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¿Y si gana Hillary?

Hillary es una mezcla de su esposo –Bill- y de su exjefe –Obama-. No tendría una política hacia Colombia tan dura como la que intentaría Trump, pero tampoco sería tan progresista como la que implementó Obama.

Rodrigo Pardo*
7 de noviembre de 2016
Hillary Clinton. | Foto: Justin Sullivan / Getty Images / AFP

El triunfo de Hillary Clinton, para Colombia, significaría continuidad. No podría haber un cambio de rumbo abrupto, como el que eventualmente sí cabría con el otro candidato. En una reciente encuesta del Centro de Consultoría, los colombianos votarían por Clinton sobre Donald Trump –en la hipótesis de que pudieran hacerlo- en una mayoría superior a la de otros países. La victoria de la candidata demócrata sería bien recibida en este país.

La política de Estados Unidos hacia Colombia, si este martes Hillary Clinton es elegida presidenta, seguiría dos antecedentes: lo que hicieron los presidentes Bill Clinton –esposo de la nueva mandataria- y Barack Obama, en cuyo primer cuatrienio la mujer presidenta –primera en la historia- trabajó como secretaria de Estado. Esas dos experiencias ya marcaron la visión de Hillary. Y aunque Bill y Barack no necesariamente tienen aproximaciones idénticas hacia América Latina y hacia Colombia, hay denominadores comunes.

Bill Clinton es el padre, junto con Andrés Pastrana, del Plan Colombia. Un programa de cooperación sin precedentes en cuanto al monto financiero y a su alcance político y militar. Barack Obama mantuvo la cooperación –que fue disminuyendo en cantidad y se reorientó para que el componente militar se redujera como porcentaje del total-. Para Clinton, la ayuda se justificó en salvar a un país en crisis y asegurarlo como aliado de Estados Unidos. Para Obama, la idea fue consolidar la transformación de Colombia y apoyar el esfuerzo de Juan Manuel Santos para superar una de las últimas confrontaciones de la guerra fría.

Hay, entonces, diferencias de matices entre el esposo de Hillary –Bill- y su jefe –Obama-. El primero confió en la fuerza para fortalecer al Ejército. El segundo, que también propició la normalización de las relaciones con Cuba, le apostó al proceso de paz con las Farc.

Pero también hay hilos en común. Desde Washington, los gobiernos de Pastrana, Uribe y Santos, se ven como una continuidad que mezcla el uso de la fuerza y la negociación política para fortalecer la institucionalidad democrática. La famosa polarización política de Colombia no es visible, ni comprensible, ni relevante, en el Congreso ni en el Gobierno. El Plan Colombia es una “historia de éxito” de la diplomacia de Estados Unidos, apoyada en el Congreso por los dos principales partidos: demócrata y republicano. Todo esto conforma el pensamiento de Hillary Clinton sobre Colombia: la nueva mandataria, si es elegida, no tendrá que aprender nada. Ya tiene un concepto formado, y seguramente intentará seguir la “historia de éxito”.

Esa aproximación se reforzará por dos hechos nuevos. El primero, que su probable círculo de asesores y funcionarios –en lo que tiene que ver con Colombia y América Latina- seguramente saldrá de los equipos que trabajaron en los gobiernos de Bill Clinton y Barack Obama. Y la segunda, que en el contexto regional, ante la situación crítica de Venezuela, Colombia luce como un país que avanza porque está superando sus peores problemas y que Washington quiere tener como aliado en los temas complejos de América Latina.

La continuidad de la política hacia Colombia en el gobierno de Hillary Clinton, sin embargo, tendría matices. Una Presidenta no solo se forma por su trayectoria sino también por la forma como es elegida. La dura batalla entre Hillary y Donald Trump va a dejar heridas abiertas, y un clima político polarizado y derechizado. No es que la relación entre la Casa Blanca y el Capitolio haya sido fácil en los últimos ocho años. Pero en los próximos cuatro podría ser peor. La campaña de Trump no fue común. No fue simplemente “dura” en términos convencionales, sino buscó patear el tablero de la política. Los platos rotos están ahí. El entendimiento bipartidista va a ser aún más difícil que en la era Obama.

Y eso, para Colombia, implica que el consenso entre republicanos y demócratas que, mal que bien, se ha mantenido en el Congreso desde que se inició el Plan Colombia, no puede darse como seguro. Y en un panorama tormentoso habría, al menos, tres temas que podrían ser difíciles.

El primero es el apoyo de Estados Unidos al proceso de paz. Hillary es más halcón que Obama, para empezar. Pero, además, se va a encontrar con un limbo del acuerdo firmado entre el gobierno y las Farc que le puede resultar incómodo a la Presidente en los inicios –que no van a ser nada fáciles- de su mandato. Seguramente no acabará la cooperación de Paz Colombia (que es la más reciente denominación del Plan Colombia) pero falta ver si la continuará con el mismo entusiasmo y prioridad. Y, sobre todo, si mantendrá el compromiso y audacia con que el gobierno Obama acompañó los diálogos con las Farc. Para Obama, el fin de la guerra en Colombia y el fin del aislamiento de Cuba fueron dos piezas de una misma estrategia para terminar la guerra fría en el continente y marcar su legado para la historia. Con Hillary, al menos, habría que considerar la hipótesis de que un gobierno nuevo no quiere hereedar riesgos.

El segundo es el crecimiento de los cultivos de coca en Colombia. Están desbordados. Y aunque todos los gobiernos de Estados Unidos desde el de Richard Nixon han tenido a la guerra contra las drogas como una prioridad, ha habido diferencias de énfasis. Bill Clinton –el esposo de la nueva presidenta- fue mucho más duro que Barack Obama. ¿Reasumirá Hillary, desde el despacho oval, una actitud de mano dura contra el narcotráfico? La respuesta positiva no es descartable.

Y el tercer tema es Venezuela. El nuevo gobierno, en sus primeros meses, le va a dedicar más tiempo a estructurar la política hacia Venezuela, que a pensar en Colombia. La situación de Maduro es crítica. Es poco probable que una administración con cuatro años por delante –y eventualmente ocho- mantenga una política cauta hacia Caracas. Al menos, si lo hace será después de un debate interno que no podrá estar desligado de lo que demanden los voceros de la línea dura en Washington. Y Colombia podría estar afectada. Si la Presidenta Clinton, eventualmente, optara por endurecerse frente a Maduro, buscaría –o desearía- que Colombia la acompañara.

No sobra recordar que Obama y Santos coinciden en la poco frecuente combinación de presidentes en ejercicio y premios Nóbeles de paz Nobeles de Paz. Controvertidos, ambos, premiados en momentos distintos y por razones diferentes. Pero algo tienen en común y las relaciones entre los dos países bajo sus mandatos se centraron en buscar la paz a diferencia, por ejemplo, de la lucha contra el terrorismo liderada por la llave Uribe-Bush. Hillary Clinton no es Donald Trump -claramente no lo es- pero tampoco es Barack Obama.

*Director editorial de SEMANA