GEOPOLÍTICA

Rusia entrena con China en sus juegos de guerra en Siberia

Rusia ofreció esta semana al mundo la mayor demostración militar desde el final de la Guerra Fría. La participación de efectivos del ejército chino y los acercamientos entre los presidentes de ambos países evidencian una alianza sino-rusa militar y económica destinada a preocupar a Occidente.

15 de septiembre de 2018
En Siberia Oriental, las Fuerzas Militares rusas, chinas y mongolas mostraron su poderío en unos ejercicios militares que parecen sacados de un juego de guerra. Cada vez es más plausible la existencia de una alianza oriental en la que Rusia y China quieren ser los protagonistas.

En el final del verano en Siberia Oriental este año no imperó, como siempre, el silencio de la estepa. Con estallidos, fogonazos y estelas de misiles, más de 300.000 soldados rusos con 36.000 vehículos de combate entre tanques, transportes de personal y artillería motorizada, 1.000 aviones de combate y 80 buques llegaron en compañía de efectivos de los ejércitos chino y mongol para hacer la mayor demostración militar que el mundo ha visto desde el final de la Guerra Fría, y tal vez en la historia. En “Vostok-2018”, el presidente Vladimir Putin, en compañía del presidente chino, Xi Jinping, le mostraron los dientes al mundo.

La demostración militar no es por sí misma una novedad. Todos los años el gobierno ruso escoge una región para realizar ejercicios militares en los que sus fuerzas aérea, terrestre y marítima ejecutan misiones en circunstancias cercanas a las de una batalla verdadera. Pero este año dos nuevos factores convergen: la dimensión de los ejercicios y, especialmente, la participación de China y Mongolia.

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El ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, luego de cinco meses de planeación, movilizó al 40 por ciento de sus efectivos y aseguró que en Rusia no se veía un ejercicio militar igual desde las maniobras Zapad, en 1981, “tanto por la superficie que cubren como por la cantidad de fuerzas y órganos de mando militar que participan”. Y a pesar de que Putin aseguró que las maniobras no iban contra un enemigo concreto, el mensaje tiene destinatarios claros: Estados Unidos, la Otan y la Unión Europea.

Hace tres semanas el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, justificó las maniobras porque el contexto internacional es “antipático y hostil” contra Rusia y porque el despliegue “desmedido” de efectivos de la Otan en la frontera occidental de su país los obliga a demostrar “capacidad de defenderse en una coyuntura internacional agresiva”. Para el portavoz de la Otan, Dylan White, el mensaje es claro: “Las maniobras Vostok-2018 implican la preparación de las tropas rusas para un conflicto a gran escala (...) y encajan en el patrón que venimos observando desde hace tiempo: una Rusia reafirmada, que aumenta significativamente su presupuesto de defensa y su presencia militar”.

Las constantes sanciones económicas de la Unión Europea y Estados Unidos contra Rusia desde la anexión de Crimea no lograron disminuir su presupuesto militar. En Siberia, Putin demuestra que su arsenal está lejos de ser el heredado de la Unión Soviética y, además, que no está solo. Tanques, aviones y barcos chinos llegaron en la semana a Siberia para mostrarle al mundo el poderío de una posible alianza militar entre los dos gigantes eurasiáticos. En medio de la tensión comercial entre Estados Unidos y China, y de la crisis de gobernabilidad de Trump por la innegable participación rusa en la campaña electoral estadounidense, el presidente Putin consiguió en China su aliado ideal.

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Además, la respuesta a la hostilidad del contexto internacional no se dio solo en Siberia. El lunes, en medio del Foro Económico Oriental realizado en Vladivostok, al oriente de Rusia, Putin y el presidente chino, Xi Jinping, tomaron vodka, prepararon comida típica rusa y en un clima de extrema cordialidad se comprometieron a fortalecer los vínculos comerciales entre sus países. El mandatario chino dijo que la atmósfera geopolítica cambia rápidamente y que los imprevisibles comportamientos de algunos Estados en materia comercial hacen necesaria no solo una alianza militar, sino también económica.

“Nos opondremos conjuntamente al unilateralismo y al proteccionismo comercial, promoveremos un nuevo tipo de relaciones internacionales (...) y promoveremos soluciones políticas a los problemas y conflictos actuales, defenderemos resueltamente los objetivos y principios de la carta de la ONU”, dijo Xi. Los dos gobernantes ya habían dado pistas de sus acercamientos comerciales en la octava Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, la cual efectuaron el 9 de junio, curiosamente en la misma fecha del G7 en Canadá. Esta semana, los coqueteos entre rusos y chinos parecen sellados definitivamente.

Nada de eso es una casualidad. Las maniobras militares en Siberia y el encuentro en Vladivostok forman parte de la misma estrategia integral. El objetivo principal es claro: demostrarle al mundo, y particularmente a las potencias occidentales, que hay fuerzas dispuestas a enfrentar sus aspiraciones globales y con capacidades militares y económicas suficientes para amenazar su hegemonía en el mundo.

Putin y Xi se reunieron en el Foro Económico Oriental en Vladivostok. El presidente chino destacó la "intensa relación" que hay entre su gobierno y el de Putin, y resaltó que sus políticas están "estrechamente vinculadas" a las del Kremlin. 

En lo militar, el tamaño de la movilización en Siberia sirve de advertencia para quienes creen posible detener el crecimiento ruso por medio de sanciones económicas. En lo comercial, China y Rusia se ofrecen como los adalides del libre mercado, condenan el proteccionismo comercial y defienden la ONU como el foro de negociación entre los Estados. Es decir: quieren asumir el papel que hace cinco o diez años hubieran desempeñado Estados Unidos, Francia o Reino Unido.

El nombre de la demostración Vostok, que significa oriente en ruso, resume la estrategia. La alianza sino-rusa quiere conformar un frente oriental que asuma el centro nodal del mundo a corto y mediano plazo. Y en Siberia, sin enfrentamientos reales pero con advertencias directas, Putin y Xi, honrando al ancestral teórico de la guerra Sun Tzu, empiezan a luchar y a inclinar la balanza sin combatir.