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“En las escuelas de Venezuela los estudiantes se desmayan de hambre”: The New York Times

Dos investigadores del diario estadounidense aseguran que cada mañana, antes de entrar a clases, los niños de Venezuela les preguntan a sus profesores si ese día habrá comida. La situación del vecino país es cada vez más angustiante.

3 de diciembre de 2019
El famoso diario neoyorquino asegura que los niños se desmayan del hambre durante las clases. | Foto: Twitter: Rafael Hernández @sincepto

“‘Oremos por los niños que están en las calles y no pueden ir al colegio´, dijo el obispo Jorge Quintero [...] Para cuando terminó la ceremonia de 15 minutos, cinco niños se habían desmayado y dos de ellos habían sido sacados de la escuela en una ambulancia”. Con este párrafo inicia el reportaje de Anatoly Kurmanaev e Isayen Herrera, dos investigadores de The New York Times. Y con él, también, se abre una denuncia de gran escala de parte del medio estadounidense al gobierno de Nicolás Maduro

Según ellos, el caso de los siete niños no es aislado. Los desmayos en las primarias se están convirtiendo en episodios habituales. Muchas veces los niños asisten a las clases sin haber desayunado e, incluso, sin haber cenado la noche anterior. Por eso, no es raro que los papás decidan a qué colegios inscribir a sus hijos basados en si les ofrecen o no algún tipo de comida. 

La crisis económica de Venezuela lleva ya seis años y, a pesar de que se ha hablado ampliamente sobre los efectos sociales y políticos que ha tenido, no se ha ahondado mucho en cómo ha socavado el sistema educativo. Ese mismo que por tantos años, como apunta el Times, fue el orgullo del continente. 

El boom del petróleo le permitió al país grandes inversiones y con ellas enorme crecimiento. En el pasado, muchas de estas escuelas, incluso las de las regiones más apartadas, ofrecían la oportunidad de ingresar a las mejores universidades nacionales y hasta a las internacionales. Hoy eso solo es un recuerdo. 

El hambre es uno de los problemas que enfrenta la educación venezolana hoy en día, pero sin duda no es el único, apunta el Times. “Millones de venezolanos han huido del país en años recientes, mermando por igual las filas de estudiantes y profesores. Muchos de los educadores que quedan se han alejado de la profesión, ya que sus sueldos han perdido casi todo su valor debido a años de hiperinflación implacable. En algunos lugares, apenas unos cien estudiantes asisten a las escuelas que alguna vez educaron a miles”, eso es lo más grave. 

De acuerdo con el reportaje, el gobierno dejó de publicar estadísticas educativas en 2014. Por lo que no hay cifras oficiales. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos y medios han realizado visitas a decenas de colegios en el país y han realizado entrevistas con cientos de profesores. Aseguran que eso les permite saber que la asistencia a los colegios se ha desplomado este año. Sin contar con el hecho más evidente que es que las escuelas están cerrando en casi todas las regiones del país. Los niños están desnutridos, a los profesores no les alcanza el salario ni para el pasaje del bus y miles de familias han huido al extranjero para buscar sustento. ¿Con quién se podrían llenar las escuelas?

“Es una inmensa vergüenza para el autoproclamado gobierno socialista, el cual ha predicado la inclusión social durante años. La situación marca un fuerte contraste respecto a países que los líderes venezolanos ven como modelos —Cuba y Rusia— los cuales han logrado proteger al sistema de educación primaria de los peores efectos de una recesión comparable que ocurrió en la década de 1990”, señalan los autores. 

El punto de inflexión llegó a los pocos meses de que Nicolás Maduro obtuvo el poder en 2013. Una caída en el precio del petróleo, combinada con erráticas decisiones gubernamentales, sumió al país en la peor recesión de su historia. Una crisis de la que no se avecina salida, según los analistas. 

Es más, de acuerdo con las Naciones Unidas, alrededor de 4 millones de venezolanos han escapado del país desde 2015 y se espera que un millón más salgan el próximo año. De acuerdo con la Federación Venezolana de Maestros, miles de los 550.000 profesores que tenía el país no se presentaron a las clases cuando inicio el segundo periodo en septiembre de este año. “Decidieron abandonar sus salarios de 8 dólares al mes para probar suerte en el extranjero o en las florecientes minas de oro ilegales de Venezuela”, dicen. 

“En el estado más poblado de Venezuela, Zulia, hasta el 60 por ciento de alrededor de 65.000 profesores ha desertado en los últimos años”, de acuerdo con las estimaciones que Alexander Castro, director del sindicato local de educadores, le dio al Times. 

Por supuesto, esta situación ha desembocado en que a los pocos que todavía imparten clases les toca dar todas las materias. No es extraño que un profesor de español también de matemáticas, inglés y física. Y que un profesor de cuarto de primaria les enseñe a niños de octavo y décimo. Las instituciones, bajo ese panorama, no han podido hacer más que reducir la semana escolar y la jornada. Muchas de ellas abren medio día y solo un par de días a la semana. 

Paradójicamente, el predecesor de Maduro, Hugo Chávez, fue el responsable de la expansión en la educación pública del país. Ese lema lo utilizó de bandera durante su famosa política por el “socialismo del siglo XXI”. Que, en efecto, por un tiempo, le dio resultado. Durante una década y hasta 2013, Venezuela aumentó las cifras de matriculados en escuelas primarias de forma constante, gracias a que el Estado subsidiaba los almuerzos, los útiles y el transporte de los niños. Incluso llegó a dar bonos en dinero para padres y niños. Chávez construyó escuelas en todo el país.

Pero el gobierno olvidó ahorrar para las vacas flacas. Y cuando llegaron todo ese sistema, opulento y generoso, se desplomó con la misma rapidéz. Chávez se murió y Nicolás Maduro lo sucedió. Pero, al contrario de develar la crítica situación, la encubrió más con sus ya famosas frases: “En Venezuela no se ha cerrado ni se cerrará jamás una escuela”, afirmó el presidente en un mensaje televisado en abril. “Ni le negaremos jamás los recursos que necesita nuestra educación”, insistió. Aunque todo indique lo contrario.