Conflicto en Ucrania
Después del bombardeo a la ciudad de Leópolis, no hay lugar seguro en Ucrania
La ciudad, cercana a la frontera con Polonia, era un sitio relativamente seguro desde el inicio de la invasión.
En un hotel del oeste de Ucrania en el que se alojan varias familias desplazadas, un empleado de la limpieza barría cristales rotos entre lavadoras y tendederos, tras el impacto de un misil ruso en un garaje cercano durante el desayuno.
Cinco misiles rusos cayeron en la ciudad ucraniana de Leópolis, en el oeste del país, el lunes, matando a siete personas e hiriendo a ocho, según las autoridades locales.
Al lado del hotel, al menos un misil alcanzó un taller mecánico con vistas a las vías del tren, en la parte occidental de la ciudad. En el patio trasero del establecimiento, los copos de nieve iban cayendo sobre un mar de cristales rotos.
Una mujer, de unos 70 años aproximadamente, afirmó que había llegado al hotel hacía unas semanas, tras haber sido evacuada de la región de Lugansk, en el este de Ucrania.
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“Apenas habíamos acabado de comer, queríamos volver a nuestras habitaciones, cuando oímos la explosión”, dijo, sin precisar su nombre.
Leópolis se ha librado en gran medida de los bombardeos que Rusia ha perpetrado en otras partes del país desde que inició su invasión, el 24 de febrero. La ciudad y sus alrededores se convirtieron en un remanso de relativa paz para quienes huían de los combates en el este del país, buscando refugio.
En la primera planta del hotel, mujeres y niños abrigados con gruesas chaquetas desplazaban sus bolsas de una habitación a otra, a la espera de más indicaciones y de saber si debían o no cambiar de lugar. Entre sus pertenencias se encontraba un cesto para gatos.
Sin “lugares seguros”
En el vestíbulo, una trabajadora de un banco, que afirmó llamarse Natalia, explicó que estaba tratando de encontrar 20 habitaciones en algún lugar para varias familias a quienes ayudó a huir de los combates en el este.
“Nuestra gente se sentía afortunada de poder estar en la sala de desayunos”, explicó la mujer, enfundada en un abrigo azul claro.
Según dijo, tanto ella como otros voluntarios pensaban que Leópolis era un lugar seguro para los desplazados.
“Hoy, entendimos claramente que no tenemos ningún lugar seguro en Ucrania. Es muy peligroso”, comentó, antes de dirigirse a la siguiente habitación.
Iryna, la gerente del hotel -que prefirió no decir su apellido-, afirmó que nadie había resultado herido en el hotel pero, aún sí, seguía alarmada.
“Teníamos a muchos clientes en el hotel procedentes de otras ciudades de Ucrania”, señaló.
Cuando las sirenas empezaron a sonar poco antes de las 08H00, dijo Iryna, algunos no hicieron caso porque pensaban que los avisos en Leópolis no eran tan serios como los emitidos en las regiones de las que huyeron.
“Muy rápido”
Unos cientos de metros más allá, junto a una tienda de neumáticos en llamas, los bomberos inspeccionaban un cráter abierto en medio de la calle, con varios chasis de autos calcinados a su alrededor.
Los trabajadores municipales, ataviados con chalecos reflectantes de color naranja, se afanaban en limpiar los escombros a ambos lados de las vías del tren.
Poco después de que la segunda alarma de bombardeo dejara de sonar, un tren pasó lentamente bajo los escombros. Los pasajeros, incluyendo a un niño, observaban desde un montículo cercano a los periodistas que se arremolinaban en torno al lugar bombardeado.
Al otro lado de la calle, el policía Orest Mazin esperaba a que sus compañeros llegaran para inspeccionar su coche familiar, un Mercedes plateado.
Estaba conduciendo junto a las vías de tren cuando el misil llegó de repente y cayó entre los árboles, explicó. “Pasó justo delante de mí”, dijo, todavía conmocionado. “Pasó tan rápido que ni siquiera escuché la explosión”, añadió.
En el parabrisas de su coche se apreciaba un agujero, abierto por un trozo de metal. Dentro del auto todavía le esperaba su comida: estofado de patata y pechuga de pollo.
*Con información de la AFP.
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