ESTADOS UNIDOS

El coronavirus de Trump: ¿Qué pasará en la Casa Blanca a un mes de las elecciones?

El presidente dio positivo en el peor momento posible. SEMANA le explica las implicaciones políticas, económicas y electorales a un mes de las elecciones de Estados Unidos.

3 de octubre de 2020
Justo en el preámbulo del debate del martes, Trump se sacó un tapabocas del bolsillo para burlarse de Joe Biden, quien no suele aparecer en público sin usar uno.

Algunos consideraron el desastroso debate del martes la sorpresa de octubre. Los estadounidenses se han acostumbrado a ese concepto desde que un asesor electoral lo acuñó en 1980 para describir un hecho emergente e inesperado, capaz de conmocionar las elecciones presidenciales en su recta final. Y la de 2020 pasará a la historia como una de las más dramáticas.

Vino desde la propia cuenta de Twitter del presidente. Como suele hacer, Donald Trump sorprendió al país y al mundo con un trino en la madrugada con el que anunció muy temprano el viernes que él y su esposa, Melania Trump, habían contraído el coronavirus. Las alarmas ya estaban encendidas tras conocerse que Hope Hicks, asesora del magnate, había dado positivo el miércoles. Por lo pronto, el magnate aseguró encontrarse bien y que se mantendrá en cuarentena. Pero a un mes de las elecciones presidenciales, la noticia le dio un vuelco dramático a la carrera electoral del país y abrió una situación inédita de consecuencias imprevisibles.

A pesar del ruido mediático, a pocos les sorprendió que Trump finalmente se infectara. Tanto él personalmente como su entorno administrativo habían demostrado una indiferencia preocupante ante la posibilidad de un contagio. El martes, durante su esperado debate presidencial con el demócrata Joe Biden, se burló de él al decirle “uso tapabocas cuando toca, no como Biden, que sale enmascarado a todo lado”. Este, por su parte, lo acusó de dar mal ejemplo: “Yo voy a estar bien, uso tapabocas. Pero Trump no se preocupa por contagiar a la gente. Es un irresponsable”.

Al conocerse la noticia, los mensajes de apoyo no tardaron en llegar. El propio Biden escribió que “seguirá orando por la seguridad y salud del presidente y su familia”. El presidente ruso Vladímir Putin le aseguró que “su vitalidad y espíritu lo ayudarán a sortear el peligroso virus”. Y el primer ministro británico, Boris Johnson, también le deseó una “pronta recuperación”. Pero a pesar de los mensajes solidarios y optimistas, el pronóstico para el presidente no deja de ser preocupante.

Trump reúne las características de un paciente de alto riesgo. Tiene 74 años, y el 86 por ciento de las muertes por coronavirus corresponden a personas con más de 70. Además, con 102 kilogramos y 1,91 de estatura, sufre de sobrepeso, tiene la tensión arterial ligeramente alta y una condición cardiaca incipiente. Por lo pronto, el magnate ha desarrollado síntomas leves, pero la enfermedad podría empeorar en los próximos días. Como le indicó a The Guardian Barry Dixon, médico de cuidados intensivos en el Hospital St. Vincent en Melbourne, Australia, el perfil de Trump hace que “corra un riesgo mucho más alto de morir si desarrolla una neumonía aguda”.

Tanto Trump como su entorno han demostrado una indiferencia preocupante ante la pandemia, al congregar mítines para los fanáticos del magnate. Con la obligación de guardar cuarentena en la Casa Blanca, su campaña electoral quedó truncada. El vicepresidente Mike Pence salió negativo en la prueba.

A Trump le llega la noticia en el peor momento. Están en juego las elecciones, y su confinamiento lo inhabilitará para movilizarse y captar votantes. Pero lo más importante: el avance de la enfermedad podría dar un giro a sus posibilidades de ser reelegido.

Para empezar, es un golpe duro para su discurso de minimizar la pandemia. El magnate ha reforzado este mensaje al congregar a sus fanáticos y aparecer en público sin usar tapabocas mientras recomienda remedios no probados, como la hidroxicloroquina; caseros, como tomar caldo de pollo; o letales, como beber detergente. Como escribió Dan Haverty en Foreign Policy: “Dado que Trump ha menospreciado repetidamente los peligros del virus y se ha mostrado hostil ante el uso de tapabocas –a la vez que impulsa su mensaje de optimismo y reapertura–, su enfermedad podría impactar la percepción de los votantes”. Eso tiene especial relevancia justo ahora, cuando el país ya superó los 200.000 muertos.

Por lo pronto, la campaña presidencial quedó en shock. Aun en el mejor de los casos, Trump tendrá que someterse a un confinamiento voluntario de al menos 14 días, en un momento crucial en el que tenía pensado hacer sus irresponsables mítines en varios estados péndulo. Si su salud empeora, podría verse obligado a invocar la decimoquinta enmienda de la Constitución para transferir temporalmente el poder al vicepresidente, Mike Pence, y asumirlo de nuevo al recuperarse. Un escenario así solo ha ocurrido en tres ocasiones: cuando Ronald Reagan la invocó durante un procedimiento médico de alto riesgo en 1985 y durante el mandato de George W. Bush, quien la invocó un par de ocasiones mientras se realizaba dos colonoscopias. Pero ninguno de ellos estaba a punto de disputar su reelección.

Los presidentes muertos en funciones

Si Trump no pasa de sufrir los síntomas suaves que anunció la Casa Blanca el viernes, con el correr de los días ganaría fuerza en el debate nacional la irresponsabilidad de su comportamiento frente a la crisis. Una actitud que no solo ha puesto en riesgo su vida, sino la de decenas de miles de estadounidenses que creyeron en sus fantasías según las cuales la pandemia ya estaba superada.

Y si muere, lo reemplazaría el propio Pence en la presidencia y con toda seguridad en la candidatura. El Comité Electoral Republicano, con representación de todos los estados, o los delegados de la Convención Nacional podrían decidirlo así. Por otra parte, las posibilidades de aplazar las elecciones son muy remotas, por cuanto requerirían de la aprobación de ambas cámaras. Eso enfrenta dificultades no solo por el escaso tiempo restante para el 3 de noviembre, sino porque los demócratas dominan la Cámara de Representantes, y nada garantizaría que accedieran a hacerlo.

El positivo de Trump también contagió los mercados y las bolsas de valores del mundo. Las acciones tuvieron fuertes caídas, principalmente las de Estados Unidos, y el petróleo volvió a niveles por debajo de los 40 dólares por barril, mientras que el dólar se apreció ante la fuerte incertidumbre que genera la noticia.

Los escenarios posibles crean una alta incertidumbre en un momento en que los mercados necesitan más información. Las bolsas ya venían retrocediendo ante los rebrotes y las nuevas restricciones en varios países del mundo, lo cual puede desacelerar la recuperación económica. Septiembre fue el peor mes para los mercados desde marzo y los octubres electorales siempre son malos.

Para algunos analistas económicos, el contagio de Trump puede significar un aumento importante de las probabilidades de que Biden gane. Por eso el retroceso de las bolsas podría significar que los mercados sigan percibiendo al candidato demócrata como el más negativo para ellos. Trump es el “favorito” de Wall Street, pues durante su presidencia las acciones han tenido un desempeño bastante favorable por temas como la reducción de impuestos, mientras que Biden ha prometido aumentar los tributos corporativos y controlar a “los más ricos”, al igual que a los grandes monopolios tecnológicos.

El diagnóstico de Trump, en vísperas de los comicios, abre nuevos e inesperados interrogantes. Muchos se preguntan a estas alturas hasta qué punto la Casa Blanca manejará este drama con transparencia, como correspondería. Pero esa no ha sido propiamente la característica del Gobierno de Trump, y muchos se preguntan ahora por la misteriosa visita que hizo al Hospital Walter Reed, a donde fue trasladado en la tarde del viernes. Y para el propio Joe Biden plantea la necesidad de mantener una actitud prudente que no envíe el mensaje de que está aprovechándose de la desgracia de su contendor.

En todo caso, la sorpresa de octubre de 2020 ha sido la más fuerte de la historia, pues nunca como ahora Estados Unidos se había visto abocado a una crisis de gobernabilidad de estas dimensiones. Las elecciones de noviembre ya presagiaban una tormenta perfecta. Pero nadie imaginaba hasta qué punto.