MUNDO
Drogadicto y mujeriego: así es Hunter, la oveja negra de la familia de Joe Biden
Los escándalos de Hunter Biden prometen seguir dándole dolores de cabeza al presidente electo de EE. UU. El hombre tuvo una aventura con la viuda de su hermano Beau, Hallie, y en 2019 se casó con la cineasta Melissa Cohen pocos días después de conocerla.
La familia del nuevo presidente no estará libre de rumores y turbulencias gracias a Robert Hunter Biden, conocido simplemente como Hunter, que era el apellido de soltera de su madre –Neilia–, fallecida en 1972 en un trágico accidente en el que él y su hermano Beau se salvaron milagrosamente. A los colaboradores de Joe Biden les sube un corrientazo por la espina dorsal cada vez que recuerdan que si él fue el talón de Aquiles de la campaña, bien puede seguirlo siendo durante el cuatrienio que comienza el próximo 20 de enero.
Hunter, como sucede en muchas familias, es la antítesis de su hermano mayor Beau, quien en el rol de soldado tuvo un elogiado desempeño en la guerra de Irak, en tanto que como abogado fue elegido dos veces fiscal general de Delaware y se le auguraba el triunfo en la puja por la gobernación de ese estado, de no haber muerto por cáncer.
El hermano menor, en contraste, fue expulsado en 2014 de la Armada, tras dar positivo por cocaína. Graduado como jurista en Yale, su carrera ha tenido más bajas que altas y su impericia ha salpicado peligrosamente a su padre. Como se recuerda, Donald Trump fue sometido al impeachment o juicio político en enero de este año, bajo acusaciones de que le ofreció 400 millones de dólares en ayudas al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, a cambio de que ordenara una investigación sobre los Biden. Ello en razón de que, desde 2014, Hunter había ocupado un lugar en la junta directiva de Burisma, importante productora de petróleo y gas de ese país, por un nada despreciable pago mensual de 83.000 dólares.
Según Al Hunt, columnista de The Hill y exeditor de Bloomberg, Hunter se ha aprovechado de ser hijo de un hombre tan prominente para obtener buenos contratos y ufanarse de su influencia. En el caso de Burisma, se cree que no era idóneo para el puesto y lo malo fue que la empresa resultó señalada de corrupción, para alarma en Estados Unidos, donde Joe Biden era el encargado de la política referente a Ucrania. Así, durante la campaña, Trump y sus adláteres, en contragolpe por el impeachment propalaron que, valiéndose de su investidura, el vicepresidente intrigó para que la investigación de la firma no destapara los supuestos malos manejos de su hijo.
Los adversarios republicanos también pusieron en duda a Hunter por sus relaciones con Elena Baturina, la mujer más rica de Rusia, según Forbes, y con fama de ejercer actividades fraudulentas, quien le habría dado 3,5 millones de dólares. También hablaron de nexos borrascosos del “primer hijo” en China.
“Es el escándalo de corrupción del siglo”, dijo Rudy Giuliani, exalcalde de Nueva York y abogado de Trump, al respecto de todas esas historias sobre Hunter, citando conflicto de intereses y visos de extorsión, pero ningún ilícito se ha probado, aunque las versiones sí le hicieron daño a la imagen de su progenitor. Analistas como el propio Al Hunt, también exeditor del The Wall Street Journal, opinan que el nuevo gobierno no se puede descuidar porque los republicanos mantendrán vivo el lío para su descrédito.
Su vida privada también ha hecho a Hunter vulnerable. El alcoholismo y la adicción a las drogas no solo le costaron su lugar en la Marina, sino que lo han puesto en líos con la justicia. En 1988 fue detenido en Nueva Jersey por posesión de sustancias ilegales. En 2016 casi se ve envuelto en un proceso cuando la policía encontró una pipa para uso de crack, la forma más adictiva de cocaína, en un auto que había rentado.
Tres años después saltó a los tabloides porque fue acusado de fumar la misma droga en el Archibald’s Gentlemen’s Club, en Washington D. C., donde era cliente habitual y gastaba miles de dólares en cada visita. Se trata de un lugar de strippers, a los cuales también es muy aficionado. Page Six, portal de chismorreo del New York Post, tabloide adepto a Donald Trump, asegura que otro de sus favoritos es el Larry Flynt’s Hustler Club, en la Gran Manzana, donde reporteros lo han visto muchas noches de farra, bebiéndose pequeñas fortunas en champaña, borracho y en compañía de una mujer que no es bailarina. “A la pareja se les suelen unir varias strippers, que usan juguetes sexuales en sus retozos con Hunter”, aseguró la publicación.
