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La despedida del jefe del FBI y la huella rusa
Las pobres explicaciones dadas por Trump acerca del despido de James Comey, director del FBI, le dan peso a la teoría de la participación rusa en su campaña y posterior victoria. El magnate aseguró que tiene "derecho" a compartir información con Rusia.
Por: Maria Carmenza Arenas
La abrupta despedida, el pasado martes, del director del FBI, James Comey, por parte del presidente Donald Trump, ha servido para alimentar las sospechas sobre la colaboración entre su campaña presidencial y el esfuerzo de los rusos para afectar sus resultados. La pregunta es la de si Trump está tratando de ocultar las huellas dejadas por los rusos e investigadas por el FBI.
La propia Hillary Clinton, en declaraciones recientes, reconoció que las acciones del gobierno ruso, que penetró los computadores de su campaña y diseminó, a pocos días de las elecciones, algunos correos del director de la misma y otros miembros de su equipo, habrían contribuido a su derrota. Así mismo, culpó al director del FBI, quien faltando dos semanas para la votación, informó al Congreso que había reabierto la famosa investigación sobre sus correos electrónicos, manejados a través de un servidor privado y no del oficial del Departamento de Estado. El caso de los correos electrónicos de Hillary había sido muy criticado por la prensa y analizado hasta el cansancio.
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El segundo informe del director del FBI al Congreso sobre el descubrimiento de cientos de miles de “nuevos” correos electrónicos de Hillary, en el computador del esposo de su ayudante, Huma Abedin, azuzó y alimentó el escándalo en la prensa. Cuando Comey, pocos días después, corrigió esta información y certificó que no se trataba de nuevos correos sino de los mismos que ya se conocían, y que además ninguno estaba marcado como TOP SECRET, ya era tarde. En la mente de muchos norteamericanos había quedado impresa la imagen de una Clinton corrupta. “Enciérrenla”, Trump había exclamado en varias de sus manifestaciones. Sus seguidores repetían “enciérrenla, enciérrenla”.
Las contradictorias explicaciones del Gobierno estadounidense
El presidente de los Estados Unidos tiene la facultad de despedir al director del FBI. Sobre este punto no existen dudas. Las pregunta que políticos, dirigentes privados y los medios se hicieron fueron: por qué lo hizo en esta forma, por qué no le pidió la renuncia, por qué lo hizo en este momento, cuando la investigación sobre posible colusión entre la campaña de Trump y los rusos está avanzando de manera decidida.
La explicación inicial del propio Trump, que fue recogida en su carta del martes para echar a Comey, fue la de que el fiscal general y el vicefiscal habían recomendado su despido como director del FBI. “He aceptado su recomendación y usted, por este medio, está siendo despedido y apartado del despacho, con efecto inmediato”.
El presidente dejó constancia, en la misma carta, que el director, en tres ocasiones distintas, le había informado que Trump mismo no estaba bajo investigación.
El vicefiscal general, Rod Rosenstein, en un memo que fue entregado a Trump señaló que no podía defender el manejo que Comey le había dado a la investigación de los correos de Hillary. “La manera en que el director manejó la conclusión de la investigación de los e-mails fue equivocada. Como resultado de lo anterior, es poco probable que el FBI pueda recuperar la confianza del público y del Congreso, hasta que tenga un director que entienda la gravedad de los errores y prometa que nunca los repetirá”.
Que Trump hubiera botado al director del FBI por el manejo equivocado de los correos de Hillary fue un cuento que los periodistas, comentaristas, políticos y opinión pública, en general, no se comieron. Aún estaban frescos en la memoria de todos los comentarios de Trump aplaudiendo las críticas de Comey a Hillary: “Se requieren agallas para hacer lo que hizo”, había dicho.
El vicepresidente Pence y el equipo de comunicaciones de la Casa Blanca habían decidido la estrategia de solicitar estos memos a la Fiscalía, con las “razones” que justificaran el despido del director del FBI. Habían acordado sus términos. En consecuencia, todos ellos salieron a secundar estas explicaciones ante los medios y la opinión pública.
