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ELECCIONES

Colombia y Venezuela: “una historia de amor y dolor”

Ahora, cuando Maduro se apresta a continuar en el poder, el postulado de que “un pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla”, adquiere gran actualidad. Análisis de Julio Londoño Paredes.

Julio Londoño Paredes
19 de mayo de 2018

Las relaciones entre Colombia y Venezuela han sido “de amor y dolor” como era el lema de una famosa radionovela cubana muy escuchada en el continente en los años cincuenta. 

Fuimos testigos del tácito apoyo que en medios de los partidos tradicionales de Venezuela, se dio al fallido golpe militar del comandante Chávez en abril de 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez.

En ese entonces el presidente César Gaviria, cuando tuvo noticias confidenciales del alzamiento, llamó apresuradamente a Carlos Andrés, para advertirlo. La llamada, sin embargo, resultó tardía porque los rebeldes ya habían irrumpido en los alrededores del Palacio de Miraflores y el presidente Pérez dejó oír por el teléfono a Gaviria el sonido de los disparos de las ametralladoras. No obstante, el golpe no prosperó.

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En Venezuela se venía experimentado una crisis generalizada de los partidos políticos y del sistema imperante, que incluyó la destitución de Carlos Andrés Pérez en mayo de 1993, acusado de haber usado fondos reservados para colaborar con el esquema de seguridad de la señora Violeta Chamorro, que había llegado al poder en Nicaragua después del triunfo de la revolución sandinista.

Por eso, la posterior elección de Chávez como presidente en 1998, generó en Venezuela y en el exterior enormes expectativas. Muchos creyeron en sus postulados de que acabaría con la corrupción y que el país entraría en una época de extraordinaria bonanza y prosperidad. Por eso, sin reticencia aprobaron la convocatoria a una asamblea constituyente.

El 15 de enero de 1999, durante una visita oficial del presidente Andrés Pastrana a Cuba, Fidel Castro en un almuerzo íntimo le presentó a Hugo Chávez que era presidente electo. Luego se iniciaron negociaciones con el ELN en Cuba en las que Chávez ofreció también colaborar: varias reuniones se celebraron en Venezuela. No obstante, cuando de “colaborador”, Chávez se transformó en “auspiciador” de la guerrilla, la relación se deterioró severamente.

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Durante la administración del presidente Uribe las negociaciones continuaron en La Habana, pero luego el ELN le solicitó a Chávez que actuara como facilitador del proceso. El mandatario venezolano viajó a Colombia y en un encuentro en la hacienda de Hatogrande, en medio de abrazos y salpicada de empanadas y de jugo de feijoa, Chávez le transmitió a Uribe el requerimiento, que fue aceptado por el mandatario colombiano. Sin embargo, la relación entre Uribe y Chávez terminó al borde del conflicto.

Sobra recordar que el presidente Santos en su discurso de posesión llamó a Chávez su “nuevo mejor amigo” y aunque agregó que “tenía las llaves de la paz en el bolsillo”, le dio una de ellas al mandatario venezolano. Ahora, después de concertada la paz con las Farc, se constituyó en el más acervo crítico de Maduro.

Los venezolanos, con razón o sin ella, consideraban que su país, gran protagonista en Centroamérica y el Caribe, era una potencia. Incluso veían con enorme recelo que Colombia también ocupara esos espacios. Nunca se les pasó por la mente que Venezuela, no solo rica en petróleo, sino en gas natural, en hierro, acero, oro, bauxita, energía y con enormes inversiones extranjeras, por efecto de la demagogia fuera llegar a la postración por la que ahora atraviesa.

En este momento de la reelección de Maduro, el postulado “un pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla”, adquiere gran actualidad…

(*) Excanciller y profesor de la facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario