Mundo
El aeropuerto del terror en Kabul
Cuando se pensaba que el drama de los miles de afganos intentando huir del país no podía ser peor, un atentado terrorista estremeció el epicentro de la crisis. El mundo, aterrado.
“Había gente muerta por todos lados… Unos se quemaban vivos, otros no podíamos respirar”. Estos dramáticos comentarios muestran el caos en el aeropuerto de Kabul, que hoy conmueve al mundo entero y, a la vez, es una señal de alarma frente a la era de terror que vendrá con el regreso de los talibanes al poder en Afganistán.
El jueves pasado, miles de sus ciudadanos se agolpaban en el aeropuerto, el mayor termómetro de la crisis que vive el país. Faltaban apenas cinco días para que se venciera el plazo impuesto por el grupo extremista para permitir la salida y el retiro de las tropas estadounidenses. Con las manecillas del reloj corriendo, en esa pista solo reina el desespero.
Durante los últimos días, la amenaza de un atentado terrorista retumbaba por doquier. Y el jueves pasado un doble ataque, en medio de la agitada evacuación de civiles y colaboradores, convirtió al Aeropuerto Internacional Hamid Karzai en el escenario de una masacre. Los atentados fueron realizados en dos zonas estratégicas para la evacuación. La primera, conocida como Abbey Gate, donde la mayoría de personas han cruzado para entrar al aeropuerto. La segunda, en las inmediaciones del Hotel Baron, el lugar donde se aglomeran quienes serán evacuados del país.
Las imágenes que circulaban por redes eran estremecedoras. Los heridos, cubiertos completamente de sangre. “Fue muy fuerte, todo se movió y luego la gente empezó a correr. Había muchos ensangrentados”, dijo un corresponsal de medios extranjeros en Kabul. También afirmó que la situación ya era grave desde antes del atentado, pues en la zona había mucha gente buscando autorización para entrar al aeropuerto.
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Los testimonios de los sobrevivientes revelan una clara tendencia: puro terror. El cobarde ataque fue totalmente impactante al ocurrir en zonas muy concurridas, lo que hizo que cegara muchas vidas de repente. “Vi cuerpos y partes de cuerpos volando en el aire, como un tornado que lleva bolsas de plástico al aire. Vi cuerpos de ancianos, hombres, mujeres y niños esparcidos en el lugar de la explosión”, dijo uno de los sobrevivientes, quien también aseguró haber presenciado el día del juicio final.
En su testimonio, un excolaborador de Occidente señaló que será algo muy difícil de superar. “Físicamente estoy bien, pero no creo que la herida mental y el impacto que sufrí por la explosión de hoy me permitan vivir una vida normal”, declaró.
La toma del poder por los talibanes es hoy una derrota para el mundo occidental, pero, sobre todo, para Estados Unidos, tras 20 años de la guerra más larga y costosa de su historia. “Quienes han perpetrado este atentado y cualquiera que desee el mal a Estados Unidos deben saber esto: no vamos a perdonar ni olvidar. Vamos a perseguirlos y a hacerlos pagar por esto”, dijo el presidente Joe Biden, quien vive los momentos más duros de su mandato (ver artículo siguiente).
Al menos 13 soldados americanos también fueron víctimas del atentado. “Héroes comprometidos en una misión que salva vidas, como las de las más de 100.000 personas, entre ciudadanos estadounidenses y afganos, que han sido evacuadas en los últimos 11 días”, agregó el mandatario.
La amenaza de Isis
A la ya compleja trama que vive Afganistán, se le sumó otro elemento: Estado Islámico-Khorasan o Isis-K. Se trata de una facción de Estado Islámico que opera en Afganistán y Pakistán, y en los últimos años ha sido una gran enemiga de los talibanes. Esto, porque, según los de Isis, los talibanes permiten demasiadas libertades y no son lo suficientemente radicales en su forma de pensar. Mediante un comunicado, el grupo terrorista se alegró de que uno de sus integrantes evadiera todos los controles de seguridad para posteriormente inmolarse. “Se acercó a cinco metros de las fuerzas estadounidenses antes de detonar su cinturón de explosivos”.
Algunos días atrás, Estados Unidos ya mostraba su preocupación por las amenazas de este grupo terrorista contra la población civil que se encontrara en el aeropuerto o sus alrededores, hasta que llegó el momento en que cumplieron con su objetivo de desestabilizar las evacuaciones. “Cada día que estamos en tierra es otro día en el que sabemos que Isis-K está buscando apuntar al aeropuerto y atacar tanto a las fuerzas estadounidenses y aliadas como a civiles inocentes”, dijo el presidente Biden días antes del fatal atentado.
