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El hombre que dice ser “hijo ilegítimo” del rey Carlos III y Camilla Parker muestra las cartas que le envió a la reina Isabel II antes de morir
Simon Charles Dorante-Day asegura ser hijo del rey de Inglaterra. Se trata de apenas un episodio sobre lo que se le viene al nuevo monarca.
Carlos III lleva apenas unas semanas en el trono y ya lo persigue un supuesto hijo ilegítimo. Se trata de un australiano que desde hace años afirma ser heredero del nuevo rey de Inglaterra. Se llama Simon Charles Dorante-Day y lleva mucho tiempo queriendo saltar a la palestra pública.
La revista Semana de España contó toda su historia. El hombre, que se acerca a los 55 años, dice que está seguro de su linaje a pesar de que es imposible que sea hijo de la pareja. En diferentes escenarios ha dicho que demandará a William, pues es a él a quien le corresponde ocupar el lugar del ahora rey Carlos III. Fue adoptado de pequeño y supuestamente su abuela le habría revelado el gran secreto de su linaje.
El hombre asegura que “la mayoría de las órdenes que se han dado desde la monarquía ha sido para ocultar su existencia, pues sería una deshonra que fuera un hijo ilegítimo quien ostentase la corona británica”, señala el diario español 20 Minutos. Pero las fechas no le cuadran, pues Simon Charles nació mucho antes de que Carlos y Camilla se conocieran.
El australiano ha dicho incluso que Lady Di conocía de su existencia.
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El diario The Daily Mail mostró unos documentos que no se conocían: las cartas que él le escribió a la reina Isabel II contándole de su existencia. “He mantenido confidencial el contenido de la carta hasta ahora, pero con su muerte creo que es apropiado compartir mi última correspondencia con ella”, dijo Dorante-Day a 7News.
El medio revela el contenido de esas delirantes misivas en las cuales el hombre le desea tener fortaleza para afrontar la noticia.
El episodio evidencia que al rey Carlos le saldrán decenas de historias ahora que llegó al trono. Carlos ya tiene su lugar en la historia como el heredero que más ha esperado para reinar, pero se equipara a sus antecesores en lo escandaloso. Si George IV no dejó entrar a su esposa, Carolina de Brunswick, a la coronación; Eduardo VII fue llamado a juicio por el marido de una de sus amantes, y Eduardo VIII dejó el trono por el amor a Wallis Simpson, el nuevo monarca no se quedó atrás.
La sombra del triángulo amoroso que protagonizó en los años noventa con su primera esposa, Diana Spencer, y la hoy reina consorte Camilla, le restó popularidad. No pocos han seguido la línea de la fallecida Diana, quien decía que él no era apto para reinar y que debía cederle el trono a su hijo William, el nuevo heredero. En su primera alocución, Carlos dio a entender que eso no sucederá.
La reina, sabia y pragmática, lo liberó un poco de la presión por Camilla, ordenando que fuera llamada reina, derecho que se le pretendía negar por su pasado adúltero con Carlos. Los expertos opinan que no es lo mismo ser visto como príncipe heredero que como rey y que las percepciones cambian. Además, la pareja demostró que su matrimonio es sólido y a ella se le reconoce su trabajo por la monarquía y por ser la única que sabe calmar el mal genio de Carlos.
Más preocupante ha resultado en el último año la racha de malas notas alrededor del dinero. Primero, en septiembre de 2021 se supo que un allegado al rey negociaba honores y cenas con él por millonarias donaciones para sus obras benéficas con millonarios de Rusia, China y Arabia Saudita. En julio, salió a la luz que recibió un donativo de alrededor de 3,1 millones de dólares, según The New York Times, de Hamad bin Jassim bin Jaber al Thani, de la familia real de Catar.
Por último, trascendió que aceptó una contribución por 1,3 millones de dólares de la familia del criminal Osama Bin Laden. Para los opinadores eso tiende un manto de duda sobre sus aptitudes para reinar. Desde hace tiempo, se cree que uno de sus proyectos bandera es reducir la monarquía. Ello cae bien en los que creen que los 85 millones de dólares que les cuesta a los contribuyentes son demasiado.
Pero no es de buen recibo para los que consideran que eso sería aminorar la presencia de la institución en el país, lo cual llevaría a que la gente empiece a verla irrelevante y quiera abolirla. Especialmente contrario a esa idea es su hermano Andrés, duque de York, de quien Carlos ha dicho que quiere ser él.
Venido a menos por su escándalo sexual a raíz de la amistad con el pedófilo Jeffrey Epstein, a tal punto que su madre tuvo que despojarlo de deberes, títulos y el tratamiento de alteza real, él cree que merece una reivindicación tras negociar con la mujer que lo acusó de tener sexo con ella cuando era niña. Y quiere que sus hijas, Beatrice y Eugenie, sean miembros de la familia en funciones. Al rey no le suena nada de eso.
Carlos III estrena su reinado con el problema de su hijo menor, Harry, duque de Sussex. Desde su retiro de la monarquía no ha hecho sino lanzarle reproches a su desempeño como padre. De hecho, para finales de este año se espera un libro de memorias que asusta a los cortesanos. El dilema del monarca es que está molesto con Harry, pero no quiere alejarlo del todo, pues guarda el remordimiento de que si no hubiera dejado que eso pasara con Diana, quizás estaría viva.