevamente. Se embarcó en una serie de intentos infructuosos para salir del país, pero finalmente, seis meses después, logró su cometido. Disfrazado de sacerdote, llegó a Nueva York y logró confundir a las autoridades migratorias.
Sin embargo, su suerte no duraría mucho. En 1994, fue deportado nuevamente, pero esta vez optó por probar suerte en Venezuela. Trabajó en un aeropuerto y entabló amistad con un camarógrafo que le proporcionó la información necesaria para viajar con su identidad. Juan Carlos se dirigió a España, donde recibió ayuda para quedarse en el país y finalmente obtuvo la nacionalidad española. Fue entonces cuando comenzó a utilizar múltiples identidades.
El nombre de Juan Carlos Guzmán Betancourt comenzó a figurar en portadas de todo el mundo. A principios de 2005, la policía de Londres, conocida como Scotland Yard, lo detuvo tras una serie de robos en lujosos hoteles y estafas en tiendas exclusivas. Su historia se plasmó en las páginas de los periódicos de Inglaterra.
La prensa londinense lo describía como un apuesto hombre de veintinueve años con al menos quince identidades diferentes. Hablaba cuatro idiomas, alquilaba automóviles Bentley con chofer, tenía modales refinados y vestía ropa de diseñador. Para engañar a sus víctimas, a veces se hacía pasar por hijo de diplomáticos, en otras afirmaba ser un huérfano de una etnia gitana española e incluso se presentaba como un millonario árabe.
La carrera delictiva de Juan Carlos Guzmán Betancourt, comparado con el estafador estadounidense Frank William Abagnale Jr, pues lo referencian con el personaje principal de la película Atrápame si puedes, continuó desarrollándose. Incluso se fugó de la prisión de Kent, en Irlanda, en diciembre de 2006.
A pesar de sus antecedentes criminales en múltiples países y continentes, sorprendentemente, en Colombia no tenía antecedentes penales. Sin embargo, su vida como estafador internacional llegó a su fin cuando cruzó por error la frontera entre Canadá y Estados Unidos y fue capturado. El primero de octubre de 2009, fue condenado a dos años y medio de cárcel en el estado de Vermont, Estados Unidos. Cumplió su condena y actualmente, al parecer, esta retirado de las actividades delictivas que realizaba.