Colombia
En las entrañas de las esmeraldas: reportaje de la AFP muestra cómo cientos de colombianos viven de las sobras de este tesoro
Cientos de mineros artesanales entran en estampida y se abalanzan sobre montañas de desechos de una multinacional esmeraldera en busca de una piedra preciosa que los saque de la pobreza.
A 200 kilómetros de Bogotá, en las estribaciones de la cordillera oriental andina, asoma el municipio de Muzo, conocido como la capital mundial de la esmeralda. Kilométricas filas se van congregando desde las 3:00 de la mañana junto a “la voladora”, una jaula donde la estadounidense Esmeraldas Mining Services (EMS) deja toneladas de tierra descartadas de su producción.
Miguel Hernández, de 72 años, espera su turno. “Que nuestro Santo Padre me haga un regalo para comprarme una casita. (...) Es lo que más anhelo”, dice a la AFP aferrado a su bastón. Los “guaqueros” o buscadores de tesoros entran a empellones, con costales y palas, para seleccionar porciones de tierra que luego filtran en un arroyo aledaño, con la esperanza de encontrar una esmeralda entre los sobrantes de la multinacional. Asociaciones de guaqueros locales, con autorización de EMS, organizan la logística de la jaula y dividen a los interesados en grupos de hombres, mujeres, ancianos y discapacitados.
“Yo no entro porque allá adentro la gente es terrible. Lo cogen a uno, lo tiran, lo pisotean”, dice María Rodríguez, de 58 años, que esperaba a su esposo a las afueras de “la voladora”. La escena se repite varias veces al mes en el centro de Colombia, uno de los mayores productores mundiales de esta piedra, que en 2022 representó exportaciones por 122 millones de dólares, según la Federación Nacional de Esmeraldas. Tras unas cuatro horas de búsqueda, los mineros terminan la jornada renegridos y, en general, con las manos vacías.
Fiebre verde
Llegan de todas partes. Para la alcaldesa de Muzo, Ximena Castañeda, “la minería causa un problema bastante delicado y es que las personas siempre viven a la expectativa de algún día ser millonarios” en un país donde la pobreza alcanza al 37 % de la población. Asegura que muchos guaqueros viven en la indigencia.
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Migrantes venezolanos que huyeron de la crisis en su país y personas de otras zonas de Colombia se instalaron allí con el sueño de pescar alguna chispa verde. “Algunos llegan a hacer dinero, otros, nunca”, añade la mandataria del municipio de 9.000 habitantes. Su administración apuesta por la agricultura y el turismo para diversificar la economía.
Alrededor de “la voladora” proliferan negocios. Vendedores de alimentos, cervezas y utensilios, suman ingresos equivalentes a unos 5.000 dólares en cada jornada, según las asociaciones. Félix Osorio, con 72 años y discapacidad visual, sueña con “pasar una vejez más relajado”. “Esto es un trabajo de paciencia, de perseverancia y de insistencia”, explica.
Los mineros también prueban suerte en antiguos socavones ya abandonados o entre la tierra removida que dejaron viejas extracciones de esmeralda en la zona, cuando se usaba dinamita. “Llevo 30 años aquí en la mina y si han salido esmeraldas. (...) Pero cada día se está poniendo más difícil”, cuenta Gilberto Cifuentes, de 54 años. Al fondo, decenas de viviendas improvisadas con madera y latas bordean el río.
“Es duro”
Muzo es un paraíso del oro verde, pero la gran tajada del pastel queda en manos de multinacionales mineras o poderosas familias esmeralderas.
Steven Ariza, de 35 años, preside la Asociación Comité de Guaqueros Intermunicipal Comunitaria de Muzo desde que su antecesor fue asesinado a tiros en 2022, recuerda el dirigente. Desearían que EMS contrate más personas del pueblo, se abastezca con insumos locales e invierta en una región golpeada por la violencia, explica.
Desde la década de 1980, rivalidades entre esmeralderos desataron una “guerra verde” que dejó miles de muertos en el departamento de Boyacá. Muzo era entonces “una zona sin Dios ni ley”, asegura el historiador Petrit Baquero. Luego, Víctor Carranza (1935-2013), conocido como “el zar de las esmeraldas”, impuso un monopolio. Según informes de inteligencia, fue con apoyo de grupos paramilitares y narcotraficantes que recrudecieron el conflicto.
En recorridos turísticos por minas regulares, Steven Medina le muestra a los compradores extranjeros la realidad detrás de las piedras que terminan principalmente en Estados Unidos y Europa.
“La gente sí necesita mucha ayuda” en Muzo, reconoce el joven de 24 años. EMS, que no respondió a solicitudes de la AFP, tiene una fundación con proyectos sociales en la región.
Gilberto Cifuentes admite que ya es hora de buscar un mejor trabajo en otro lugar después de décadas de penurias.“Pero uno pone plazos y plazos (...) pues, uno no quiere irse con las manos vacías”, añade.
Porque “ser guaquero es duro, pero también tiene sus ventajas” y esa incertidumbre ha sido su combustible, confiesa resignado.