AGENDA
Diez temas cruciales en el mundo para el 2018
SEMANA le cuenta los temas que habrá que monitorear de cerca en este año. Juntos o por separado, podrían definir el futuro del planeta.
1. Los dos cocos de Trump
Este año el presidente de Estados Unidos se va a jugar su cargo con dos temas que marcarán la agenda mediática. El primero son las elecciones de medio mandato, en las que republicanos y demócratas se van a disputar 36 Gobernaciones, las 435 curules de la Cámara de Representantes y 33 escaños del Senado. Las expectativas no podrían ser mayores, pues tradicionalmente esos comicios son un gran plebiscito sobre el desempeño presidencial. Y puesto que desde que se posesionó la popularidad de Trump se ha mantenido por debajo del 40 por ciento, hay buenas posibilidades de que su partido pierda las mayorías que tiene en la Cámara y el Senado. Todo lo cual significa que los demócratas podrían contar con un número suficiente de congresistas y senadores para someterlo a un juicio político, con vistas a su impeachment (destitución). El segundo coco del presidente es la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre el apoyo indebido que Rusia le prestó a su campaña, que el año pasado dejó tras las rejas a su exdirector de campaña, acusados a otros tres de sus asesores (entre ellos su exconsejero de Seguridad) y en la mira de la Justicia a varias personas cercanas a Trump, entre ellas su hijo Donald Junior y su yerno Jared Kuschner. Aunque no se sabe cuándo va a terminar esa investigación, la velocidad y la eficacia con la que se está desarrollando han llevado a Trump a hablar de “una caza de brujas” y a politizar la cuestión pintando a Mueller (un republicano de toda la vida) como un títere de los demócratas. Por eso, no se puede descartar que el choque de trenes continúe y que Trump prefiera desencadenar una crisis constitucional y eche a Mueller antes de que termine su investigación. Para no hablar de que recurra al fantasma del enemigo externo, algo muy peligroso para alguien con botón nuclear a la mano.
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2. Las guerras de Putin
El presidente ruso se anotó un golazo con la organización de la próxima Copa Mundo y es previsible que durante el verano boreal le saque el mayor provecho político a ese magno evento deportivo. Sin embargo, este año la atención de Moscú se va a concentrar en impedir que la crisis económica que dura ya cuatro años marque la agenda mediática y ponga en riesgo la reelección. En buena medida, por eso la comisión electoral rusa invalidó la candidatura del bloguero anticorrupción Alexéi Navalni, conocido como el principal opositor de Putin. Pero eso no es todo. Desde hace varios meses los medios de comunicación han reforzado el mensaje de campaña del presidente, que consiste en pintar a Rusia como un país asediado y bajo ataque, que además debe prepararse para nuevas confrontaciones. De ahí su creciente discurso nacionalista, la advertencia de que puede ser necesario adoptar una economía de guerra o la financiación estatal de grupos paramilitares como la Guardia Nacional Rusa (que ya cuenta con 330.000 hombres armados). Todo lo cual ha estado acompañado por una especie de carrera armamentista unilateral reflejada en un vertiginoso ascenso en el gasto militar, que hoy corresponde a más del 5 por ciento del PIB nacional. Los éxitos militares en Georgia, Ucrania y Siria (que su Ejército pintó como “una gran victoria”) dejaron entre las elites rusas la sensación de que la guerra es el escenario idóneo para brillar en la escena internacional. Ya algunos medios norteamericanos han advertido que Putin se prepara para la tercera guerra mundial.
3. El año del dragón
La crisis de la democracia, las fisuras de la Unión Europea y la errática política exterior de Donald Trump le abrieron el año pasado una autopista a las aspiraciones de liderazgo mundial del gigante asiático. En efecto, en el discurso que pronunció en el Congreso del Partido Comunista chino, el presidente Xi Jinping advirtió que esa fecha marcaba el comienzo del “sueño chino”. También, consolidó su poder y sentó las bases de un régimen personalista similar al de Mao Zedong. Por eso, durante los próximos 12 meses es esperable que China se mueva en la dirección que Xi le ha trazado. Es decir, que consolide el inesperado liderazgo comercial, ambiental y tecnológico que su país ha adquirido gracias al repliegue de Estados Unidos en todos esos campos. Pero ahí no se acaba la cosa, pues China ha realizado en los últimos años enormes inversiones para modernizar su Ejército, imponer su ley en Asia y expandir su rango de acción más allá de su entorno inmediato. En efecto, Xi les dijo el miércoles en un mitin con 7.000 soldados que sus Fuerzas Armadas debían “estar siempre listas para el combate y convencidas de la victoria”. Esta nueva beligerancia china puede resultar explosiva en regiones como el mar del Sur de la China o el Pacífico Norte, donde China mantiene disputas territoriales con casi todos sus vecinos. Pero también, puede ser un factor de disuasión en la crisis de Corea del Norte, un país con armas nucleares aliado de Beijing al que el Pentágono amenazó en noviembre con una invasión terrestre.
4. ¿Bajará la tensión nuclear?
