MUNDO
El ataque de Rusia a Ucrania, un año después, tiene dividida a América Latina
Un año después del inicio del conflicto, los gobiernos latinoamericanos siguen defendido una supuesta neutralidad frente a la guerra en Ucrania, a pesar de algunos gestos de solidaridad con Ucrania.
Para algunos, sigue siendo una “operación militar especial” para “desnazificar” Ucrania y evitar que la Otan se expanda hasta las fronteras de Rusia. Otros, ven la guerra como la primera invasión territorial de un Estado soberano en Europa en 80 años, con el fin de anexar un país e incorporarlo a Rusia.
El choque para la economía y política mundial se ha producido al mismo tiempo que América Latina aún trataba de recuperarse de las consecuencias de la pandemia. Un año después del comienzo de la guerra en Ucrania, el impacto sigue sintiéndose en todo el mundo.
“En América Latina, la guerra se percibe en gran medida como un asunto de Occidente”, afirma Ralf Juan Leiteritz, politólogo y profesor de la Universidad del Rosario, en Bogotá, Colombia, en entrevista con DW. “Aunque la mayoría de los países latinoamericanos apoyaron el año pasado las resoluciones de la ONU que condenaban a Rusia como causante de la guerra, rechazan en principio medidas de mayor alcance, como sanciones económicas o incluso el envío de armas a Ucrania, a pesar de las peticiones explícitas de los militares estadounidenses recientemente. Se remiten a su tradicional política de neutralidad respecto a los conflictos internacionales, y temen efectos económicos negativos para las economías regionales, en caso de un estado de guerra prolongado”, añade.
Negativa contundente al envío de armas
Seis países latinoamericanos cuentan con tanques y material bélico de diseño ruso o soviético en sus arsenales militares: Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, México y Perú. A diferencia de los Abrams estadounidenses o los Leopard alemanes, que exigen un mayor esfuerzo logístico, el material procedente de Latinoamérica sería de gran utilidad para Ucrania, ya que los soldados ucranianos están familiarizados con estos sistemas. Sin embargo, hace poco hubo una lluvia de negativas por parte de América Latina.
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Durante la visita del canciller alemán Olaf Scholz, a finales de enero de 2023, el presidente argentino, Alberto Fernández, recalcó que Argentina “no está pensando en enviar armas”. Unos días antes, el presidente colombiano dijo que prefiere que las armas rusas antiguas que ha adquirido su país queden como “chatarra” en su tierra, antes que dárselas a Ucrania.
¿Cercanía a Rusia?
Muchos analistas ven en la negativa de los países latinoamericanos a imponer sanciones contra Rusia una prueba del antiamericanismo extendido en la región y un acercamiento a la postura rusa. Sin embargo, esto no debe confundirse con una aprobación de la invasión de Putin, recalca Leiteritz.
“La política exterior latinoamericana está, desde hace tiempo, orientada hacia la autonomía. Este empeño busca su propio nicho entre Occidente y otras grandes potencias, como Rusia y China. En las últimas décadas, sin embargo, Occidente ha perdido influencia política y, sobre todo, económica, en América Latina, sin ser necesariamente sustituido por Rusia y China”, subraya Leiteritz.
¿Un nuevo interés en la región?
La pugna geopolítica mundial por el control y acceso a los recursos energéticos ha puesto a América Latina en el foco de interés de muchos países occidentales. El reciente viaje del canciller alemán, Olaf Scholz, a Brasil y dos países de “triángulo del litio”, Argentina y Chile, es un buen ejemplo de ello.
Sin embargo, existen dudas sobre si América Latina podría obtener también un beneficio geopolítico de la guerra. “Occidente se esfuerza demasiado poco por atender América Latina y sus preocupaciones específicas. En su lugar, los intereses económicos genuinos de Occidente ocupan el primer plano”, sostiene Leiteritz.