SALUD
“Todo me huele a comida dañada y el café me sabe a gasolina”: el agonizante olor del covid
La comunidad científica se encuentra frente a un nuevo reto por cuenta del coronavirus. Un pequeño porcentaje de los sobrevivientes experimentan una rara enfermedad de la que se sabe poco y –hasta el momento– no hay cura. Se llama parosmia y se reduce a que todo huele muy mal.
Todo me huele como a un cadáver en proceso de descomposición”, “no importa lo que huela, el olor es siempre como de cítricos podridos”, “me huele a comida dañada y a pañales sucios”, “no soporto abrir la nevera y el café me sabe a gasolina”.
Esas son algunas de las descripciones que hoy circulan en las redes sociales a manera de apoyo para quienes padecen de una enfermedad que antes de la covid-19 era prácticamente desconocida: parosmia. Un enigma para los profesionales de salud, que hasta el año pasado rara vez la diagnosticaron. En términos médicos, se define como una distorsión del sentido del olfato. A veces se convierte en fantosmia o alucinación olfativa, que es básicamente sentir olores que no existen: ráfagas de olor a gasolina, a rancio o a putrefacto que nadie más siente.
Antes de la pandemia se le relacionaba con enfermedades del sistema nervioso o psiquiátricas, pero ahora es uno de los efectos secundarios de la covid y mientras los expertos buscan una cura, quienes la padecen sienten que van a enloquecer. Se estima que 65 por ciento de las personas que se contagian con coronavirus pierden el gusto o el olfato. Los expertos dicen que por lo menos 11 por ciento de esos pacientes experimenta parosmia dos o tres meses después de recuperar el olfato y no está claro cuánto dura, aunque puede ser entre seis y 12 meses.
Existen tres teorías sobre el origen de esta enfermedad y su relación con la covid, y los expertos aprovechan para aclarar que, aunque muchos tratan de describir el olor, este no tiene nombre, pues es tan novedoso como el mismo coronavirus. Una conjetura es que es el resultado de una inflamación en la hendidura olfatoria, otra dice que es producto de una infección y la tercera teoría es que el virus afecta las neuronas olfativas en el cerebro y estas dejan de procesar de manera correcta la información relacionada con el olor de las cosas.
Para quienes padecen de parosmia por unos meses la vida no vuelve a ser igual. El mal olor de los alimentos hace que pierdan el apetito y que dejen de ingerir líquidos. En muchos casos, no soportan el olor de sus seres queridos y les abruma salir a la calle, lo que los lleva a un aislamiento con riesgo de depresión. También puede ser un peligro mortal, pues al no poder identificar el olor del humo de un incendio o un escape de gas no pueden protegerse.
El tratamiento, por ahora, consiste en medicamentos para aliviar los síntomas y, como último recurso, cirugía para remover los receptores de la cavidad nasal. Los médicos piden paciencia, ya que las células se regeneran y los síntomas desaparecen. En la Universidad de Stanford ya iniciaron estudios con personas que padecen el mal y buscan soluciones con carácter urgente. La parosmia por covid se ha convertido en un fenómeno en las redes sociales.
Una página de apoyo en Facebook tenía, al cierre de esta edición, más de 28.000 miembros, aunque existe hace menos de nueve meses y añade hasta 400 personas nuevas cada día. En el Reino Unido surgió otra red de apoyo que tiene 50.000 miembros y crece diariamente. Según algunos de ellos, es un espacio que se ha convertido en su salvación.
“Es ahí donde me entere qué tolero comer y cómo puedo asear mi casa con productos que no me molesten”, dice una de las participantes justamente desde Colombia, “gracias al grupo he podido comer”. En medio de su preocupación, resulta un alivio para los pacientes de parosmia saber que no están solos.
“Esto es muy serio y muy extraño”, concluye la colombiana en su publicación en Facebook, donde, gracias a otros que sufren como ella, encuentra su único consuelo.