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El absurdo caso de una mujer que ha vivido casi 30 años como presa, sin cometer delitos
La adulta mayor exige una compensación económica para adquirir un predio en otro lugar y reanudar su vida.
Como presa, pero sin cometer delito alguno: ese es el caso de Juana Lazo, una mujer que está próxima a cumplir tres décadas como si fuera presidiaria, pero por las condiciones que la rodean. Medios internacionales han evocado su caso y analizan por qué ha pasado más de un cuarto de siglo viviendo como si pagara por determinada falta.
“Estoy encarcelada sin ser delincuente”, es la afirmación de Lazo, quien con 74 años cuenta cómo hace exactamente 27 años la vida le cambió, según ella, por culpa de una represalia. Todo se remonta al año 1996 cuando se expandió un centro penitenciario aledaño a su vivienda, y esta terminó enmarcada dentro del perímetro de la cárcel.
La peruana dijo al diario La República que por una declaración sobre la muerte de ocho reclusos y una religiosa todo dio un giro de 180 grados. “Yo di mi testimonio al fiscal Mario Miranda y les dije que la Guardia Republicana había disparado”, afirmó. “En ese momento, ellos gritaron que el cerro y mi casa debían desaparecer y demoler, me amenazaron”, agregó.
Casi tres décadas ‘encerrada’
De acuerdo con el medio referido, órdenes superiores determinaron que, tras el incremento de pabellones, se debía ampliar el penal de Lurigancho sin importar si ello implicaba cercar la casa de Juana Lazo. Y así ocurrió, pues los límites se dispusieron alrededor de aquella propiedad como si esta también formara parte del Instituto Nacional Penitenciario.
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El tiempo transcurrido no ha sido impedimento para que Lazo siga elevando su voz en busca de respuestas y tiene un pedido particular para compensar el tiempo pasado y lo que le ha significado vivir allí. “Quiero que me indemnicen por todo lo que me han hecho. No pido reubicación porque estoy segura de que me mandarían a los quintos infiernos”, dijo a ‘La República’.
Las consecuencias por la ubicación de su casa se extendieron a los hijos de esta peruana, quienes empacaron sus maletas y establecieron, apenas les fue posible, su vida en otro sitio. La vida en medio de guardias de seguridad y delincuentes ha llevado a que para recibir una visita e incluso entrar o salir sea necesario pedir autorización.
“Estoy delicada de salud”
Con el paso de los años las molestias han empezado a afectar la salud de esta adulta mayor, quien afirma que no pasará mucho tiempo antes de ser casi ‘imposible’ cruzar todo el trayecto hasta su vivienda. “No he recibido ningún beneficio, espero que a la brevedad me indemnicen”, comentó antes de añadir que llegará el momento cuando no pueda “subir alturas, estoy delicada de salud”.
A lo anterior se suma un temor constante por su vida. “Tengo miedo que me vayan a matar por haber sido testigo de la matanza, eso es lo que tengo miedo y yo por eso no quiero estar acá”. La razón para ello es que “la Policía es una ahora, pero de todas maneras quedan los papeles y prácticamente a los generales yo les tendía la mano, pero ya han fallecido. De todas maneras quedan pruebas”, se extrae de su testimonio.
“Los papeles quedan en el archivo”, continuó y aseguró que, en su momento, las autoridades le “agradecieron” porque gracias a su declaración “se esclareció el caso, pero entonces ellos me hubieran reubicado desde aquel entonces”, cuestionó durante su conversación con La República.
El medio peruano informó que a Juana Lazo la han querido sacar más de una vez de ese lugar, pero los documentos que mantiene consigo han frustrado los intentos del Instituto Nacional Penitenciario. Ahora, con un abogado, espera que sus pedidos sean escuchados y la compensen económicamente para retornar su vida en otra parte.