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Dos de cada tres estadounidenses piden un mayor control de armas tras masacre en Texas
El sondeo fue elaborado por la firma Morning Post para Politico, compara este nivel de apoyo a las restricciones con otros ataques recientes.
Un 65 % de los estadounidenses son partidarios de imponer controles más estrictos para la tenencia de armas tras el tiroteo perpetrado el pasado martes en una escuela primaria de Uvalde (Texas), aunque entre los republicanos siguen siendo una minoría.
El sondeo, elaborado por la firma Morning Post para Politico, compara este nivel de apoyo a las restricciones con otros ataques recientes y lo sitúa en términos similares. Tras el reciente tiroteo en Buffalo, que dejó una decena de muertos, un 60 % respaldaron el endurecimiento de leyes.
La subida del nivel de apoyo se nota especialmente entre los republicanos, que pasan del 37 al 44 %, mientras que en el caso de los votantes independientes la subida es de diez puntos, hasta representar dos de cada tres.
Respecto a las medidas concretas, un 88 % de las 1.920 personas encuestadas está a favor de que se pida un certificado de antecedentes a todos los compradores de armas y un 84 % que se prohíba la venta a personas denunciadas por algún tipo de trastorno mental, mientras que un 75 % reclama una base de datos nacional que recoja todas estas adquisiciones.
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Menor apoyo recibe un potencial veto de las armas de asalto (67 %) o dotar al personal de centros educativos de armamento (54 %), según el sondeo.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha abogado por reabrir el debate sobre las armas tras la matanza de Uvalde, algo que ya intentó en vano Barack Obama durante sus ocho años en la Casa Blanca.
“¿Cuándo nos vamos a enfrentar al ‘lobby’ de las armas?”, preguntó Biden la misma noche del tiroteo en un discurso a la nación.
Un arma extremadamente letal usada en la masacre
El terrible saldo de la masacre cometida en la escuela primaria de Texas está vinculada con el hecho de que el asesino, Salvador Ramos, estaba equipado con una variante civil de un fusil de asalto militar concebido para dejar el mayor número de víctimas posibles en un tiempo récord.
Conocido en Estados Unidos como AR-15, es un fusil semiautomático que tiene múltiples versiones. Su diseño militar es M16, que puede ser descargado en modo automático.
Pero incluso antes, los AR-15, de venta libre, ya habían demostrado su triste eficacia en la serie de tiroteos que enlutaron a Estados Unidos.
“No existe diferencia importante entre (estos fusiles) y armas militares”, resaltó el Violence Policy Center, un centro de estudios especializado.
Bien sea durante la matanza perpetrada en julio de 2012 en un cine de Colorado (82 víctimas, 12 muertos), la masacre cinco meses después en una escuela primaria de Connecticut (26 muertos, 20 niños) o el atentado yihadista en diciembre de 2015 en San Bernardino en California (36 personas afectadas, 14 fallecidas), se usaron estos fusiles ligeros dotados de cargadores con gran capacidad, de hasta 30 balas y más.
El 1 de octubre de 2017, el sexagenario que disparó desde el piso 32 de su hotel en Las Vegas, dejando 58 muertos y alrededor de 500 heridos en medio de un concierto de música country, tenía varios de esos fusiles.
Un mes después, el hombre que asesinó a 25 personas en una iglesia de Texas, en pleno oficio religioso, también tenía un AR-15.
Al igual que Nikolas Cruz, el joven que sembró la muerte en el liceo de Parkland en Florida el día de San Valentín de 2018.
En ese mismo estado, en 2016, en un club gay de Orlando, más de cien víctimas cayeron bajo las balas de un solo agresor equipado con este fusil de asalto: 49 murieron y se constataron heridas muy graves en varios de los 53 sobrevivientes, dada la extrema velocidad de los proyectiles y su capacidad para destrozar tejidos.
“Estas armas son usadas para cometer actos terribles. Se les llama máquinas perfectas de matar. Propulsan a una velocidad vertiginosa, balas que atraviesan los cuerpos y causan carnicerías terribles”, declaró en aquel momento Joe Biden, entonces vicepresidente de Barack Obama.
En 1994, el Congreso estadounidense adoptó una ley que prohibió durante diez años los fusiles de asalto y algunos cargadores de gran capacidad. La prohibición expiró en 2004 y, desde entonces, nunca fue renovada pese a múltiples intentos. La idea de un retroceso legislativo en el tema se desvaneció.
De hecho, el mercado de estos fusiles extremadamente peligrosos tiene el viento en popa. Los fabricantes los presentan como objetos de caza, deportes o esparcimiento, o como la mejor respuesta a la necesidad de autodefensa de los estadounidenses.
Con información de Europa Press y AFP