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Elecciones en Francia: una atípica carrera por el Eliseo

Una candidata de ultraderecha con un discurso nacionalista, un representante independiente aparentemente joven y dinámico, y dos partidos tradicionales casi derrotados. Frente a este panorama, los franceses elegirán a quien será su presidente por los próximos cinco años.

19 de abril de 2017

Por: Laura Orozco

El 23 de abril, Francia acudirá a la primera vuelta de sus presidenciales de 2017, aunque este año la contienda ha transcurrido de manera inusual. Por un lado, los partidos tradicionales de derecha e izquierda que antes se disputaban a los ciudadanos sin mayor dificultad, ya no cuentan con la misma popularidad, y sus candidatos François Fillon (republicano) y Benoit Hamon (socialista) se ubican en el cuarto y quinto lugar de las encuestas. Por el otro, las propuestas radicales de Marine Le Pen (Frente Nacional), que incluyen una posible salida de la Unión Europea, y la imagen novedosa y fresca del independiente Emmanuel Macron, con ideas políticas de centroderecha, conquistan a casi el 50 por ciento de los votantes. En la mitad de la disputa se encuentra el sorpresivo candidato de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon, quien pasó de ser el último en la lista a ganarse el tercer lugar.

Los impopulares

Después de cinco años bajo el mandato de François Hollande marcados por crisis migratorias, ataques terroristas, mayores niveles de desempleo y una ley del trabajo bastante criticada tras haber sido aprobada por decreto y no por votación del Congreso, la izquierda francesa se despide con un 4 por ciento de favorabilidad. Por esta razón, y porque el Partido Socialista se encuentra internamente fragmentado, Benoit Hamon no la ha tenido fácil. Sus propuestas intervencionistas y proteccionistas que incluyen el freno al libre comercio y un salario social universal de 750 euros, son atractivas para parte de la población, pero no terminan de convencer.

Mientras tanto, el republicano François Fillon, unos puntos más arriba en las encuestas, enfrenta graves escándalos de corrupción por la supuesta creación de puestos de trabajo ficticios para su esposa y sus hijos, pagados con dineros públicos. Aunque se había perfilado como la opción conservadora y religiosamente tradicionalista, los franceses han hecho sentir su decepción y varios han pedido su renuncia. Incluso, según una encuesta publicada por Le Journal du Dimanche, el 71 por ciento de los franceses desean que abandone su candidatura.

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Para Sebastián Bitar, doctor en Relaciones Internacionales y profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, “más que un problema de la izquierda en Francia, es un problema de los partidos tradicionales. No es que tengan una incapacidad generalizada de hacer política, sino más bien de poder mover las emociones y los corazones de las personas. Puede que tengan mejores plataformas y que su tradición los capacite para tener planes más realistas, pero eso también los ha alejado del público, los ha puesto en un pedestal”.

Los inesperados

Todo lo contrario parece suceder con los candidatos que encabezan la pugna electoral, en especial con la renombrada Marine Le Pen, quien lideró las encuestas hasta finales de febrero y luego fue levemente sobrepasada por su mayor contrincante, Macron. Su misión de ‘desdiabolizar’ la ultraderecha ha surtido efecto y su discurso pro República Francesa ha movilizado a los ciudadanos que creen, como ella, que la mejor solución contra la crisis es la protección de las fronteras y la recuperación de la nación como un país independiente por fuera de la Unión Europea.

“Si ves a Le Pen o si ves a Trump, ambos son políticos que explotan una relación más cercana con la gente y con lo emocional de la persona. Ese nacionalismo es muy fructífero en términos políticos porque busca chivos expiatorios y dice ‘todo se soluciona fácilmente si eliminamos al otro’. El otro puede ser el extranjero, el resto de Europa, el euro, el musulmán o la persona racialmente diferente al galo francés”, afirma Bitar.

Le Pen y su partido, el Frente Nacional, están siendo investigados por un posible desvío de fondos del Parlamento Europeo pues se les reclaman más de 300.000 euros usados para pagar empleos ficticios que favorecen, principalmente, a sus familiares. A diferencia de lo sucedido con Fillon, estas acusaciones no han empañado la campaña de la candidata ultraderechista, por el contrario, parecen posicionarla cada vez más en su camino al Eliseo.

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Junto a ella, más adelante en la carrera, se encuentra Macron, quien poco a poco ha ido escalando en las encuestas, ayudado en gran parte por los escándalos de sus contrincantes pero también por su estatus centrista. Si bien durante el gobierno de Hollande se desempeñó como ministro de Economía y simpatizó con las filas socialistas, después afirmó no coincidir más con esta ideología. Durante su campaña se ha mostrado europeísta y partidario de reenfocar el gasto público para dedicarlo a asuntos de infraestructura mucho más que a la asistencia social.