Su padre, de quien se dice que es muy afectuoso con su familia, reconoció la adicción de Hunter cuando Trump quiso echársela en cara durante uno de los debates presidenciales. “Él lo ha superado. Estoy muy orgulloso de mi hijo”, le contestó. Pese a ello, los trumpistas siguieron despedazando a Hunter: aseguraron que obtuvieron su laptop en un taller donde él lo había dejado para reparación y que allí encontraron fotos que demostrarían su afición a la pornografía infantil. Ruddy Giuliani le declaró a la prensa que le había entregado las pruebas al FBI, pero, al igual que con los presuntos votos ilegales con que Trump quieren desvirtuar la elección de Biden, no dio la mínima evidencia de ello.
La vida sentimental de Hunter también ha sido calificada de “colorida”. En 2017, tras 22 años de matrimonio, se divorció de Kathleen Buhle, madre de sus tres hijas y quien lo acusó de derrochar los fondos familiares en drogas y prostitutas. Harta de sus borracheras y luego de una juerga monumental con crack, Kathleen había echado de la casa a Hunter, quien empezó a pasar cada vez más a menudo las noches donde Hallie, la viuda de su hermano. La cosa terminó en romance a espaldas de su padre y su esposa Jill, quienes, al saberlo, expidieron un comunicado dándoles su apoyo.
Hace dos años terminaron y Hunter se vio envuelto en un nuevo alboroto de primera plana porque una stripper, Lunden Roberts, le entabló una demanda de paternidad de su hijo, nacido en agosto de 2018. Él se negó a reconocerlo, hasta que una prueba de ADN comprobó, a comienzos de este año, que si es el padre y aceptó sostener al niño, pero no se sabe si lo ve. En abril de este año tuvo otro hijo, pero con su esposa sudafricana Melissa Cohen, con quien se casó en secreto en 2019, unos dicen que diez, otros que seis, días después de conocerla.
Con todos estos antecedentes es posible que Hunter sea un frecuente motivo de titulares en los próximos años en Estados Unidos donde, quizás a causa de un rezago de nostalgia por su antiguo vínculo con la monarquía británica, la familia presidencial es objeto de una atención que raya en el fetichismo. Fue justo en ese país donde se acuñó la expresión First Lady o primera dama, para llamar a la esposa del presidente y, por extensión, lo que algunos consideran exagerado, a su hijo o hija se les suele denominar también First Son (primer hijo) o First Daughter (primera hija) respectivamente.
En todo caso, mientras que la primera dama es milimétricamente escrutada por su vestuario y la mínima palabra que profiere, sus retoños tienen que pisar con pies de plomo, dada la excesiva curiosidad de la prensa, incluso cuando son niños, que ha caído en maltrato. Así le sucedió a Chelsea Clinton, la hija única de Bill y Hillary Clinton, tildada indelicadamente de “fea”. Sus sucesoras, las gemelas Jenna y Barbara Bush, hijas de George W. Bush, marcaron una época en metidas de pata juveniles en la Casa Blanca: la primera fue arrestada por tomar cerveza en una discoteca sin tener los 21 años reglamentarios para hacerlo. En otra ocasión, ambas fueron pilladas tratando de ordenar la misma bebida mostrando la identificación de una amiga mayor de edad.
Con Donald Trump, la piedra de escándalo no han sido tanto los “primeros hijos”, sino el “primer yerno”, Jared Kushner, esposo de Ivanka Trump, la favorita del mandatario saliente. Junto con su esposa, este millonario ha sido uno de los principales asesores del presidente, quien lo puso al frente de asuntos tan críticos como la política sobre el conflicto palestino-israelí. Además de ser acusado de ostentar un excesivo poder con nula experiencia en gobierno, la serie documental Dirty Money, de Netflix mostró cómo ha sido multado múltiples veces por violar las leyes inmobiliarias de Nueva York y Baltimore.