DEPORTES
El costo de ser mujer, futbolista y árbitra
El Mundial de fútbol femenino llega a su definición sin ningún equipo suramericano en competencia. SEMANA habló con una jugadora y dos juezas latinoamericanas sobre sus recorridos en este deporte. Tres historias distintas.
“El fútbol femenino depende de ustedes para sobrevivir. Entonces, piensen en eso: valórenlo más”. Con lágrimas en los ojos, Marta, jugadora brasileña –la máxima goleadora en la historia de los mundiales de fútbol femenino con diez tantos–, sentenciaba lo que, al parecer, sería su última participación en esta competición. Brasil había perdido dos a uno en octavos de final contra Francia. La selección dirigida por Vadão era, de hecho, la única latinoamericana que lograba superar la fase de grupos, cosa que no ocurrió con Argentina ni Chile, quienes por primera vez participaban en este campeonato.
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Y es que los resultados en este Mundial podrían ser una radiografía de lo que significa el fútbol femenino en América Latina. En Colombia, por ejemplo, en los últimos meses se generó un debate alrededor del torneo femenino y por declaraciones fuera de lugar de directivos del fútbol profesional contra un grupo de jugadoras.
Macarena Sánchez es una de las caras más visibles de Argentina con respecto a la igualdad de género en el fútbol de su país. Hoy juega como delantera en el club San Lorenzo.
Desde luego, las dinámicas del mercado en este deporte no son las mismas cuando se trata de competiciones masculinas y femeninas: derechos televisivos, patrocinios, aforo en los estadios, venta de camisetas. Por eso, resulta imposible comparar las utilidades de un jugador como Lionel Messi con las de Marta. El argentino es el deportista mejor pago en el mundo con ganancias que llegan a los 127 millones de dólares, según Forbes. La seis veces mejor jugadora del mundo, por su parte, recibe 380.000 dólares al año.
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Sin embargo, hay situaciones y protestas que apuntan a escenarios de desigualdad de género. En marzo, las jugadoras y el cuerpo técnico de Estados Unidos demandaron a la Federación de Fútbol de su país, alegando una discriminación de género institucionalizada, y exigiendo pago y trato igualitarios. En el caso de América Latina, hay dos situaciones aún más intrigantes que coinciden en lo mismo: falta de oportunidades para las mujeres que quieren vivir del fútbol. El primero en Argentina con una futbolista y el segundo en México con una jueza.
El caso de Maca
Macarena Sánchez. Delantera. Estudiante de Trabajo Social. Feminista. Hincha de Colón. Sabalera. El perfil de esta jugadora argentina, nacida hace 27 años en la ciudad de Santa Fe, acaparó la atención de los medios de comunicación a comienzos de 2019. Y no por sus cuatro títulos durante sus siete años en el UAI Urquiza, de Buenos Aires, ni por su desempeño en la Copa Libertadores de 2015 cuando su equipo terminó en tercer lugar. El nombre –y datos– de esta deportista salió a la luz pública por otra razón: Maca, como la apodan, había demandado a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Era, de hecho, la primera jugadora que lo hacía. “Lo decidí cuando el técnico del equipo me despidió el 5 de enero por razones futbolísticas y deportivas. Esto equivale a que no podía ser fichada por otro club, sino hasta dentro de seis meses. Y, junto con un grupo de abogados, emprendimos las acciones legales contra el equipo y la AFA para que las mujeres seamos reconocidas como jugadoras profesionales y regularizar así nuestra situación laboral”, explicó Sánchez a SEMANA.
María Belén Carvajal ha sido la única mujer en pitar un partido de división masculina en su país, Chile.
A comienzos de 2019, la liga femenina todavía era considerada en Argentina como amateur. Muchas jugadoras ni siquiera recibían un salario, mientras que algunas, como Macarena, solo percibían 400 pesos argentinos al mes.
Esta suma se traduce en 10 dólares mensuales. Un 1,6 por ciento de lo que la AFA exige como salario mínimo para un jugador masculino que hace parte de la Primera División Argentina: 25.200 pesos argentinos, como lo hizo público en un comunicado de prensa en 2017.
