DIVORCIO EN LA ALIANZA ATLANTICA
El embargo norteaméricano al gasoducto soviético está creando una brecha entre Europa y Estados Unidos
Los gobiernos europeos han decidido ignorar las sanciones contra la Unión Soviética decretadas por la administración norteamericana, y proseguir la construcción de turbinas, rotores y otros materiales destinados al gasoducto siberiano. (Ver SEMANA del 6 al 13 de julio.).
La resolución del presidente Reagan de extender el embargo de los productos de alta tecnología para la URSS, a las filiales de Estados Unidos en Europa y a las empresas europeas con patente norteamericana, ha encontrado una oposición total por parte de los principales países involucrados: Alemania, Inglaterra, Italia y Francia.
En Inglaterra, Margaret Thatcher confesó su determinación de resistir a las presiones de los Estados Unidos mientras que su ministro de comercio, Peter Ress, manifestaba ante la Cámara de los Comunes que el gobierno no vacilará en ordenar a las empresas, incluso a las filiales norteamericanas no acatar las decisiones del presidente Reagan. El canciller alemán, Helmut Schmidt, declaraba, por su parte, en los Estados Unidos: "Europa no puede aceptar una medida que tiende a extender la soberanía de los Estados Unidos sobre las empresas de la Comunidad Económica Europea".
Dos días más tarde el gobierno francés aseguró, en un comunicado, que "los contratos firmados por las sociedades francesas para la construcción del gasoducto siberiano serán cumplidos y que "la entrega del material será efectuada como lo previsto," en 1982.
Una declaración del gobierno italiano hecha pública el 24 de julio, iba en el mismo sentido. "¿A dónde va el gobierno Reagan?--preguntaba en primera página el matutino italiano "La Stampa"--Ha desarticulado el sistema monetario internacional con su régimen de altas tasas de interés, bloqueó el proceso de distensión que gobernó las relaciones internacionales en los últimos veinte años, y creó la más grave crisis de la post guerra entre Europa y Estados Unidos"
Los Estados Unidos no han logrado obtener, pues, la adhesión de sus aliados en esta cruzada comercial contra la Unión soviética, cuyos fines ideológicos y estratégicos habían sido explicados ampliamente. Washington, que siempre ha considerado sus relaciones económicas con el Este como un arma política, no había ocultado su oposición a la participación europea en la construcción del gasoducto, desde la conferencia cumbre de Ottawa en 1981. Pero el golpe del general Jaruzelski en Polonia, el 13 de diciembre pasado, ha servido de excusa para incrementar el boicot comercial.
Estados Unidos teme, según dijo su embajador en París, Evan Galbraith, que la solvencia financiera lograda gracias al gas, cuya producción pasará de un trillón de pies cúbicos, fortalecerá la posición estratégica y militar de la Unión Soviética.
Los europeos no parecen dispuetos a participar en esa guerra comercial que "podría convertirse, dijo el canciller alemán, en el comienzo de una guerra fría "De hecho han comenzado a responder en forma irreverente a Washington: un banquero alemán, por ejemplo, reveló que está advirtiendo a sus clientes contra acuerdos de cooperación con firmas norteamericanas. "Si somos vulnerables en la Unión Soviética, podríamos también encontrarnos embargados en el Medio Oriente, Africa o Latinoamérica, y eso no podemos aceptarlo" explicó.
La oposición europea al embargo también se explica por sus incidencias económicas: el contrato del gasoducto representa, en efecto, tres mil millones de dólares de cifra de negocios y veinte millones de horas de trabajo, lo que, además de favorecer la actual mutación de algunos sectores siderúrgicos, permite salvaguardar numerosos puestos de trabajo.
En el mismo catálogo de razones por las cuales se oponen al embargo norteamericano, los europeos mencionan la incoherencia de la política de los Estados Unidos. "Si los norteamericanos quieren respetar el embargo señaló Michel Jobert, ministro francés de comercio, no exporten los ocho millones de toneladas de cereales hacia la Unión Soviética" Y agregó: "Si Washington quiere presionar a Moscú debe conocer también el precio: no importar uranio y metales preciosos de la Unión Soviética" El "divorcio progresivo" que, según el ministro de Relaciones Exteriores, Claude Chaysson, se instala entre los Estados Unidos y Europa se ha visto agravado por la decisión norteamericana de mantener los gravámenes compensatorios (de 16 a 43%) impuesto a los aceros provenientes de la CEE.
Instaurada el 11 de junio, esa política condena a la quiebra numerosas empresas europeas, pone en peligro la política de reestructuración industrial emprendida por los países del mercado común en ese sector particularmente afectado por la crisis que ignora, sostienen los expertos de Bruselas, los acuerdos a los que habían llegado la CEE y los Estados Unidos en 1978.
Las contradicciones comerciales entre Estados Unidos, Europa y Japón no son nuevas. No en vano nacio la Comisión Trilateral--que entre otras cosas impulsó el ascenso de James Carter al gobierno--destinada a compatibilizar intereses que competían y compiten peligrosamente sobre los mismos mercados y fuentes de materias primas.
Con todo los europeos aplazaron el 21 de julio la reducción de un 10% de sus exportaciones hacia los Estados Unidos, solución que fue, inmediatamente rechazada por el gobierno de Reagan que exige el 35%. Es decir, disminuir la parte europea, en el mercado norteamericano, hasta alcanzar un 5%.
En última instancia, y después de innumerables transacciones para unificar las posiciones de los gobiernos europeos, los ministros de la industria encargados de la negociación han confiado a la comisión de la CEE establecer "un acuerdo global" con los Estados Unidos. Aceptada, en principio, por el gobierno norteamericano, esta nueva etapa de conversaciones entre los aliados occidentales podría terminar en la primera quincena de agosto.
La determinación europea antiembargo parece, en todo caso, absoluta: "Si los Estados Unidos insisten en su actitud injuriosa y descarada, dijo el ministro francés de comercio, Michel Jobert, provocarán un vivo descontento, debilitarán la alianza atlántica y --favorecerán-la escalada de represalias".
Es que Francia, a través de la firma Alsthom Atlantic, nacionalizada el año pasado por Mitterrand, ha de suministrar a los soviéticos 40 de los 125 rotores de turbina que el gasoducto requiere, contrato que vale, él solo, 400 millones de francos (58.8 millones de dólares). Tal firma construye los rotores bajo patente de la General Electric.
Por otra parte, un análisis secreto hecho por el Departamento de Estado sobre las repercusiones de una posible reducción de las exportaciones hacia la Unión Soviética, parece militar en favor de los gobiernos europeos.
Publicado en exclusivo por el "Washington Post" el 24 de julio, ese estudio revela que si el comercio se redujera un 50% en 1982 y 1983 la Unión Soviética perdería unos 4.500 millones de dólares, mientras que para el Occidente representaría una disminución del producto nacional bruto de 30.000 millones de dólares en el mismo lapso.
Los europeos que, aunque limitado, necesitan su comercio con los países del Este, se preguntan si, después de todo, el presidente Reagan no estaría sirviéndose de Europa para la campaña electoral, según una táctica que consistiría en mostrarse intransigente frenta a los soviéticos y a los productos europeos--lo que daría satisfacción a los conservadores--y generoso con los granjeros, lo que explicaría su buena disposición para vender, en pleno embargo, cereales a los Soviéticos. -