IRÁN-ESTADOS UNIDOS
En Irán la guerra está lejos de acabar después del derribo del avión
"Afuera gobiernos mentirosos", gritaron cientos de iraníes contra el gobierno de su país por no aceptar rápidamente que por error bombardearon el vuelo comercial de Ukraine International Airlines. Las cosas todavía no pintan bien, a pesar de Trump y el canciller iraní aseguraron que ya todo estaba vengado y que era hora de desescalar el conflicto. Después del hecho, ni el ayatolá, ni las milicias, ni la mayoría de los iraníes están de acuerdo. ¿Qué pasará?
Hasta el bombardeo de Irán a las bases militares norteamericanas en Irak, la mayoría de los analistas del mundo creía que Donald Trump la había embarrado. Y no de cualquier forma, sino de una que podría conducir a una Tercera Guerra Mundial. Fuera del canal de televisión Fox, estas opiniones eran casi unánimes. El ataque en el que el importante general iraní Qasem Soleimani murió, disparó el precio del petróleo durante esos días un 3 por ciento, subió el precio del dólar en Colombia 18 pesos, para dejarlo en 3.259, puso de tendencia en redes sociales la pregunta “¿habrá una guerra?” e hizo que algunos turistas estadounidenses que pensaban visitar Oriente Medio le dieran un segundo debate a sus vacaciones.
La vieja retórica de Trump contra Obama se vuelve ahora contra él
— RT en Español (@ActualidadRT) January 10, 2020
Si volvemos atrás en el tiempo, hasta el año 2011 ó 2012, veremos al futuro presidente de EE.UU. acusando al entonces inquilino de la Casa Blanca de que querer empezar una guerra con Irán pic.twitter.com/wv5tP0ndSb
Este sentimiento cataclísmico perdió fuerza mucho más pronto de lo esperado. Tan pronto el ministro de asuntos exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, notificó que hasta ahí llegaba la retaliación de Irán y que su única venganza será la retirada permanente de Estados Unidos de la región, el mundo respiró con tranquilidad. Sin embargo, el máximo líder religioso del país, el ayatolá Alí Jamenei, inmediatamente desautorizó esa versión y no solo le jaló las orejas al diplomático, sino que dejó saber que la venganza seguía.
Trump aseguró el jueves que un misíl iraní derribó el avión. Teherán asegura que esa conclusión “no tiene sentido”. Al cierre, la mayoría de los analistas creían que Irán pudo derribar el avión, pero por un error.
Su reacción pudo ser auténtica, como también pudo tratarse de un simple intento de recoger la indignación del pueblo iraní y tener la frente en alto ante las constantes humillaciones estadounidenses, aunque fuera solo verbalmente. Es difícil pronosticar ahora si el religioso lanzó amenazas simbólicas o reales. Pero sí parece claro que Trump las consideró simbólicas. Por eso, moderó sus declaraciones del miércoles, que incluso sonaron conciliadoras y mucho menos amenazantes que cualquier mensaje anterior.
En sus palabras quedó implícitamente dicho: “Ya que no hubo muertos, dejemos así”. Incluso señaló que su gobierno sabía que les iban a lanzar una “docena” de cohetes y por eso tomó las precauciones necesarias para evitar una tragedia.
A su vez, varios comentaristas agregaron que los iraníes habían priorizado que no hubiera muertos para no quedar expuestos al “fire and fury” que el presidente norteamericano anunció en otras ocasiones. Por eso, los ataques a las dos bases, entre ellos a Al Assad, la segunda base militar estadounidense más grande en Oriente Medio, fueron más ruidosos y mediáticos que catastróficos. Los iraníes calcularon el movimiento: asustar, mas no tanto para que Estados Unidos contraatacara.
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Y así fue. La mano tendida de Trump en esta ocasión estuvo acompañada por un recorderis sobre el tamaño del arsenal militar de Estados Unidos. “Bajo mi mandato, el Ejército estadounidense ha sido totalmente reconstruido. Hemos invertido 2,5 billones de dólares en ello. Las Fuerzas armadas estadounidenses están ahora más fuertes que nunca. Nuestros misiles son grandes, poderosos, confiables, letales y rápidos. Además, estamos construyendo muchos misiles hipersónicos”, insistió. Pero terminó esa parte de su discurso aclarando que “de hecho no queremos utilizarlo”, pues su propósito es el de disuadir para “contribuir a la paz mundial”.