Kim Jong-un, líder supremo de Corea del Norte, jugó a comienzos de enero una carta inesperada: abrió la puerta para iniciar conversaciones con Corea del Sur sobre la tensión que despertó su arsenal nuclear el año pasado. Aunque Seúl no ha confirmado oficialmente que acepta la propuesta del país vecino, sí dio un voto de confianza: invitó a Corea del Norte para que envíe una delegación de deportistas a los próximos Juegos Olímpicos de Invierno. Hábilmente, Kim dejó por fuera de su declaración a Estados Unidos, lo que manda un mensaje claro y fuerte: el presidente Donald Trump no es un interlocutor válido para el régimen norcoreano. Trump, en vez de privilegiar una salida diplomática a las fuertes tensiones con el país asiático, pronunció respuestas igual de agresivas y sin espacio para el diálogo. En una de sus más recientes declaraciones, el presidente republicano afirmó que tenía “un botón nuclear más grande que el de Kim”, demostrando así el nivel tan bajo al que cayó la discusión del tema más importante de seguridad internacional de la última década. Con este tipo de respuestas, Estados Unidos perdió la oportunidad de liderar una solución diplomática y le dio el espacio suficiente a Kim para llevar la batuta. No lo ha hecho mal: Corea del Sur, uno de los grandes aliados norteamericanos en el Pacífico Este, está dispuesto a dialogar. Aunque resulta poco probable que las conversaciones logren desarmar a Corea del Norte, sí podrían disminuir la tensión y evitar que Kim siga lanzando más misiles de prueba… por el momento.
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5. Se acaba el califato, pero no el terrorismo
Las batallas de Mosul y de Al Raqa le pusieron punto final al califato que Estado Islámico (Isis) fundó entre Siria e Irak. Sin embargo, no acabaron con su estructura operativa y dejaron sin ‘trabajo’ a miles de yihadistas, que pasaron a la clandestinidad y podrían regresar a sus países de origen para continuar allá sus ataques. En ese sentido, el gran temor de los expertos es que estos unan sus fuerzas con Al Qaeda, pues los objetivos, los métodos y la ideología de ambos grupos son compatibles y lo único que les ha impedido aliarse es el odio que se profesan sus líderes. Por eso, los informes no confirmados sobre la muerte del cabecilla de Estado Islámico, Abu Bakr al Bagdadi, podrían unificar el mando de la yihad mundial. De cualquier modo, es altamente improbable que cesen los atentados inspirados por esos grupos, es decir, los que cometen discretos seguidores, que emprenden ataques suicidas en los que usan vehículos o armas blancas y le juran lealtad a alguno de esos grupos cuando ya han cometido sus masacres. Por eso, todo apunta a que van a continuar los atentados contra blancos fáciles y muy mediáticos como los sitios turísticos, los aeropuertos, los conciertos de música y otras grandes aglomeraciones de Europa y Norteamérica. Todo lo cual puede exacerbar aún más los sentimientos antimusulmanes de muchos votantes de esas regiones y darles aún más fuerza a los movimientos y gobiernos de extrema derecha que desde hace una década se están apoderando de las democracias.
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6. El futuro del poder iraní
Las protestas que sacudieron las calles de al menos 80 ciudades en Irán se diluyeron al final de esta semana. La república islamista dominó el discurso al señalar como autores y promotores de las protestas a Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita, y no dudó en utilizar su fuerza policial. La breve erupción de ira estuvo más relacionada con la subida de los precios de distintos productos que con exigencias para que hubiera un cambio de régimen, pero rápidamente las protestas desencadenaron disturbios y la Policía no dudó en reprimir a los ciudadanos, lo que dejó un saldo de 21 muertos. El primer ministro Hasán Rohaní y el ayatolá Alí Jameneí controlaron la situación, y ya el gobierno anunció que aplazará la subida de los precios. Irán no puede darse el lujo de protestas internas si quiere continuar su protagonismo en los conflictos más importantes de la región. Junto a Rusia, este año definirán parte del futuro de Siria y del régimen de Bashar al Asad. Por otro lado, Rohaní seguirá midiendo fuerzas con Mohamed bin Salman, príncipe saudí, en la guerra de Yemen, una de las grandes crisis humanitarias del siglo XXI. Finalmente, en 2018 se definirá el porvenir del acuerdo nuclear firmado en 2015, pues Donald Trump lo ha torpedeado sin descanso. Probablemente, Teherán seguirá afirmando que ha cumplido con todos los puntos del acuerdo, y para el bienestar de la región, y del mundo, no romperá lo logrado, como sí lo quiere hacer Trump. Un pronóstico muy reservado.
