MÉXICO
Historia de dos capos mexicanos
Al Chapo Guzmán lo espera una condena en aislamiento perpetuo. Pero su caída no implicará un cambio radical en el negocio del narcotráfico. Su reemplazo, Ismael el ‘Mayo’ Zambada, lleva 40 años en la ilegalidad y nunca lo han atrapado.
La discreción no es uno de los atributos de Joaquín el ‘Chapo’ Guzmán. El narcotraficante, de 61 años, llegó a convertirse en capo de capos dejando atrás una estela de sangre y cientos de historias inverosímiles que lo convirtieron en una leyenda del bajo mundo y en uno se los hombres más buscados del planeta.
La semana pasada un jurado de Nueva York puso fin a un juicio de más de tres meses al declararlo culpable de diez cargos que incluyen los delitos de narcotráfico, lavado de dinero, uso de armas de fuego, entre otros. La sentencia, que darán a conocer a mediados de año, no puede ser otra que cadena perpetua. El otrora hombre más temido de México podría terminar sus días en una celda de cuatro metros por dos en ADX Florence (la Alcatraz de las Rocosas), la prisión de Colorado calificada como la más segura de Estados Unidos.
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Pero el fin de ese proceso dará comienzo a una leyenda negra. A Guzmán lo espera un aislamiento total, con mínimo contacto humano y 23 horas diarias de encierro (podrá salir a un patio una hora al día pero completamente solo). Pero el personaje que construyó y cuyo perfil ayudaron a delinear los 56 testigos que participaron en su juicio, permanecerá por mucho tiempo en la cultura popular.
Guzmán siempre se ha preocupado por su imagen. En la recta final del juicio, el actor Alejandro Edda, quien lo interpreta en la serie Narcos de Netflix, asistió en medio del público. Y cuando el capo lo reconoció le devolvió una sonrisa. Porque más allá de la posibilidad de pasar el resto de sus días tras las rejas, a Guzmán Loera en la actualidad le preocupaba sobre todo el rodaje de una película sobre su vida. Se dice, incluso, que les hizo prometer a los herederos de su imperio asegurarse de que llegue a buen término.
El Mayo Zambada ha llevado una vida alejada de los reflectores, y por eso hay pocas imágenes de él. A sus 71 años vive atrincherado en las montañas de Sinaloa, en donde cambia de escondite cada dos días.
En octubre de 2015, su encuentro con Sean Penn y Kate del Castillo, para explorar la posibilidad de que protagonizaran esa cinta, causó revuelo mundial. La entrevista que le hizo Penn, publicada por la revista Rolling Stone, recibió muchas críticas por su visión indulgente del sanguinario narcotraficante. Pero se especula que ese encuentro, producto de su vanidad, fue clave para su detención en junio de 2016.
Poder sin límites
Hace unos días la DEA reveló un video de 2017 en el que aparece un Chapo lloroso en el momento de su extradición a Estados Unidos. Se dice que la aparición de esas imágenes, justo al final del juicio, hace parte de una campaña para mostrarles a los otros jefes de los carteles que en Estados Unidos la cosa es a otro precio.
Es claro que en México los carteles han llegado a corromper hasta las más altas esferas del poder, desde la política hasta la fuerza pública. Por eso, cuando en el juicio el testigo Alexis Cifuentes, exmano derecha del Chapo, declaró que el expresidente Enrique Peña Nieto recibió 100 millones de dólares, esa afirmación (negada por el exmandatario) no sorprendió demasiado a los mexicanos.
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Ese poder corruptor de Guzmán le permitió escapar en varias ocasiones de la cárcel. En 2015 protagonizó una fuga cinematográfica de la reclusión de máxima seguridad de El Altiplano. Los testimonios del juicio permitieron saber que el plan de escape incluyó ingresar al penal un reloj con GPS, construir un túnel de 1,5 kilómetros que conectaba la ducha de su celda con el exterior y una moto montada sobre un riel que le permitió recorrer ese tramo en pocos segundos.
Ese escape superó al de 2001, cuando se escondió en un carrito de la lavandería para salir de la prisión de Puente Grande, tras nueve años de reclusión. Ambos implicaron a cientos de funcionarios deshonestos que facilitaron su salida a cambio de dinero.
Por eso, cuando lo recapturaron en enero de 2016, a Peña Nieto solo le quedaba extraditar al capo para evitar una nueva humillación y las sospechas generalizadas. Y lo hizo a Estados Unidos –país al que el Chapo introdujo más de 150 toneladas de cocaína, heroína y metanfetaminas– un día después de la posesión del presidente Donald Trump.
El capo en la sombra
Ser famoso siempre ha sido una mala idea en el mundo del hampa. Esa lección, que aprendieron los colombianos desde los años de Pablo Escobar, ahora tiene tras las rejas al Chapo Guzmán, un personaje cuyas excentricidades lo llevaron a concentrar el foco de atención.
El Chapo no dudaba en gritar a los cuatro vientos que era el patrón y le gustaba presumir de su poder y fortuna. Tenía excentricidades como una pistola engastada con diamantes, un zoológico con leones y cocodrilos, caravanas de carros blindados, yates y jets privados, desfiles de prostitutas y hasta millonarios tratamientos y cirugías de rejuvenecimiento.
Tampoco temía untarse las manos de sangre. Durante el juicio algunos testimonios escabrosos detallaron cómo asesinó a varios enemigos con sus propias manos. A uno de ellos le habría quebrado los huesos con una varilla antes de enterrarlo aún jadeante en una fosa.
La semana pasada 12 jurados encontraron culpable al Chapo de los diez cargos imputados.
En marcado contraste, la sombra de ese personaje siniestro, Ismael el ‘Mayo’ Zambada, su socio en el cartel de Sinaloa, ha hecho una carrera mucho más discreta. A pesar de llevar más de 40 años delinquiendo, nunca ha pisado una cárcel gracias a su bajo perfil. El Mayo, antes que matar, prefiere negociar y sobornar. De ahí su éxito.
Jack Riley, agente de la DEA que persiguió al Chapo por años, aseguró en su momento que los organismos antinarcóticos han subestimado la influencia del Mayo en el control del mercado del narcotráfico.
El hecho de que este anciano diabético, de 71 años, haya ganado tanto control casi inadvertido, se debe también a la estructura del cartel de Sinaloa, que funciona como una confederación de pandillas dirigida por una especie de mesa directiva. En otras palabras, se trata de una organización horizontal con varias cabezas.
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Por eso, la captura del Chapo no ha significado un golpe profundo al modelo de negocio. El cartel sigue manejando el tráfico transnacional mientras otros grupos como los Zetas y el cartel de Jalisco-Nueva Generación (CJNG) se dedican al menudeo y a negocios que provocan más rechazo entre la opinión pública, como el secuestro y la extorsión.
Aunque el Mayo debería ser el próximo gran objetivo de las autoridades, ya se están robando el protagonismo capos de menos envergadura pero más violentos, como Nemesio Oseguera Cervantes, el Mencho, actual líder del CJNG
Así que es posible que mientras el Chapo termine sus días en su minúscula celda de Colorado, el Mayo nunca baje de las montañas de Sinaloa que pocas veces abandona.