REGULACIÓN
Los reyes Midas de la tecnología, al banquillo en el Congreso de EE.UU
Los presidentes de Amazon, Google, Facebook y Apple comparecieron ante el Congreso norteamericano, que investiga prácticas monopolísticas y amenaza con fraccionar a sus empresas en compañías más pequeñas.
El éxito arrollador de las legendarias empresas tecnológicas norteamericanas tiene un lado oscuro que la Cámara de Representantes ha sometido a examen. Es probable que Amazon se haya convertido en el comercio en línea más grande al aprovechar la información que tiene de sus competidores para manipular los precios en su tienda, ya que también provee la plataforma sobre la que otros venden. Facebook negocia los datos privados de sus usuarios con terceros que los utilizan para campañas sucias de tecnopolítica y de mercadeo. Y compra cuanta compañía nace si pinta como posible amenaza a su poder en el negocio de las redes sociales. Google controla el mercado de la publicidad digital y concentra el 90 por ciento de las búsquedas en internet mediante la información que toma de fuentes externas sin compartir ganancias. Apple ha sido acusada de cobrar tarifas injustas a los desarrolladores que publican sus apps en la tienda más renombrada del mundo móvil.
El Congreso norteamericano investiga a estas compañías porque han aprovechado su enorme poder para aplastar a cualquier rival y obstruir la innovación y la libre competencia, pilares del desarrollo económico.
En una sesión histórica el miércoles, Jeff Bezos (Amazon), Sundar Pichai (Google), Mark Zuckerberg (Facebook) y Tim Cook (Apple) comparecieron ante el Comité Judicial de la Cámara de Representantes de Estados Unidos para responder preguntas comprometedoras. Existe demasiada inconformidad con el impacto negativo de las redes sociales en la estabilidad de la democracia, y fuerte presión de Europa para imponer una regulación tributaria más equitativa a estas empresas, famosas por evadir impuestos y tributar casi nada donde obtienen sus jugosas utilidades. En especial, todo el espectro político norteamericano coincide en la necesidad de ponerle límites al crecimiento desbordado de estas compañías.
Los poderosos personajes, que testificaron mediante teleconferencia, se defendieron con sus historias de negocio que tipifican el american dream y esgrimieron argumentos patrióticos, nacionalistas, sentimentales y, en algunos casos, hasta cínicos. Sundar Pichai dijo que Google no es un monopolio porque, a pesar de concentrar el 90 por ciento de las búsquedas, “Existen otras alternativas” y porque el navegador Chrome es gratuito. Todos los navegadores lo son, y, cuando una empresa concentra el 90 por ciento de un negocio, se considera monopolio en cualquier lugar del mundo.
Mark Zuckerberg dijo que Facebook protege a Estados Unidos de la invasión tecnológica de China, aunque omitió mencionar que no hace lo mismo con la influencia rusa. Afirmó, además, que una cuenta en Facebook genera gran valor para cada ser humano.
Los poderosos personajes, que testificaron mediante teleconferencia, se defendieron con sus historias de negocio que tipifican el american dream y esgrimieron argumentos patrióticos, nacionalistas, sentimentales y, en algunos casos, hasta cínicos.
Jeff Bezos derramó flores sobre las cualidades de la sociedad norteamericana, enfatizó su origen humilde, hijo de un migrante cubano y una joven que quedó embarazada a los 17 años. En un arrebato nacionalista, dijo que “necesitamos trabajadores estadounidenses para llevar productos a los clientes estadounidenses”, con lo que intentaba tocar la fibra de la bancada republicana, alineada con las banderas del presidente Donald Trump.
Tim Cook, el más sensato, recordó que Apple no lidera las ventas en ningún segmento en el que compite, que de los 1,7 millones de apps en App Store su compañía solo desarrolló 60, y que cobra comisiones similares a las de otras a los desarrolladores que venden apps en la tienda.