Irán lanzó 13 misiles contra las bases de Al Asad, al oeste de Bagdad y de Irbil. Calcularon fríamente el ataque para no matar a ningún soldado ni causar mayores pérdidas materiales.
Con esto parecería que todo llegó a un estado de tensa calma. Trump, paradójicamente, salió bien librado de este embrollo, y el gobierno iraní, como sus vecinos, parecen dispuestos a bajarle al ambiente belicoso de los últimos días. Sin duda, el mandatario va ganando este pulso.
La Unión Europea, con su ya característico silencio en estos temas, solo ha dado un par de opiniones neutrales y los organismos multilaterales se han hecho a un lado. Hasta la imagen interna del mandatario norteamericano mejoró. Una encuesta del Huffington Post evidencia que el 61 por ciento de los republicanos aprueba la gestión de Trump en Irán. Lo que demuestra que este asunto no modificó un ápice la opinión de la base de sus votantes. Incluso podría mejorarla. Y Trump lo sabe. En su carrera por la reelección en noviembre, ni el russiagate, ni el ucraniagate, ni el impeachment, ni la situación con Irán han sido suficientes para perjudicarlo. Es más, parece que con cada traspié se hace más fuerte. Su errática política exterior, sus amenazas y decisiones impulsivas le han ganado el apoyo de miles de estadounidenses que ven en él a un hombre fuerte y con carácter.
Sin embargo, todavía es pronto para cantar una victoria total. No hay que olvidar que desde la muerte de Osama bin Laden, ninguna otra había causado tanta polémica y molestia como la del poderoso Soleimani, jefe de la Fuerza Quds.
Este, sin duda, es el ataque más significativo de Estados Unidos en Oriente Medio en las últimas décadas. Y aunque los gobiernos empiezan a bajar el tono, ello no significa que ese sea el sentir popular de los ciudadanos en Irán ni en la región en general. Millones de personas que gritaban “¡Muerte a Estados Unidos!” en el entierro de Soleimani no serán fácilmente apaciguadas con resoluciones diplomáticas y no habría que subestimarlas.
Cientos de personas gritaron “¡Muerte a Estados Unidos!” cuando se enteraron del ataque contra Soleimani. Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos, aplaudió la operación y criticó al régimen iraní.
Soleimani no solo era una importantísima figura ideológica, como Osama en su momento, sino que manejaba la política exterior de Irán y sus fuerzas oficiales y extraoficiales. Como escribió la BBC, “se trataba de una personalidad política popular tanto en su país como en el extranjero y una figura clave para la influencia de Irán en Oriente Medio y el mundo”.
Y, como tal, su muerte reavivó el nacionalismo iraní, la xenofobia y el odio hacia la presencia estadounidense en la región. Por las calles de Irán se escucha al unísono el pedido de “qisas”, que significa “igual respuesta”. Es decir, ojo por ojo y diente por diente. Muchos ciudadanos han expresado en medios de comunicación que un ataque a una base donde no hubo muertos ni pérdidas materiales significativas no satisface ese deseo. El 80 por ciento de los iraníes estaba de acuerdo con la manera en que Soleimani conducía el país y se sentía más seguro bajo su mandato. Su muerte acaba con un gran símbolo nacional.
Al menos 50 personas murieron y 200 más resultaron heridas en una estampida durante el funeral del general Qasem Soleimani. Según la AFP, el régimen de Hasán Rohaní obligó a la gente a guardar luto público y a llorar para los medios. Pero era muy popular.
Soleimani murió junto con ocho personas cuando cuatro misiles disparados desde un dron MQ-9 Reaper impactaron los vehículos en los que se transportaban.
Pero, para la administración Trump, así como para las anteriores a él, Soleimani era un hombre temible que tenía sangre estadounidense en sus manos. Es más, la Casa Blanca justificó el sofisticado operativo en el que murió, bajo la premisa de que el general persa estuvo detrás de los ataques con cohetes contra bases estadounidenses en Irak, donde un contratista civil perdió la vida. Además, según investigaciones del Pentágono, que nadie conoce y no todo el mundo cree, Soleimani tramaba atacar a otros diplomáticos estadounidenses en Irak y en Oriente Medio en los próximos días.
El periódico estadounidense The New York Times, sin embargo, cree que todas esas son cortinas de humo. Para el Times, la operación se llevó a cabo porque Washington se enteró de que Soleimani estaba adelantando unas conversaciones secretas con Arabia Saudita para desescalar el conflicto entre ellos. Algo que pudo molestar al mandatario estadounidense que se sintió amenazado ante la creciente influencia de Irán en la región, probablemente con el beneplácito de Israel, el otro gran interesado en desactivar la amenaza del país persa. El gran aliado de Estados Unidos en el mundo árabe, Arabia Saudita, parecía más que dispuesto, por lo menos hasta hace poco, a hacerle guiños a su enemigo iraní.
Avivar el terrorismo
Después de las palabras de Trump, el conflicto bajó tremendamente y hoy es difícil imaginar un ataque desproporcionado de cualquiera de los dos gobiernos. Pero todavía quedan los grupos terroristas, los fanáticos religiosos y las milicias que responden a otros intereses. En este punto, es más factible que los iraníes estén más por la línea del ayatolá, “venganza severa”, que del ministro de relaciones exteriores.
"Es pronto para cantar victoria. Que todo parezca en un estado de tensa calma no significa que la venganza iraní haya llegado a su final".
Y es que realmente la posibilidad de un enfrentamiento militar entre Irán y Estados Unidos nunca estuvo sobre la mesa. Irán no solo no tiene bombas nucleares, sino que también carece de un poderío militar con alcance global como el estadounidense. Enfrentarse a Washington sería un suicidio. Pero la carta que siempre estuvo y sigue estando debajo de la manga es la de la guerra de guerrillas, la de los ataques terroristas aislados, pero de alto impacto, y los ataques cibernéticos.
Al Qaeda, Estado Islámico y los demás grupos terroristas que operan en la región han justificado por décadas sus ataques a Occidente por la intervención estadounidense en Oriente Medio. El golpe letal contra Soleimani es una bofetada para todos. Desde la Revolución islámica de 1979, que llamaba a los estadounidenses los “diablos”, el sentimiento antiimperialista y antioccidental creció considerablemente. La muerte de Soleimani, los insultos de Trump a su presidente Hasán Rohaní, las sanciones económicas y diplomáticas que tenían asfixiado al régimen y a su gente, el incumplimiento del Acuerdo Nuclear, entre otros, reavivan ese sentimiento. No es difícil imaginar, entonces, que después de esto, y a mediano plazo, estos grupos ganen adeptos.
En su nueva portada, la revista The Economist se pregunta: “¿Golpe maestro o locura?”. Trump decidió asesinar a Soleimani sin consultar a sus asesores.
Tampoco hay que olvidar a Hezbolá, la organización libanesa chií financiada por Irán, que tiene un ala paramilitar y otra política de gran influencia en Siria, Yemen, Líbano y, por supuesto, Irán. Hezbolá nació como una fuerza armada contra Israel y, paralelamente, contra Estados Unidos, y lucha por “la descolonización y la autodeterminación de los pueblos”, como consignaron en su Carta Abierta a los oprimidos del mundo. Muchos de sus milicianos respondían a Soleimani. Esos mismos ya se han pronunciado, empezando por Hassan Nasrallah, el secretario general de la organización, que señaló que “aquí no acaba nuestra venganza”. Incluso, algunos medios israelitas indicaron que Hassan habría insinuado atacar con terroristas suicidas otras bases, oleoductos y sitios de gran afluencia en Occidente.
David Castrillón, investigador del Observatorio de Análisis de Sistemas Internacionales de la Universidad Externado de Colombia y especialista en Asia y África, le dijo a SEMANA que “una guerra nuclear está ahora más descartada que nunca. Lo que uno sí se pregunta es si esto va a llevar a una guerra tradicional o a una guerra de guerrillas, con ataques terroristas. Este es un panorama mucho más realista. Pienso en dos escenarios preocupantes y todavía factibles. Por una parte, que Irán cierre el estrecho de Ormuz que queda en el golfo árabe, por donde pasa gran parte del petróleo del mundo, y que Estados Unidos, intentando desbloquearlo, empiece una guerra. El segundo escenario sería uno en el que Trump tome la decisión de atacar las instalaciones nucleares iraníes —muchos creen que eso ya está descartado, pero no es cierto— y que Irán lance una invasión regional, contra sus vecinos, y eso lleve a que se involucren otras potencias al conflicto, como Rusia”.
Otros observadores tampoco descartan los ataques cibernéticos y señalan que los iraníes han desarrollado una gran capacidad al respecto. Probablemente lo han logrado con la ayuda de los campeones de ese campo, los hackers de Rusia, un país muy cercano al suyo. Esos ataques tendrían una capacidad letal aún indeterminada, pero potencialmente catastrófica.
En cualquier caso, no porque una y otra vez las cosas le salgan aparentemente bien al volátil mandatario norteamericano significa que las estrellas siempre estarán a su favor. Si bien una guerra entre estados está casi descartada, las retaliaciones civiles siguen sobre la mesa. Ellos se han encargado de que el mundo lo sepa. Pero eso no es todo. Si Trump sigue abandonando a sus aliados, si continúa cambiando de opinión con tanta facilidad y si actúa a sus espaldas, como hizo con Irak, tendrá que temer pronto más a sus amigos que a sus enemigos. Pues si la investigación del Times está en lo cierto, habrá otros soleimanis dispuestos a negociar con sus vecinos y a ofrecerles mejores y más confiables alianzas. Trump siempre se ha vanagloriado de ser el mejor “deal closer” del mundo. Pero solo ha demostrado ser un experto en dejar polvorines por todos lados, de los que luego se arrepiente.
De hecho, al cierre de esta edición Trump volvió a traicionar su mensaje de “paz” al asegurar que los iraníes derribaron el avión de la Ukraine International Airlines en el que murieron 176 personas, 63 de ellas canadienses. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, sin embargo, fue más mesurado al decir que pudo ser un accidente. “Los misiles no necesariamente le tenían que estar apuntando al avión”, insistió; “hay que esperar la conclusión de las investigaciones”. Pero, como dicen por ahí, “del amor al odio hay solo un paso”. El gobierno iraní respondió con un “¡qué insensatez, qué locura!”.
En algo tienen razón. Todo esto ha sido una locura.
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“Que nadie confíe en Estados Unidos es peligroso”
SEMANA habló con Samantha Vinograd, analista de seguridad de CNN y exconsejera personal de los presidentes George W. Bush y Barack Obama. Samantha es una gran crítica de Donald Trump, al que acusa de inventar guerras donde no las hay.
Exconsejera personal de los presidentes George W. Bush y Barack Obama.
Semana: En el pasado trabajó con Obama en su consejo de seguridad. Por su experiencia, ¿qué diferencia a Trump de Obama respecto a sus políticas de seguridad internacional?
S.V.: Cuando trabajé en la Casa Blanca, sin importar lo que estaba mal en el mundo, había estándares. Las políticas se dirigían a pensar en lo que era mejor para los estadounidenses en materia de seguridad. Lo que vemos hoy es que el presidente Trump toma decisiones basadas en sus prejuicios, en su agenda política y en su reelección. Su propio equipo ha insistido en que Rusia está atacando a nuestro país. ¿Y qué hace Trump? Correr hacia Putin y preguntarle a él, en vez de creer en su equipo de inteligencia. Yo misma he dicho que Kim Jong-un ha torturado a algunos norteamericanos y la respuesta del presidente, de nuevo, ha sido llamar a Kim Jong-un y creer en él. Lo que me hace pensar esto es que Trump no escucha a su equipo, ni siquiera tiene reuniones con ellos. Y eso pone en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos.
Semana: Trump está peleando con la Unión Europea por los asuntos comerciales, está peleando con Corea del Norte, está peleando con Rusia, está peleando con China, está peleando con Irán, con todo el vecindario...
S.V.: El problema es que Trump ha enfadado a tantos aliados que se está quedando sin amigos. El acuerdo con Irán, el acuerdo climático de París, los TLC, etcétera, son solo algunos ejemplos de todos los tratados de los que se ha salido o a los que les ha fallado. Él trata a nuestros aliados como si fueran sus esclavos, y si no hacen lo que él dice, los ofende. Creo que el mensaje que envía es que él no es digno de confianza. Y en la diplomacia internacional no se gana nada con el aislamiento. Todos los problemas con Irán y Corea del Norte están directamente relacionados con que Trump no cumple sus acuerdos. Si no tienes credibilidad, si nadie puede confiar en tu palabra para mantener un trato, ¿por qué un hombre como el ayatolá debería confiar en ti? ¿Cuál es el incentivo para que los iraníes vuelvan a la mesa de negociaciones y crean que esta vez el presidente Trump cumplirá con su parte del acuerdo?
Semana: ¿Es peligroso eso para el mundo?