ESPAÑA
Cataluña: Los peligros del miti-miti
El triunfo de los partidos independentistas en las elecciones del 21 de diciembre abre una nueva fase de inseguridad en Cataluña, con la mitad de la población enfrentada visceralmente a la otra media.
En las elecciones del 21 de diciembre ganó la división aguda entre los catalanes y perdió el presidente Mariano Rajoy. Aplicó el artículo 155 de la Constitución española para frenar a los independentistas, pero no pudo impedir que la situación de conflicto persistiera en las urnas y que los partidos separatistas renovaran su mayoría absoluta. El conflicto sigue al rojo vivo.
Durante más de 20 años, solo 2 partidos se disputaban el poder en Cataluña: el conservador Convergència i Unió (CiU) y el Partido Socialista de Cataluña (PSC). Ambos acaparaban el 75 por ciento y cada uno podía gobernar con mayoría absoluta. Hoy el escenario ha cambiado por completo, con 7 partidos. Los independentistas Junts per Catalunya (Juntos por Cataluña) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), así como el constitucionalista partido Ciudadanos (conservador) dominan las urnas, pero ninguno puede gobernar en solitario. Así que será necesario lograr pactos entre 3 e incluso 4 partidos para constituir un gobierno en esta nueva fase.
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“La emocionalidad ha regido estas elecciones y los votantes acudieron a las urnas menos llevados por la razón que por la emoción. Tanto los partidos constitucionalistas como los independentistas se encargaron de acentuar esa pasión. Los separatistas tenían un líder en la cárcel, Oriol Junqueras, de Ezquerra, y otro en el exilio en Bruselas, Carles Puigdemont, de Junts per Catalunya (Juntos por Cataluña). Creo que esa emocionalidad persistirá y acentuará la fractura”, indicó a SEMANA el politólogo Alberto Martínez, de la Universidad Autónoma de Madrid.
En efecto, Junqueras envió desde la cárcel a sus seguidores mensajes por correo electrónico y cartas manuscritas, y Puigdemont participó en los mítines por internet desde Bruselas. Cada uno por separado se atribuyó el liderazgo del independentismo; Junqueras acusó a Puigdemont de “cobarde” por haber huido a Bruselas y el expresidente catalán se presentó como el único capaz de llevar a buen puerto la independencia. Hoy no se sabe cuál de los dos podría liderar el nuevo gobierno y es una incógnita cómo podrían acceder al poder si Junqueras está en la cárcel por sedición y Puigdemont tiene orden de captura que podría aplicársele cuando regrese a España.
Los partidos constitucionalistas también tienen un enfrentamiento por el liderazgo. La candidata de Ciudadanos, Inés Arrimadas, buscó desde el principio unir a los partidos que defienden la unidad de España en un solo bloque liderado por ella, pero nadie le hizo caso. Ahora compite por el liderazgo de la oposición en el Parlamento catalán con Miquel Iceta, del Partido Socialista de Cataluña.
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El triunfo en escaños en el nuevo Parlamento catalán de Junts per Catalunya y Esquerra Republicana les permite renovar su mayoría absoluta al sumar los escaños del partido también independentista Candidatura d’Unitat Popular (CUP), aunque aún no se sabe quién liderará el nuevo gobierno, si Puigdemont o Junqueras.
Los partidos constitucionalistas estuvieron a punto de equilibrar la balanza. Ciudadanos logró la mayor votación de su historia, aunque no consiguió el número de escaños necesarios para imponer un gobierno, encabezado por Arrimadas, mientras que el oficialista y conservador Partido Popular de Rajoy obtuvo los peores resultados de su historia en Cataluña.
“Los electores votaron contra la aplicación del artículo 155 desde Madrid y contra Rajoy”, explicó a SEMANA el analista Joan Laport, de la Universidad de Barcelona. “Pero aunque los independentistas hayan revalidado su mayoría absoluta en la región, esto no significa un triunfo aplastante, pues si no se ajustan a la Constitución, tienen encima la amenaza de que les vuelvan a aplicar el artículo 155, con lo cual no les resultará sencillo gobernar a su antojo como venían haciendo”.
Pese al triunfo de los independentistas en las elecciones, es evidente la persistencia de la paridad de fuerzas con los constitucionalistas. El partido En Comú-Podem (marca catalana del partido izquierdista nacional Podemos) jugaba en las encuestas un papel determinante porque podía inclinar la balanza hacia uno u otro lado, pues muchos de sus partidarios no apoyan el separatismo. El otro problema es que, según se decía al cierre de esta edición, el líder de la CUP en Cataluña, Carles Rieras, solo participaría en una coalición que retomara la vía radical y unilateral por la independencia, lo que se estrellaría con una nueva aplicación del 155, y con el hecho de que tanto Puigdemont como Junqueras están en problemas judiciales por cuenta del plebiscito ilegal que celebraron en octubre.
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Lo cierto es que la victoria de Puigdemont y Junqueras abre el peor escenario. La fractura social y económica en Cataluña ya está hecha, y las acciones del próximo gobierno catalán definirán si esa brecha aumenta o comienza a cerrarse. El conflicto generado por las soflamas independentistas de los últimos años continúa latente y no se disipará en el corto o mediano plazo, menos aún con la renovación de la mayoría absoluta de los separatistas.
Hoy Cataluña es más pobre que hace 2 años porque se han marchado de allí más de 3.500 empresas, especialmente las más grandes como Gas Natural y los bancos Caixabank y Sabadell. El turismo internacional, principal fuente de ingresos para la región, ha caído más del 5 por ciento y sigue declinando. Desde el referéndum ilegal del 1 de octubre pasado, más de 30.000 personas han perdido su empleo y las previsiones de mejora económica no se ven claras mientras persista la brecha social y la inseguridad jurídica en la región impulsadas por la pugna entre independentistas y constitucionalistas.
“La restauración de la concordia y la recuperación de la confianza jurídica para los inversionistas será aún más lenta con la victoria independentista. Este fenómeno ya lo vivimos en el País Vasco cuando un sector de la población estaba a favor de la banda terrorista ETA y del secesionismo, pero tuvo que disolverse ETA y sucederse en el poder gobiernos que buscaron la concordia y reconciliación para alcanzar la convivencia y el bienestar que actualmente vive el País Vasco. Cataluña no tiene una banda armada, y esperemos que no la tenga, y tendrá que hacer ese camino hacia la reconciliación por la vía de las urnas, elección tras elección en los próximos años”, señaló a SEMANA el politólogo Martínez.
Para varios analistas consultados por SEMANA, entre ellos Laport, el conflicto entre las dos Cataluñas, una a favor de irse y otra de seguir unida al Estado español, seguirá “vivo y flameante”, incluso más con el triunfo del independentismo. Esto por cuenta de la injerencia de Mariano Rajoy con la aplicación del artículo 155 de la Constitución, de la persecución judicial de los independentistas, pero sobre todo por el cambio político radical que ha vivido Cataluña en los últimos años, donde los grandes partidos nacionales hoy son casi marginales, comparados con el poder que tenían en la región en las décadas pasadas.