Por ahora, Estados Unidos afirma que cambiará su forma de evacuar a los civiles y colaboradores restantes, y el Gobierno talibán condenó los atentados y le echó públicamente la culpa a los estadounidenses al ser esta una zona controlada por ellos. Pero ambas partes coinciden en que no saben si habrá más ataques en un área que, de por sí, ya ha sido epicentro de la desgracia.
Desesperados
El aeropuerto de Kabul se había convertido en sinónimo de tragedia desde hace dos semanas. Cuando los talibanes tomaron la capital afgana, miles intentaron salir del país, embotellando las calles ante el flujo de autos. En la terminal aérea la situación no fue distinta a lo que se veía en las vías. El personal abandonó el aeropuerto, y el control pasó al mando de los militares de distintos países, especialmente de Estados Unidos.
Los afganos se llenaron de angustia y comenzaron a saltar las vallas de contención, a colarse en distintos aviones humanitarios y a rogarles a los militares extranjeros que les permitieran el paso para huir de su tierra, una en la que sus aspiraciones y visiones del mundo ya no cabrían bajo el régimen talibán.
Durante una estampida ocurrida esta semana, siete personas perdieron la vida, incluida una niña de tan solo 2 años. “Sentí puro terror. No pude salvarla”, dijo su madre, totalmente desconsolada. Las mamás, en una situación sin salida, comenzaron a lanzar a sus bebés por encima de los alambres de púas con la esperanza de que los soldados extranjeros pudieran darles un mejor futuro, aun sin sus padres.
Ahora el drama es mayor. Mucha de la gente que esperaba ser rescatada tendrá que quedarse en Afganistán después de los atentados. Son cientos de casos de familias enteras que se han quedado atrás. “He perdido la esperanza, no tengo esperanza. Esperaba que los españoles fueran a recoger a mi familia. No fueron por ellos”, declaró Karwan, un traductor afgano que colaboró con el Ejército español.
Todos los días hay tragedias. Al menos tres personas también murieron cuando intentaron colgarse de las alas de un avión en movimiento. Cayeron de la aeronave en pleno vuelo en unas escalofriantes imágenes que recorrieron el mundo. Uno de los fallecidos fue Zaki Anwari, un joven futbolista de 19 años. Sus restos fueron encontrados en el pozo de una de las ruedas del avión.
Los que pudieron salir lo lograron en medio de una enorme presión. El jueves, un avión italiano que llevaba 98 civiles a bordo fue alcanzado por varios disparos desde tierra. Por fortuna, nadie resultó herido gracias a una acción de la piloto, que, posteriormente, tuvo que aterrizar de emergencia antes de seguir su destino.
Pero también hay historias esperanzadoras. A su llegada a otros países, los refugiados sienten mucha preocupación por los allegados que se quedaron en Afganistán, y, al mismo tiempo, muestran alegría por huir de los talibanes. “Ahora que estoy aquí estoy bien. Fue difícil, muy difícil”, dijo Farah a la agencia EFE al llegar a Estados Unidos junto con su hermano y hermana.
Igual al testimonio de Farah hay miles más, como el de Fawad, otra mujer afgana llena de emoción por su llegada a Estados Unidos. “Gracias a los militares que vinieron a Afganistán y me ayudaron. ¡Gracias a ellos estoy aquí!”, le dijo a EFE. Asimismo, prometió que haría lo imposible por sacar a su familia de Kabul, pues no tuvieron la oportunidad de huir. Mientras tanto, no se sabe qué pasará con los miles que están aún esperando, entre ellos, los cerca de 4.000 afganos que podrían llegar a Colombia.
El futuro de las labores de evacuación parece incierto. Con el atentado, el Isis-K logró su propósito de desestabilizar las labores humanitarias y sembrar un manto de duda sobre los talibanes. Ya varios países anunciaron el final de sus labores humanitarias ante la amenaza terrorista, como Italia y Alemania. En el caso alemán, han dicho que intentarán seguir con las evacuaciones por vía diplomática, lo cual les ha generado una ola de críticas.
Por su parte, Estados Unidos anunció que mantendrá la retirada hasta el 31 de agosto, fecha límite pactada para que todos los países puedan evacuar civiles y colaboradores. “Continuaremos evacuando a la mayor cantidad posible de personas hasta el final de la misión”, señaló el portavoz del Pentágono, John Kirby.
Esto, a pesar de que ya otras naciones están concluyendo sus labores de evacuación, como el caso de Francia, Bélgica, Países Bajos y Polonia. Todavía cientos de personas esperan abandonar el país lo más pronto posible. “Mi familia no habría podido pasar a menos que nos pusiéramos en contacto con los marines en las puertas”, le dijo un ciudadano estadounidense en Afganistán a CNN.