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El verdadero complot

Al incluir a funcionarios venezolanos en la 'lista Clinton', Estados Unidos legitimó las denuncias de los vínculos de Caracas con las Farc. Pero el resultado no es necesariamente bueno para Colombia.

13 de septiembre de 2008
Ramón Rodríguez Chacín es el enlace personal entre Hugo Chávez y las guerrillas colombianas. Se le acusa de haber gestionado préstamos a las Farc

Ramón Rodríguez Chacín, el recién renunciado ministro del Interior venezolano, era un personaje desconocido para los colombianos hasta el día de la liberación de Clara Rojas y Consuelo González, cuando su familiaridad con las Farc quedó reflejada en una frase que indignó al país: "Estamos muy pendientes de su lucha. Mantengan ese espíritu, mantengan esa fuerza y cuenten con nosotros".

Esa cercanía volvió a ser noticia cuando, en un inesperado anuncio en medio de la crisis diplomática entre Caracas y Washington, el Departamento del Tesoro lo incluyó, junto a otros dos jefes de inteligencia venezolanos, en la lista de Traficantes de Narcóticos Especialmente Designados (Sdnt, por su sigla en inglés), popularmente conocida como la 'lista Clinton'.

Los otros dos implicados son Henry de Jesús Rangel Silva, director de los Servicios de Prevención e Inteligencia (Disip); y Hugo Armando Carvajal Barrios, director de inteligencia militar (Dgim), de quien SEMANA había revelado sus relaciones con las Farc y otros grupos de narcotraficantes en una extensa investigación titulada 'El Montesinos de Chávez'.

"La designación de hoy expone a dos altos funcionarios y un ex funcionario del gobierno de Venezuela que armaron, patrocinaron y financiaron a las Farc, sin importar que este grupo ha aterrorizado y secuestrado inocentes", dijo Adam J. Szubin, director de la Oficina de Control de Activos Extranjeros, Ofac, en la declaración.

Rodríguez Chacín es un viejo conocido en los círculos de poder de la Venezuela bolivariana y, de los tres, es de lejos el de más alto perfil. A comienzo de la semana había renunciado sorpresivamente al Ministerio del Interior, alegando razones personales, y se había llegado a rumorar que sería embajador en Colombia. Capitán de navío retirado, es un experto en operaciones contraguerrilleras, inteligencia y contrainteligencia, y ha sido parte del entorno del presidente Chávez desde que llegó al poder. Fue ministro del Interior en la época del fugaz golpe de Estado del 11 de abril de 2002. En ese entonces, cuando Chávez regresó al poder en cuestión de horas, lo cambió de cargo como un gesto conciliador con la oposición.

Sus contactos con las Farc vienen desde 1999, incluidas visitas al Caguán, y era el enlace personal entre Chávez y las guerrillas colombianas. Después de algún tiempo en las sombras, el Presidente venezolano lo 'reencauchó' el año pasado para que ayudara con las gestiones en busca del intercambio humanitario. Pero sus gestiones claramente cruzaron la línea. Según la Ofac, además de haberse reunido en varias ocasiones con miembros de las Farc, los habría ayudado a conseguir un préstamo del gobierno venezolano de 250 millones de dólares, aunque no pudieron confirmar si este se concretó. Esta información fue extraída del computador de Raúl Reyes.

Carvajal Barrios, el cerebro de la inteligencia venezolana, es acusado por la Ofac de evitar que las autoridades venezolanas interceptaran envíos de drogas de las Farc, además de proveer armas y documentos de identidad a los guerrilleros para moverse con libertad en territorio venezolano. Como contaba la investigación de SEMANA, también habría dado protección a narcotraficantes como el capo Wilber Varela, alias 'Jabón', asesinado en territorio venezolano. Igualmente, según el testimonio de un oficial activo de la Guardia venezolana obtenido por esta revista, el general Carvajal sostuvo en mayo de 2006 una reunión con Germán Briceño Suárez, alias 'Grannobles', jefe de las Farc y hermano del 'Mono Jojoy', en una finca en Barinas, donde hablaron sobre estrategias de coordinación política, militar y económica.

Carvajal también está en la mira de agencias de inteligencia por su supuesta participación en la tortura y el asesinato del capitán Camilo González y el cabo Gregorio Martínez, dos miembros del Ejército colombiano que, según información de Bogotá, perseguían a guerrilleros refugiados en Venezuela. Después de haberse infiltrado en el vecino país, fueron descubiertos y, según los testimonios, Carvajal habría dado la orden de matarlos.

Por último, el tercer implicado, Rangel Silva, es acusado de ayudar a las Farc a traficar drogas y abogar por lazos más cercanos entre la guerrilla y el gobierno venezolano. El director de la Disip es mencionado en repetidas comunicaciones encontradas en los computadores de Raúl Reyes y habría sostenido reuniones con Iván Márquez, Rodrigo Granda y 'Timochenko' para garantizar la seguridad de los guerrilleros en territorio venezolano.

Según lo han admitido funcionarios estadounidenses bajo condición de anonimato, gran parte del caso contra los tres venezolanos está sustentado en los correos de los computadores de Raúl Reyes. Eso de alguna manera, legitima la información que el gobierno ha filtrado a los medios de comunicación y le da validez a las quejas colombianas. Pero también mete a Colombia de cabeza en el complicado tinglado continental en el que Chávez ha convertido su enfrentamiento con Washington.

Hasta ahora, la Cancillería colombiana ha mantenido un prudente silencio. El gobierno sabe que cualquier declaración suya, como le advertían a los detenidos en las viejas películas de policías, podría ser y sería utilizada en su contra. Pero del mismo modo reconoce que un prolongado ambiente enrarecido entre sus dos principales socios comerciales es una bomba de tiempo para los intereses colombianos. Una situación de cara gana usted y sello pierdo yo.

Sin duda, será el primer gran desafío del canciller Jaime Bermúdez. Más aún que esta semana acompañará al presidente Álvaro Uribe a Nueva York a las Naciones Unidas y a Washington. Como quien dice, a la 'boca del lobo'.