BOLIVIA
Elecciones en Bolivia: ¿cómo se ve el panorama a menos de 10 días de los comicios?
Por fin los bolivianos elegirán al sucesor de Evo Morales, quien perdió el poder en noviembre de 2019 tras unas elecciones cuestionadas. Entre denuncias de fraude, los comicios decidirán sobre su legado.
Después de casi un año de gobierno interino y dos aplazamientos que desataron la furia de amplios sectores, Bolivia finalmente irá a las urnas el 18 de octubre. El panorama aparece convulsionado e, incluso, muchos temen que la victoria de uno u otro candidato termine en acusaciones de fraude electoral y en movilizaciones masivas, derivadas en violencia.
El ambiente de tensión se asemeja al de las elecciones de hace un año. Evo Morales se jugaba un nuevo periodo tras 14 años en la presidencia. En su contra trabajaban sectores críticos y antiguos simpatizantes, desencantados con los años.
El Movimiento al Socialismo (MAS), de Morales, apostaba por ganar en primera vuelta, pues en una segunda corría el riesgo de perder ante una alianza de sus contendores. A las ocho de la noche todo indicaba que habría segunda vuelta. Horas más tarde, el conteo se detuvo y finalmente 12 horas después las autoridades electorales anunciaron el triunfo de Morales. Sus opositores denunciaron fraude y se desencadenó una ola de protestas y maniobras políticas que terminaron con la renuncia del presidente, presionado por las Fuerzas Armadas. Los partidos opositores formaron un gobierno de transición, liderado por la senadora Jeanine Áñez, y prometieron elecciones, que luego aplazaron dos veces por la crisis sanitaria. Los hechos dividieron al país. Para los contradictores del exmandatario, hubo una revolución ciudadana, y para sus seguidores, un golpe de Estado.
Este fantasma de violencia y desconfianza ronda los comicios. Las encuestas señalan que Luis Arce, el candidato del MAS, puntea en intención con el 41 por ciento. Detrás de él, con 33,5 por ciento, va Carlos Mesa, un candidato de centroderecha que gobernó entre 2002 y 2005, pero renunció antes de terminar su mandato. Luis Fernando Camacho aparece en el tercer lugar con el 17,7 por ciento; se trata de un representante de la derecha más recalcitrante, famoso por su participación en las movilizaciones contra Morales.
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Luis Arce y el MAS de nuevo apuntan a ganar en primera vuelta, lo que es posible en Bolivia con el 40 por ciento de los votos si el siguiente candidato está por lo menos diez puntos abajo. Según las encuestas, Arce ya tiene el porcentaje y solo le faltarían 2 o 3 puntos para sacarle la diferencia necesaria a Mesa. Por su parte, el rival espera pasar a segunda vuelta para atraer a los votantes de Camacho y otros partidos pequeños que compiten en los comicios. De esta manera, el panorama electoral parece calcado de hace un año. El MAS se juega todo por el 18 de octubre, mientras que Mesa lucha por conseguir lo suficiente para pasar a una segunda votación de la que podría salir victorioso.
Hace unas semanas, el panorama favorecía ligeramente a Luis Arce. La presidenta interina Áñez todavía era candidata y, según las encuestas, peleaba por el tercer puesto. La intención de voto a su favor no le alcanzaba para ganar y solo provocaba una mayor división entre los votantes que rechazan al MAS. Por ello, Áñez decidió abandonar la carrera electoral, lo que favoreció principalmente a Mesa en las encuestas y puso en aprietos la intención de Arce de ganar en primera vuelta.
La polarización hoy es igual o, incluso, peor que la de hace un año. En Bolivia están con el MAS o en su contra, sin puntos medios. Además, pululan las acusaciones de fraude desde ambos extremos, que insinúan la reticencia de los candidatos y los partidos a aceptar los resultados. Y, aunque los acepten y uno de los aspirantes asuma la presidencia, pocos creen que la tensión social disminuya. Ricardo Bajo, director de la edición boliviana de Le Monde Diplomatique, le dijo a SEMANA: “Las elecciones no van a acabar con la inestabilidad en Bolivia, no van a acabar con la incertidumbre ni con la polarización”.
Cualquiera que gane tendrá que gobernar con una oposición tenaz de los círculos políticos y la población. La tensión no es para menos, en las elecciones se juega la continuidad de un proyecto político que hace unos años movilizó a miles bajo la bandera de una revolución de los sectores olvidados en Bolivia, pero que ahora perdió legitimidad ante los ojos de buena parte de la población.