7. ‘Votatón’ en América Latina
En 2018 ocho países celebrarán elecciones, de las cuales seis serán presidenciales. Por eso, desde febrero hasta bien entrado octubre la región estará pendiente de Costa Rica, Paraguay, México, Colombia, Brasil y Venezuela. En todos, el hastío con la clase política tradicional, el desencanto con la democracia, la corrupción tanto de la izquierda como de la derecha, la epidemia de violencia y el aumento de la desigualdad pueden dar sorpresas electorales y catapultar a la Presidencia a un antipolítico. Esto se aplica en particular a Brasil y México, las mayores economías de la región y también los países más corruptos y desiguales del hemisferio. En el primero, el fracaso del gobierno de Enrique Peña Nieto tiene punteando las encuestas al izquierdista Andrés Manuel López Obrador, un populista clásico que ha sabido presentarse como el abanderado de la anticorrupción. En Brasil, la crisis política, social y económica que desencadenó el escándalo de Odebrecht tiene con buenas posibilidades de llegar al Palacio de Planalto al ultraderechista Jair Bolsonaro, que apoya los gobiernos militares y se presenta con orgullo como ‘el Trump brasileño’. Por otro lado, hay que ver si se confirma el giro a la derecha que comenzó en Argentina, Perú, Brasil y Chile.
8. Cataluña busca su estabilidad
Las elecciones especiales del 21 de diciembre en Cataluña bajaron la tensión que vivió la región en los últimos 3 meses, pero incrementaron la incertidumbre. Técnicamente, los partidos independentistas (Junts per Catalunya, ERC y la CUP) obtuvieron la mayoría absoluta del nuevo Parlamento al sumar 70 de los 68 escaños necesarios. Sin embargo, 8 parlamentarios tendrán dificultades para ejercer su labor, pues huyeron de España, como Carles Puigdemont, o están presos, como Oriol Junqueras. Ciudadanos (partido derechista que obtuvo la mayor cantidad de votos) quiere aprovechar esa situación, pues si los jueces determinan que no puede haber un presidente del Parlamento catalán preso o fuera de España, probablemente la Presidencia quede en mano de los constitucionalistas, lo que sería un durísimo golpe para el separatismo. Sin importar quién logre imponerse en el Parlamento regional, este gobierno deberá buscar en 2018 un mayor fortalecimiento financiero, pues debe convencer a las empresas a volver al país y que no habrá ningún otro sacudón separatista que amenace la relativa calma del momento.
9. ‘Brexit’, segundo ‘round’
Reino Unido logró poner de acuerdo, como pocas veces con tanta contundencia, a cada uno de los 27 países miembros de la Unión Europea (UE). Todos han trabajado para que la unión se lleve la mejor parte del difícil y lento divorcio con los británicos. El pasado diciembre finalmente se cerró la primera parte de la negociación y comenzó la cuenta regresiva de los dos años para definir las relaciones comerciales entre el Reino Unido y la UE. Muchos de los puntos más importantes de esta segunda parte quedarán definidos en 2018, por lo que Theresa May y David Davis, su secretario para el brexit, deberán trabajar de sol a sol para calmar las fuertes críticas de los parlamentarios de su propio partido, que quieren un brexit duro y pocas concesiones a la Unión. Pero todo indica que las negociaciones de 2018 estarán marcadas por un tire y afloje permanente, sobre todo en el punto de la transición económica. El secretario Davis manifestó, en una columna publicada por The Daily Telegraph el 2 de enero, que su país buscará por todos los medios que las mismas reglas comerciales de los últimos años sigan vigentes con la UE después de que se concrete la salida. Definitivamente, este punto tomará gran parte del tiempo de las negociaciones, pues, a diferencia de la primera etapa, en este segundo round los miembros de la UE tendrán posiciones encontradas, ya que muchos de ellos tienen una estrecha relación comercial (sobre todo en cuanto a las exportaciones) con los británicos. Sin duda, un año clave para uno de los procesos más importantes de la historia británica y europea.
10. Otra burla a la democracia venezolana
El oficialismo venezolano, encabezado por el presidente Nicolás Maduro, arrasó en todas las votaciones de 2017 y le cerró el paso a la oposición, tal como ocurre en países dictatoriales como China, Cuba o Rusia. Maduro logró imponer una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) totalmente leal al régimen y el chavismo conquistó casi todas las Gobernaciones y Alcaldías del país. Por eso, todo indica que la elección presidencial de este año no dará ninguna sorpresa, pues cuenta con un presidente-candidato dispuesto a quedarse a cualquier precio en el Palacio de Miraflores para el periodo 2019-2025. La oposición no solo ha sufrido los golpes del autoritarismo, sino también peleas internas que paulatinamente la han debilitado. Eso, sumado a que Maduro afirmó que los opositores no podrían participar en las elecciones, indica que este año la crisis democrática venezolana no hará otra cosa que agravarse. En este escenario, las conversaciones entre el gobierno y la oposición (Primero Justicia, Nuevo Tiempo, Acción Democrática y Voluntad Popular) en República Dominicana representan la única esperanza para llegar a un acuerdo democrático. Sin embargo, las expectativas se mantienen bajas, pues una de las exigencias de la oposición choca directamente con el régimen: quieren que se reconozca a la anterior Asamblea Nacional (de mayoría opositora), pero las elecciones presidenciales solo pueden ser convocadas por la ANC (de mayoría chavista). Mientras tanto, millones de venezolanos esperan que la hiperinflación, la falta de alimentos y la delincuencia hagan su vida cada vez más intolerable. n