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Pero como ocurre frecuentemente con Trump, cambia los argumentos de un momento a otro y no le importa hacer quedar mal a sus colaboradores o echarles la culpa por sus propios errores.
El jueves Trump dio una entrevista a Lester Holt de NBC, y declaró que ya había planeado despedir a Comey, desde antes de recibir la recomendación de la Fiscalía. “Él es un fanfarrón”, dijo.
“Yo sé que no estoy bajo investigación, añadió. Indicó que se lo había preguntado directamente y el jefe del FBI le había confirmado que no. Expertos y abogados opinaron que era impropio que un posible investigado lanzara esta pregunta a su investigador, y que este último respondiera.
La anterior declaración servirá también de base para la investigación que se avecina sobre el despido de Comey.
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En todo caso, esta entrevista de Trump alimentó la creencia, entre casi todos los demócratas, no pocos republicanos y algunos sectores de la opinión de que, con el despido del director del FBI, el presidente estaba intentando debilitar la investigación sobre la posible colusión de su campaña con los esfuerzos del gobierno ruso para intervenir en el proceso democrático norteamericano y favorecer al candidato republicano.
De acuerdo con la más reciente encuesta de NBC/WSJ, solo 29 por ciento de norteamericanos aprueba la echada de James Comey, 39 por ciento la desaprueba y 32 por ciento dice que no tienen suficiente información para opinar.
Entre los encuestados que se consideran informados sobre el tema, 53 por ciento desaprueba la decisión del presidente y 33 por ciento la aprueba.
¿Obstrucción de justicia?
El debate esta semana (y en los días siguientes) está girando alrededor de si el despido de Comey, en estos momentos, se puede considerar un intento de obstruir la justicia. Y si los indicios existentes se constituyen en pruebas suficientes.
Preet Bharara, exfiscal en Nueva York, despedido por Trump por no haber aceptado su tesis de la legalidad de la prohibición al ingreso de musulmanes al país, señaló en una columna publicada por el Washington Post este lunes, que “cuando las acciones (del gobierno) se hicieron públicas, la gente sospechó de interferencia política y obstrucción...El alboroto se intensificó cuando resultó claro que las explicaciones iniciales fueron un mero pretexto...”
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En opinión de Laurence Tribe, profesor de derecho constitucional de la escuela de derecho de Harvard, el despido “representó un esfuerzo obvio de interferir con una investigación que envuelve asuntos de seguridad nacional mucho más serio que el “robo de tercer orden” que Nixon usó para encubrir Watergate”.
Por su parte, el senador demócrata Richard Durbin declaró a MSNBC: “Pienso que tenemos que llegar al fondo de esto. El presidente Trump es peligroso”.
Los rusos felices
Al día siguiente del despido del director del FBI, el secretario de Relaciones Exteriores y el embajador de Rusia se reunieron con el presidente Trump en el despacho oval de la Casa Blanca. La prensa norteamericana no tuvo acceso al encuentro. Tan solo un fotógrafo ruso de la agencia TAS tuvo la oportunidad de tomar fotos que fueron publicadas nacional e internacionalmente. Allí aparecen los altos funcionarios del régimen de Putin saludándose calurosamente con el jefe de estado norteamericano, muertos de la risa.
Ya algunos analistas comienzan a preguntarse si la verdadera razón para el despido del director del FBI fue la de ofrecerle su cabeza, en bandeja de plata, a los rusos. Al fin y al cabo, ese funcionario se había convertido en una piedra en el zapato, no solo para la Casa Blanca, sino para el régimen de Vladimir Putin. Donald Trump nunca ha ocultado su admiración por el déspota ruso y “por la manera firme y decidida como gobierna su país”.
La próxima reunión en Europa entre Putin y Trump va a resultar más amable. Por el momento, se ha desatado una nueva polémica a raíz de una publicación del Washington Post que asegura que al recibir la semana pasada en la Casa Blanca al canciller ruso Sergei Lavrov, Trump reveló indebidamente información de seguridad altamente clasificada. El magnate no lo desmintió, al contrario defendió su "derecho absoluto" a compartir con Rusia "hechos sobre terrorismo y seguridad aeronáutica".