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7.217 jóvenes de origen colombiano en riesgo de deportación por decisión de Trump
Este martes el presidente estadounidense anunciaría el fin de un programa que le ha dado a los hijos de los inmigrantes ilegales la posibilidad de permanecer legalmente en ese país. El mandatario le daría seis meses al Congreso para pensar en un reemplazo.
Una de las promesas de campaña más temidas del presidente Donald Trump está a punto de hacerse realidad este martes. De acuerdo con diferentes medios estadounidenses, se espera que el presidente anuncie el fin del programa DACA, que ha permitido a niños y jóvenes inmigrantes el vivir y trabajar tranquilamente en Estados Unidos sin temor a ser deportados.
La decisión de Trump se veía venir desde su llegada a la Casa Blanca. Después de meses de especulación sobre el futuro del programa, los medios estadounidenses han informado que el presidente anunciará el fin de DACA y daría al Congreso solo seis meses para pensar un reemplazo. Sin embargo, lo que decida Trump puede dejar en el limbo a más de 880.000 jóvenes inmigrantes, conocidos vulgarmente como los dreamers entre ellos a 7.217 de origen colombiano.
El programa de los dreamers, instalado durante la Presidencia de Barack Obama en 2012, buscaba beneficiar a esas personas que llegaron a Estados Unidos como niños y jóvenes indocumentados. De esa forma, el Gobierno buscaba combatir el creciente problema de la inmigración ilegal y al mismo tiempo darle la oportunidad a esas personas que crecieron en suelo norteamericano sin tener un pasaporte.
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Los defensores de los dreamers han salido a las calles desde que Trump asumiese como presidente. Foto: AFP
Antes de DACA, los dreamers se criaban como estadounidenses pero trabajaban ilegalmente y bajo la amenaza de ser deportados a un país que desconocían por completo. Aunque no les dio un camino a la ciudadanía, DACA ofreció a estos jóvenes una concesión temporal de protección contra la deportación y un permiso para trabajar legalmente en los Estados Unidos.
La elegibilidad se limita a las personas que han estado en los Estados Unidos desde junio de 2007, llegaron antes de cumplir los 16 años y no cumplieron 31 años antes de 2012. Un pasado judicial limpio y un certificado de que han cursado sus estudios de secundaria es un factor decisivo para ser elegidos.
Pero a pesar de sus esfuerzos, Barack Obama nunca logró que el Congreso le diera un apoyo mayoritario y el programa pasó legalmente mediante una orden ejecutiva. Esto, en otras palabras, significa que a Trump le bastará con una simple firma para dar por terminado con el programa.
Así, de este modo los 7.217 colombianos que se han acogido al programa desde su instalación en 2012 hasta el 31 de marzo de 2017, tendrán su futuro incierto. En el caso de que Trump suprima el programa y cumpla con su promesa, esos jóvenes volverán a ser indocumentados y, eventualmente, podrían perder sus permisos de trabajo, sus puestos, los seguros de salud, sus licencias de conducir.
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Pero sin duda lo más grave de la decisión es que los dreamers quedarían otra vez a la merced de las autoridades migratorias. En caso de eliminarse DACA, los más de 880.000 dreamers registrados en el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS, por sus siglas en inglés) correrían el riesgo de ser deportados a países que nunca conocieron y del que solo han escuchado hablar por sus padres.
Y aunque Colombia cuenta con un número alto de dreamers, no se acerca a las cifras que tienen por ejemplo México, Guatemala o El Salvador. De hecho, el país manito cuenta con 689.029 dreamers, una cifra mayor a la suma de los 24 países restantes que tienen dreamers. (Ver informe)
Quienes alaban el programa han dicho que DACA ha servido para controlar la inmigración ilegal y para darle una oportunidad a esos jóvenes de contribuir de una manera más positiva a la economía estadounidense. Para mantenerse en el programa, estos jóvenes deben demostrar cada dos años que están estudiando o trabajando legalmente y que, además, no han incurrido en delitos graves. Una prueba del éxito del programa es que las tasas de renovación son de más del 80 por ciento.
El republicano Paul Ryan ha invitado a Trump a recapacitar su decisión. Foto: AFP
De hecho, figuras tan destacadas como el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, han rechazado públicamente que se ponga fin al DACA y han pedido a Trump que recapacite y deje en manos del Congreso buscar una solución permanente. “Estamos hablando de niños que no conocen otro país ni otro hogar. Viven en un limbo que requiere de una solución legislativa”, ha dicho Ryan.
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Sin embargo, el programa instalado por Obama no ha sido ajeno a las críticas por parte del ala más radical de la derecha norteamericana. Los opositores del DACA dicen que el programa es un clásico ejemplo de la extralimitación presidencial que terminó afectando a los estadounidenses por nacimiento. Esto ha provocado que diez fiscalías estatales, encabezadas por Texas, dieran un ultimátum al presidente para que este martes cancele el programa. En caso contrario, lo impugnarán.
Y aunque en las últimas semanas el presidente Trump ha moderado su discurso en contra de la inmigración ilegal e incluso se ha solidarizado con los dreamers, lo cierto es que estará prácticamente obligado a anunciar el fin del programa. Algunos movimientos han advertido que Trump se enfrentaría a una oposición masiva si no mantiene su promesa de campaña para eliminarla.
Así que, ante la inminencia del anuncio de Trump, el alivio para los dreamers reposará en lo que quiera el Congreso estadounidense, que ha bloqueado durante cinco años la denominada ley DREAM (acrónimo en inglés de ley de fomento para el progreso, alivio y educación para menores extranjeros), la cual busca otorgar la ciudadanía a este grupo de personas.
Sin embargo, la historia reciente sugiere un futuro pesimista. Tanto George W. Bush como Barack Obama, con mucha más habilidad legislativa que Trump, gastaron considerable capital político en negociar una reforma migratoria sin éxito. A falta de legislación, la mejor esperanza de los dreamers puede ser la supervisión vigilante de sus partidarios en el Congreso para protegerse contra cualquier esfuerzo —ya sea por diseño o descuido— para sacarlos del país. Mientras tanto, los dreamers esperarán días más brillantes.