Elecciones 2020
Elecciones en EE.UU: ¿Podrán las redes sociales detener las noticias falsas?
En vísperas de los comicios, Facebook, Twitter y YouTube reforzaron medidas contra las noticias falsas y los mensajes incendiarios, en un intento por limitar las estrategias digitales de los republicanos. Pero muchos temen que el daño ya está hecho.
Salvo la campaña republicana, nadie quiere que se repita la escabrosa historia de 2016 cuando los rusos convirtieron a Facebook en el arma electoral que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca. En aquel momento, Moscú movió los hilos de la tecnopolítica para incidir mediante las redes sociales en la decisión de los norteamericanos.
Esta vez las grandes plataformas tecnológicas, usualmente indiferentes ante lo que hacen los usuarios, decidieron tomar cartas en el asunto e imponer significativas restricciones a la información política en vísperas de los comicios. Las medidas incluyen desde el cierre de decenas de miles de cuentas de grupos pro-Trump –especialmente las del movimiento QAnon, reconocidas fuentes de noticias falsas y de teorías conspiracionistas– hasta las de líderes de los supremacistas blancos que han llevado al mundo real –con exhibiciones armadas y presiones sobre los votantes– lo que pregonan en trinos y posts en favor del presidente.
El propio Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, ante las presiones de los medios, de la campaña demócrata y de la opinión pública internacional, proclamó que “todos tenemos la responsabilidad de proteger nuestra democracia”. Hace cuatro años, cuando los dedos apuntaron a esta plataforma por el triunfo de un candidato que meses antes perdía en las encuestas, Zuckerberg se encogió de hombros y dijo que creer que Facebook incidió en la elección de Trump era “una idea loca”.
El ambiente es diferente ahora. Nadie puede negar públicamente el poder de las redes y sus algoritmos en el curso de las democracias. Y Facebook, en especial, es más poderosa que hace cuatro años, con ingresos de 80.000 millones de dólares en 2020, ganancias por 23.200 millones de dólares y 800 millones de usuarios más que en 2016. El CEO de la red social más grande del mundo dio luz verde a sus ingenieros para cerrar cuentas que inciten a la violencia y que promuevan información falsa que favorezca a cualquier candidato. En la cruzada contra las fake news, incluyó a los negacionistas del Holocausto y a los movimientos antivacunas, un par de temas que generan mucho tráfico en su red. En efecto, los algoritmos que rigen las leyes de la viralización los privilegian, porque son más taquilleros que la información científica o histórica.
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La cereza en el pastel del anuncio fue que no recibirá publicidad política el día de la elección ni los posteriores, con lo que sacrificó una fuente de ingresos importante para el negocio. “Tenemos más personas y mejor tecnología para proteger nuestras plataformas, y hemos mejorado nuestras políticas de contenido y su cumplimiento”, dijo la empresa en un comunicado oficial.
Twitter, aunque de menor alcance por número de usuarios, había tomado decisiones más radicales desde mucho antes. A mediados del presente año, puso etiquetas de advertencia sobre trinos del presidente y hasta ocultó alguno, durante los electrizantes días de las protestas raciales tras la muerte de George Floyd.
Pero el paso más atrevido de Twitter ocurrió la semana pasada, ya que retiró de la red unas informaciones publicadas por el diario New York Post. En ellas, el tradicional medio conservador, a juicio de los revisores de contenidos de la plataforma, difundía información falsa sobre supuestas maniobras de negocios de Hunter Biden, el hijo del candidato demócrata. Incluso, bloqueó la cuenta de la jefa de comunicaciones de la Casa Blanca por retuitear la información del Post.
Ya se sabía que los revisores rechazaron lo publicado por el diario porque el FBI atribuía las versiones contra Biden Jr. a hackers rusos. Pero eso no impidió que la derecha estallara en ira, por lo que de nuevo parlamentarios republicanos y el propio Trump propusieron derogar la sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones, normativa que protege a las plataformas tecnológicas de reclamos por el contenido publicado por los usuarios. Derogar esa enmienda convertiría a las redes en medios de comunicación sometidos al control judicial.
Muchos se preguntan si las medidas de control de contenidos adoptadas por las redes sociales alcanzan para detener la estrategia de noticias falsas que especialmente los conservadores han desatado. Pramila Jayapal, congresista demócrata de Washington, dijo a los medios que las etiquetas de advertencia que las redes ponen sobre los trinos de Trump y sus aliados tienen un valor limitado si los algoritmos subyacentes de la plataforma están diseñados para impulsar material polarizador a los usuarios.
Y allí radica el problema. Facebook se convirtió, como ha señalado un sector crítico de la prensa, en el Fox News digital de Trump, aun contra las opiniones políticas personales de Zuckerberg. De hecho, los algoritmos que deciden la visibilidad de los contenidos priorizan las noticias falsas pero populares y los mensajes incendiarios. Los estrategas de campaña del mandatario han sabido aprovechar el sesgo de los algoritmos. Brad Parscale, el genio de la estrategia digital republicana en 2016, reconoció en una entrevista en 60 Minutes que hicieron en la red social todo lo que “movió la aguja” en dicha campaña. “Facebook fue el método”, dijo Parscale, y agregó que por esa carretera circulaba el coche de la campaña.
Las encuestas ubican a Joe Biden alrededor de diez puntos por encima de Trump. Pero en 2016 pasaba algo similar. Hillary Clinton ganaba en los sondeos con metodologías clásicas, pero Trump arrasaba en Facebook. Hoy, los demócratas temen que ocurra algo similar. Varios estudios encontraron que las personas son más sinceras en las redes sociales en cuanto a sus intenciones políticas que cuando responden personalmente a un encuestador. “La razón por la que el contenido de derecha funciona tan bien en Facebook no es ningún misterio. La plataforma está diseñada para amplificar las publicaciones con resonancia emocional, y los comentaristas conservadores tienen la habilidad de convertir los agravios apasionados en un poderoso algoritmo”, sostiene Kevin Roose, columnista de tecnología de The New York Times.
Hay razones para pensar que la tecnopolítica republicana ya rindió frutos. La medición de Pew Research de diciembre pasado encontró que el 70 por ciento de los adultos en Estados Unidos utilizan Facebook y al menos el 43 por ciento se informa solo mediante dicha red. Así que dominar las tendencias podría ser más efectivo que liderar las encuestas. Y en el mundo digital, la campaña de Trump aventaja a su rival. El presidente tuvo esta semana 30,3 millones de seguidores en Facebook frente a 3,2 millones de Biden. Los monitoreos de conversaciones realizados con la herramienta CrowdTangle en esa red demuestran que, entre las diez tendencias más populares, nueve pertenecen a temas promovidos por los republicanos.
Las plataformas sociales anunciaron que el 3 de noviembre comisiones del más alto nivel monitorearán minuto a minuto del clima en las redes con la meta de impedir que los ánimos se caldeen una vez conocidos los resultados. El propio Trump ha amenazado con desconocer el resultado si no le favorece, y grupos de extremistas de derecha advirtieron que saldrán armados a las calles en caso de un triunfo de Biden. Las redes serán, nadie lo duda, el método de convocatoria para una hipotética reacción violenta promovida por partidarios del mandatario.
Los analistas consideran que, de alguna manera, el resultado del próximo martes permitirá establecer si todavía es posible impedir que las redes sociales influyan negativamente en los procesos electorales o si en definitiva los algoritmos rigen las democracias en el mundo.