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Con la demanda instaurada, a Maca la contactaron tanto la prensa nacional como la internacional. Además, recibió cartas de apoyo de futbolistas y exjugadores como Juan Pablo Sorín y Nahuel Guzmán, ambos integrantes de la selección argentina masculina. También hubo amenazas de muerte en redes sociales, pero lo que más la sorprendió fue la negación de la AFA. “En enero, la AFA negó todo lo que estaba diciendo en mi proceso legal, a pesar de presentarse a la conciliación que, lamentablemente, no ocurrió. Decían que no tenían ningún tipo de relación conmigo”, remata Macarena.
“Un hombre en mi misma condición recibe un sueldo, viáticos y hasta un bono anual por arbitrar en la Liga MX. La cuestión es qué oportunidades tengo yo como mujer en esta profesión”.
Dos meses después, sin embargo, la máxima autoridad del fútbol argentino anunciaba la profesionalización del balompié femenino en el país. Era como si el caso de Sánchez hubiera sido el detonante para que eso ocurriera. Acto seguido, Sánchez y 14 jugadoras serían las primeras en toda la historia que firmaban un contrato laboral con el San Lorenzo de Almagro. “Pero hay clubes que solamente van a hacer ocho contratos por una suma de 15.000 pesos argentinos: 337 dólares mensuales. Esa suma ni siquiera te alcanza para arrendar un apartamento”, concluye la jugadora.
México: ¿qué pasa con las juezas?
La mejor árbitro de Centro y Norteamérica en 2017 y 2018 según la Concacaf y que pitó en la semifinal femenina de los Juegos Olímpicos de Río 2016 entre Brasil y Suecia no vive del arbitraje.
Lucila Venegas –38 años, oriunda de Guadalajara– trabaja como réferi desde 2005, aunque bajo la figura de profesional independiente: sin beneficios laborales y sin viáticos para arbitrar fuera del estado de Jalisco. Ni siquiera, cuenta ella, está cubierta por un seguro contra lesiones si se encuentra arbitrando en medio de un partido. “Yo no vivo de esto. Mis ingresos principales son como maestra de Educación Física, y cuando arbitro, trabajo como una prestadora de servicios”, comenta Venegas a SEMANA.
Lucila Venegas fue designada por la Fifa como la encargada de dirigir la final del Mundial femenino sub-17 en Costa Rica, 2017.
De hecho, quien se encarga de su pago cuando la Comisión de Árbitros de México la designa para dirigir un partido de tercera división masculina, o de segunda división, o de la liga femenina, no es la Federación Mexicana de Fútbol, ni la Comisión, sino los clubes. Los pagos a veces se hacen con dinero en mano o a través de transferencias que pueden durar hasta 15 días para verse reflejadas en su cuenta bancaria. “Yo recibo máximo 240 dólares por partido arbitrado. De ahí tengo que asumir los gastos de transporte si me designan fuera de la ciudad”, cuenta.
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A pesar de sus 11 años de experiencia en mundiales femeninos, Juegos Olímpicos, Juegos Panamericanos y de estar certificada por la Fifa, el problema radica, según Lucila, en su propio país. “Un hombre en mi misma condición recibe un sueldo, viáticos y hasta un bono anual por arbitrar en la Liga MX. La cuestión es qué oportunidades tengo yo como mujer en esta profesión”, afirma Venegas.
Chile: la otra cara
El caso de María Belén Carvajal, la única jueza central que representó a Chile en el Mundial femenino de Francia, parece tener otro rumbo en comparación con su colega mexicana. Carvajal –36 años, también licenciada en Educación Física, exintegrante de la Selección Femenina de Chile y árbitro profesional desde 2006– goza de un contrato laboral con la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) que le garantiza poder vivir del fútbol.
“Tanto yo como otras colegas juezas recibimos un salario mensual competitivo y una serie de beneficios, como instalaciones para entrenar, charlas arbitrales, orientaciones psicológicas, entre otros, que son muy importantes para avanzar en esta categoría. No somos profesionales independientes”, le dijo Carvajal a SEMANA.
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Para ella, el fútbol está presente para muchas chilenas desde muy temprano en sus vidas. Asegura que han demostrado que no solamente juegan fútbol con inmensa calidad, sino que pueden trabajar y vivir de todas las profesiones que rodean al deporte.