EL "INFORME SECRETO" CUMPLE AÑOS

Hace 30 años, Khrushchev sacudió al mundo con el informe en el que denunció los crímenes de Stalin

24 de marzo de 1986

Hace treinta años exactamente, durante la noche del 24 al 25 de febrero de 1956, sucedió algo en uno de los grandes salones de conferencias del Kremlin que vendría, semanas después, a sacudir al movimiento comunista internacional y a constituirse en uno de los eventos más importantes de la llamada guerra fría.
Se trata de la lectura, durante la sesión final del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, del famoso "informe secreto" de Nikita Khrushchev sobre los excesos y crímenes del período del "culto a la personalidad" de Stalin.
Pero lo que hizo Khrushchev en la histórica noche del 24 de febrero no lo habría podido prever el mejor estudioso de los misterios del Kremlin. A puerta cerrada, luego de solicitarle a los delegados extranjeros que asistían al Congreso salir de la sala,Khrushchev acusó a Stalin sin ambages y ante un auditorio estupefacto, de haber sido el responsable de las deportaciones de millones de inocentes, de masacrar la flor y nata del PCUS, de haber cometido garrafales y criminales errores durante la Segunda Guerra Mundial.
Leyó además, el testamento de Lenin y la última carta en la que el fundador del Estado soviético amenazaba con romper toda relación con Stalin por sus brutales métodos. Implacable, Khrushchev afirmó que Stalin fue quien acuñó la falsa noción de "enemigo del pueblo" para masacrar millares de ciudadanos y liquidar físicamente cientos de oficiales del Ejército Rojo entre 1941 y 1942, en plena contienda contra el invasor nazi. No eran cargos falsos. El 17% de los miembros del Comité Central del PCUS, elegido años atrás en el 17 Congreso, había muerto en esa ola. Kirov, un alto jefe partidario de Leningrado, fue asesinado por responsabilidad de Stalin. El iniciador del culto a la personalidad, también había ordenado la deportación de naciones enteras. Pocos días después, todo Moscú comentaba el explosivo informe, a pesar de que la prensa no había publicado una letra al respecto. Nunca lo haría. Sólo hasta el 4 de junio de 1956, el New York Times obtuvo copia de una versión incompleta y no oficial reproducida en mimeógrafo que empezaba a circular de mano en mano. La CIA había obtenido el precioso escrito, gracias al secretario del Partido Obrero Unificado Polaco, Straszwski.
¿Cuánta verdad había en el informe? Uno de los rasgos más interesantes del documento es que omite toda mención a los crímenes cometidos antes de 1934, racha que acabó con la vida de los colaboradores más cercanos de Lenin (trotskistas, zinovievistas, bujarinistas, etc.). Tampoco habla de las muertes antisemitas stalinianas de 1948 a 1952, y se desentiende por completo de las catástrofes políticas vividas por los comunistas chinos, alemanes y españoles, gracias a las orientaciones dictadas por Stalin a través de la Internacional Comunista.
Pero la mayor crítica que de las propias filas leninistas surgió contra el texto, fue su total ausencia de análisis marxista sobre las contradicciones que habían contribuido al surgimiento de una tiranía tan especial como la de Stalin.
El gesto de Khrushchev despertó muy pronto innumerables expectativas. En los ambientes de izquierda se tuvo la esperanza de que el XX Congreso era el inicio de la democratización progresiva de la URSS. Estudiosos tan serios como Isaac Deutscher llegaron a compartir esa ilusión.
Pero ese no era el caso. La desestalinización limitada iniciada en 1956, fue interrumpida en 1964, con la destitución de Khrushchev el 16 de octubre de ese año "por razones de edad y estado de salud". Bajo el reinado de Brezhnev, Stalin fue parcialmente rehabilitado y los miembros del grupo "antipartido", excluidos tras el informe secreto, fueron discretamente reintegrados. Las experiencias posteriores en Polonia, Hungría y Checoslovaquia mostraron cómo la democratización de la URSS sigue entre el tintero.
En la actualidad, Mikhail Gorbachev, empeñado en "sacudir la inercia de su país", como señala K.S. Karol, no da, sin embargo, muestras de retomar siquiera la senda de Khrushchev. En la entrevista concedida hace dos semanas a L'Humanite, diario del PC francés, el nuevo Secretario General del PCUS afirmaba que "el stalinismo es un concepto que inventaron los enemigos del comunismo y que ha sido largamente explotado para afectar la imagen de la Unión Soviética y del socialismo en su conjunto", y que el XX Congreso "ya respondió a la cuestión de acabar con el culto a la personalidad de Stalin". La verdad es que el sistema centralizado de toma de decisiones, a pesar de algunos cambios modernizadores y racionalizadores, es básicamente el mismo de la era staliniana. El monopolio partidario del poder, los argumentos en que se basa, y la prohibición expresa de cualquier tendencia dentro del PCUS, no dejan dudas al respecto. Pese a ello, un cierto ambiente de libertad que se observa a nivel cultural en la URSS --como los varios discursos contra la censura pronunciados sin sobresaltos durante un reciente congreso de escritores soviéticos-- torna prematura cualquier conclusión sobre las intenciones de Gorbachev sobre la "liberalización", que Khrushchev intentó en su día. Pese a sus limitaciones, el XX Congreso tuvo al menos ese mérito: sacó a la luz pública un fenómeno que algún día tendrá que ser genuinamente erradicado.--