ANÁLISIS

Elecciones en Brasil: ¿la democracia en juego?

Deterioro económico, pérdida de confianza en los políticos y en las instituciones y desesperanza, los ingredientes para un retroceso autoritario están sobre la mesa. Bolsonaro parece tener la receta para explotar los temores de los brasileños y hacerse al poder.

Juan Pablo Ossa*
24 de septiembre de 2018
Fernando Haddad, el candidato de Lula da Silva, y el ultraderechistaJair Bolsonaro. | Foto: Fotomontaje SEMANA / Foto: Twitter Fernando Haddad

A pocas semanas de la primera vuelta, la carrera por escoger al próximo presidente de Brasil comienza a aclararse. El problema para la mayoría de los electores es que la lucha por la sucesión presidencial está siguiendo el camino menos deseado. Según las encuestas más recientes, Jair Bolsonaro, actual diputado federal de Río de Janeiro y exponente de un discurso de odio, disputaría el segundo turno con el que dijo Lula: Fernando Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores y exalcalde de la ciudad de Sao Paulo.

Este panorama tiene con los pelos de punta a millones que se rehúsan a escoger entre Bolsonaro y el PT, partido recordado como el responsable de los más grandes escándalos de corrupción de los que los brasileños tengan noticia. De los dos, Bolsonaro es el que tiene la más alta imagen desfavorable. No es para menos, pues ha dicho que las mujeres deben ganar menos que los hombres; que sus hijos, por ser bien educados, nunca se casarían con una mujer negra y que el homosexualismo es el resultado de la mala crianza de los niños.

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Eso no es todo. El capitán Bolsonaro, reservista del Ejército, ha sido vocal en su desprecio a la democracia y en su nostalgia por la dictadura. Poco después de ser víctima de un atentado contra su vida en Minas Gerais el pasado 6 de septiembre, su fórmula vicepresidencial, el general (r) Hamilton Mourao, afirmó que de ganar podrían hacer un autogolpe con apoyo de los militares. El estupor que una afirmación de esa índole despierta en el observador extranjero, solo puede ser superado por la declaración del actual comandante del Ejército Eduardo Villas Boas, quien hace unos días opinó que el próximo presidente de Brasil podría carecer de legitimidad.

Por su parte, aunque el candidato del PT carga con el lastre de Lula, paradójicamente puede ganar gracias a él. Su candidatura despegó una vez fue designado como el candidato oficial de su partido el 11 de septiembre. Hasta entonces, el expresidente Lula da Silva, hoy preso en las instalaciones de la Policía Federal de Curitiba, aparecía como candidato y Haddad de vice como fórmula presidencial. Sin embargo, un fallo del Tribunal Superior Electoral de Brasil que ratificó la inhabilidad de Lula para ser candidato, lo obligó a dar un paso al costado en favor de su fórmula para vicepresidente.

La pregunta que se hacían los observadores era si Lula conseguiría endosar su capital político a Fernando Haddad. De acuerdo con las encuestas que se han realizado hasta el 18 de septiembre la respuesta es afirmativa. En la última de Data Folha del 18 de septiembre, Haddad salta al segundo lugar y se ubica detrás de Bolsonaro con el 19 por ciento de la intención de voto, un aumento de 11 puntos porcentuales en apenas 8 días.

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Ningún otro candidato parece tener suficiente fuerza para disputarles el tiquete a segunda vuelta. Ciro Gómez del Partido Democrático Laborista (PDT), aparece en tercer lugar con 11 por ciento de las preferencias. Estuvo cerca de hacer una alianza con el PT, pero se negó a ser la fórmula vicepresidencial de un candidato preso, así fuera transitoriamente. También a la izquierda, Marina Silva busca por tercera vez llegar a la Presidencia de Brasil. Sin embargo, las últimas mediciones la ponen al final del lote con apenas un 6 por ciento, y con tendencia a la baja.

Geraldo Alckmin del PSDB, partido del expresidente Fernando Henrique Cardozo, aparece en el cuarto lugar de las preferencias con 7 por ciento de la intención de voto. Alckmin intenta posicionarse como una tercera vía entre el PT y Bolsonaro, pero ha buscado ganar votos entre los electores de derecha que parecen decididos por el exmilitar. Además, el protagonismo que su partido tuvo en el impeachment contra Dilma Rousseff y la consiguiente toma del poder del impopular Michel Temer generan resistencia entre los votantes de centro-izquierda. No tiene para dónde crecer y eso es lo que reflejan las encuestas.

Así las cosas, lo más probable es que el próximo presidente de Brasil se defina en segunda vuelta entre Jair Bolsonaro y Fernando Haddad. A favor de Haddad está ser uno de los candidatos con la más baja imagen desfavorable, la enorme popularidad de Lula y la muy probable adhesión en segunda vuelta de Ciro Gómez y Marina Silva. Pero su candidatura también carga con el lastre de corrupción y la enorme resistencia que despierta su partido.

A pesar de que millones de brasileños reconocen que durante los 14 años de gobierno del Partido de los Trabajadores Brasil avanzó como nunca antes en la superación de la pobreza, muchos otros lo ven como el responsable de la crisis que llevó a la economía a contraerse 3,5 por ciento en 2015, repitiendo el resultado en 2016 y a una tasa de desempleo superior que hoy supera el 12 por ciento. Lula y el PT tienen un alto nivel de rechazo entre los brasileños más educados y con ingresos superiores a cinco salarios mínimos, especialmente en los estados del sur y el sudeste del país.

La mezcla de crisis económica y corrupción trasladó el descontento de los brasileños del gobierno de turno al régimen político. Apenas el 43 por ciento cree que la democracia es la mejor forma de gobierno y solo el 13 por ciento está satisfecho con la forma en que el sistema democrático funciona, según la encuesta de Latinobarómetro de 2017. No sorprende entonces que Bolsonaro haya pasado de los márgenes de la política brasileña a candidato con opciones reales de poder. No solo lidera las encuestas con una intención de voto de 28 por ciento, sino que aparece por lo menos en empate técnico con los demás candidatos en los posibles escenarios de segunda vuelta. Deterioro económico, pérdida de confianza en los políticos y en las instituciones y desesperanza: los ingredientes para un retroceso autoritario están sobre la mesa y Bolsonaro parece tener la fórmula para explotar la inconformidad y hacerse al poder. Por increíble que parezca, Brasil está a la puerta de votar por la restauración del autoritarismo. La amenaza a la democracia es real.

*Candidato a PHD, investigador visitante en en IESP de la Universidad Estadual de Río de Janeiro.

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