Los congresistas hicieron preguntas difíciles y certeras sobre las acusaciones de monopolio. A Bezos le preguntaron si utiliza datos de terceros comerciantes que anuncian productos en Amazon para mejorar los precios de sus propios productos. El hombre más rico del mundo admitió que esto podría haber ocurrido. En un momento, le cuestionaron el servicio Prime que envía las mercancías gratuitamente y en el mismo día, en virtud de la poderosa cadena logística de Amazon, lo que tiene contra las cuerdas a sus competidores. Entonces, negó que su empresa sea un monopolio porque, según afirmó, la cadena de tiendas físicas Walmart es más grande. A Zuckerberg le pusieron sobre la mesa correos de 2012 que demuestran que decidió comprar Instagram porque lo consideraba una amenaza, típica decisión de monopolio.
La bancada demócrata hizo preguntas sobre prácticas monopólicas prohibidas, mientras que los congresistas republicanos estaban más interesados en cuestionar el supuesto sesgo anticonservador de estas empresas. En realidad, si algunos se han beneficiado de los algoritmos tan cuestionados, son el presidente Trump y el Partido Republicano. Pero las recientes decisiones del social media de censurar los contenidos de odio y racismo tienen enfurecida a la derecha.
La capitalización combinada de las cuatro supera los 5 billones de dólares. Juntas suman el PIB de Arabia Saudita
Los congresistas expresaron duras posiciones que anuncian posibles consecuencias una vez termine la investigación y salgan al público los resultados en un par de meses. El demócrata David Cicilline, presidente del Comité que adelanta la pesquisa, afirmó al comienzo de su discurso que estas empresas establecen precios predadores y que ejercen su poder de modo destructivo y perjudicial. Y le pidió al Congreso no inclinarse ante “los emperadores de la economía digital”. Estados Unidos tiene una conocida historia de intolerancia contra los monopolios y por ese banquillo pasaron los de los ferrocarriles, el tabaco, el petróleo y las telecomunicaciones, entre otros.
Durante la pandemia, las cuatro grandes tecnológicas crecieron y sus propietarios se hicieron más ricos. El patrimonio de Bezos aumentó en 13.000 millones de dólares y su fortuna se acerca a los 200.000 millones de dólares, el hombre más rico de la historia. Su exesposa, MacKenzie Bezos, también accionista de la empresa, está cerca de convertirse en la mujer más rica del planeta. Todo gracias al crecimiento de Amazon, superior al 70 por ciento en la temporada de coronavirus. Desde luego, hacerse más rico no es un crimen, pero ocurre justo durante la peor crisis económica después de la Gran Depresión y cuando por el impacto de la covid-19 casi 30 millones de norteamericanos viven del seguro de desempleo.
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Pero al Congreso las fortunas personales de los inversionistas no le preocupan, sino el poder de las compañías que dirigen. La capitalización combinada de las cuatro empresas supera los 5 billones de dólares y al sumar sus ingresos tienen 773.000 millones de dólares. Juntos reúnen el PIB de Arabia Saudita, y los ingresos de Amazon equivalen al PIB de Pakistán. Disponen de un efectivo asombroso: 420.000 millones de dólares entre las cuatro, con lo cual pueden adquirir en un abrir y cerrar de ojos a cualquier empresa del mundo. Y ese es el asunto que encendió las alarmas, porque engullen a sus competidores. Para participar en el negocio de smartphones, Google compró hace algunos años a Motorola y a la taiwanesa HTC. Y para fortalecer las búsquedas adquirió YouTube y Waze. Facebook compró Instagram y WhatsApp, y Microsoft, a LinkedIn y a Skype. Casi 800 adquisiciones en las últimas dos décadas. El año pasado absorbieron una empresa cada tres semanas y a veces una semanal, como ocurrió con Google entre 2010 y 2011. La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos investiga esas compras, aun las más antiguas. El mito de Silicon Valley como fuente de innovación empieza a perder vigencia, dado que toda start-up con futuro prometedor termina en manos de una de las cinco gigantes tecnológicas, al incluir a Microsoft.
Los congresistas saben que es necesario frenar los monopolios para tener una economía saludable. Esta investigación, que comenzó en junio del año pasado, podría tener consecuencias fuertes. La más extrema implicaría desintegrar estas empresas, como pide un sector de los demócratas, pero siempre existe la posibilidad de que, con leyes antimonopolio tan antiguas, resulte difícil sancionar compañías de la era digital que desarrollan negocios no completamente tipificados.