Para Alejandra Cardona, politóloga colombiana residente en Francia con estudios en relaciones internacionales e interculturales de la Universidad de Rennes 2, “Macron es complicado porque es muy seductor para el electorado. Seduce a los de la derecha que están aburridos y a los de izquierda que están decepcionados. Aunque se ha presentado como un candidato nuevo y antisistema, su currículo dice que perteneció a los círculos de los grandes bancos y del poder financiero, grupos de asesoría económica que precisamente propendían por leyes como la de la flexibilización del trabajo. Él es una gran figura y hay que ponerle mucha atención porque va liderando las encuestas, pero las encuestas no lo son todo”.

Uno de los mayores puntos a favor del independiente, y tal vez el hecho que catapultó su candidatura, es su alianza estratégica con el representante centrista François Bayrou, quien decidió no lanzarse como aspirante presidencial para sumarle votos a Macron y evitar así lo que él mismo ha llamado el fracaso de Francia, es decir, el triunfo de la ultraderecha y, de paso, el fin del sueño de una Europa unida.

Si las encuestas resultan ser ciertas, Le Pen y Macron se irían a una segunda vuelta el próximo 7 de mayo y tendrían el reto de atraer a los franceses que votaron inicialmente por el aparato político tradicional o por Jean-Luc Mélenchon, una de las grandes sorpresas de la contienda. Según el sondeo de Odoxa/Dentsu Consulting, el 61 por ciento de los votantes elegirían a Macron por sobre Le Pen.

El destino de Europa

Más que el estatus de los partidos políticos y aún más que el futuro de Francia, para muchos lo que está en juego en estas próximas elecciones es el destino de Europa. Los dos candidatos con mayores posibilidades de ganar la contienda son diametralmente opuestos en un asunto crucial: la permanencia de Francia dentro de la Unión Europea y de la zona euro. Mientras Le Pen propone un Frexit, Macron le apuesta a la soberanía europea como la única capaz de aportarle al mundo la seguridad que necesita.

Según Alejandra Cardona, el triunfo de Le Pen no significaría automáticamente una salida de la Unión Europea pues “Francia fue una de las fundadoras de estos procesos. No es tan sencillo. El Brexit, por ejemplo, se está volviendo muy difícil. Nada más el Reino Unido ha tenido muchos problemas para salirse y eso que ellos todavía conservan su moneda y su mercado financiero. En la zona euro, con la eliminación de las monedas nacionales, se le restó una herramienta de soberanía my fuerte a los países y no es tan fácil como decir ‘este ya no nos sirve, saquémoslo’, porque económicamente son un solo bloque”.

Para Bitar, en cambio, la salida de Francia es mucho más factible y supondría un impulso para que otros partidos similares en el resto de Europa propongan lo mismo, aprovechando el debilitamiento de las izquierdas y sus divisiones internas. “La mayor consecuencia de que gane Le Pen sería una angustia muy grande sobre el futuro de la Unión Europea. Las probabilidades de que se haga un referendo para sacar a Francia son altas, pero las probabilidades de que gane este referendo no lo son tanto; sin embargo, en Inglaterra tampoco lo eran y ganó. Ocurriría un pánico generalizado, pues sacar a Francia de la Unión Europea es prácticamente matar el Euro”.

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Según el experto, la incertidumbre no solo sería económica, sino también en términos de seguridad. Uno de los logros más grandes del proyecto Europeo, y de Francia particularmente, ha sido eliminar casi toda posibilidad de una guerra entre sus países. “La gente de hoy ya no tiene el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial, ni siquiera el recuerdo de la integración europea después de la caída del muro de Berlín, tiempo en el que todos estaban optimistas por recibir a las naciones socialistas como Polonia y República Checa. Haber unido a los países que antes eran enemigos de la Europa Occidental fue un triunfo gigantesco del liderazgo francés”.

Por ahora, cuando aún no se sabe cuáles serán los resultados y mucho menos se conocen todas sus consecuencias, algo sí queda claro: los ciudadanos ya no quieren lo mismo. La regla es la incertidumbre, sin importar las encuestas, todo puede pasar; tal como sucedió con las elecciones presidenciales en Estados Unidos y el extraordinario triunfo de Trump, y tal como ocurrió con el brexit y sus sorprendentes resultados.

En palabras de Cardona “puedo decir que hace un año lo que se esperaba era una contienda François Hollande – Nicolas Sarkozy, pero cuando la gente está cansada de lo mismo pasan cosas así de inesperadas. En Estados Unidos, Hillary Clinton representaba lo mismo; aquí, Hollande representa lo mismo. Por eso son elegidos personajes como Le Pen y Macron que saben aprovecharse mucho de estos nuevos escenarios”.