REALEZA
En video: La reina Isabel II no puede llorar en el adiós de su príncipe azul
El rango de monarca de Inglaterra entraña ciertas conductas que no se le aplican a los demás mortales. La sobriedad, la discreción y el autocontrol son obligatorias ante el público. Los Windsor se han caracterizado por esa conducta desde sus orígenes. El ejemplo más impactante de esos protocolos reales los pudo ver el mundo cuando sus nietos William y Harry, con apenas 9 y 7 años, tuvieron que caminar detrás del ataúd de su mamá recién fallecida sin derramar una lágrima.
La vida de la Reina Isabel está tan llena de reglas y protocolos que no se esfuman ni siquiera en lo que debe ser el momento más triste de su vida: la despedida de su gran amor el duque de Edimburgo. Su pareja por más de 70 años fue despedido en medio de conmovedores honores militares. Sus nietos, distanciados, caminaron detrás del ataúd junto con el heredero al trono, su padre el príncipe Carlos. Todo en esa ceremonia era triste. Representa el punto final de una entrañable y única historia de amor. Sin embargo, la reina no puede llorarlo.
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La sobriedad, la discreción y el autocontrol son obligatorias ante el público. Los Windsor se han caracterizado por esa conducta desde sus orígenes. El ejemplo más impactante de esos protocolos reales los pudo ver el mundo cuando sus nietos William y Harry, con apenas 9 y 7 años, tuvieron que caminar detrás del ataúd de su mamá recién fallecida sin derramar una lágrima.
En ese momento el mundo se conmovió con esos dos pequeños príncipes que tenían que comportarse como los más duros de los adultos, sin tener un espacio para llorar expresando con libertad lo que sentían y así continuar con el protocolo y la elegancia que hasta para sufrir tiene la realeza. Harry contó lo que vivió en ese momento en un documental hace unos años.
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“¿Es verdad que mamá murió?”, le preguntó al príncipe Carlos, mientras se dirigían a la iglesia de Balmoral. Al príncipe William también le costaba mucho entender que su madre hubiera fallecido, sobre todo porque les avisaron solo dos horas antes de asistir a la ceremonia en la iglesia. Y para ellos todo parecía un día normal: era domingo, desayunaron en familia, y se dirigían a la capilla como cada fin de semana. Lo único que los sorprendió fue que cuando vieron en las noticias el nombre de su madre aparecía en cada canal. Todos los periodistas recitaban las mismas palabras: “La princesa Diana murió en un accidente de auto en París”.
La Reina Isabel al final de su vida tendrá que vivir algo semejante. “No te mueras antes que yo, ¡al menos no ahora!”, le dijo la reina a Felipe al ver que su saludable marido era internado en una clínica por una infección en 2012. El infausto día llegó. El guapo príncipe, que parecía eterno y caminaba rápido y erguido como el militar que siempre fue, a los 99 años exhaló su último suspiro, justo cuando la familia real sufre una de sus peores crisis por los escándalos de su hijo Andrés y su nieto Harry.
La ceremonia comenzó con un minuto de silencio antes del inicio del oficio religioso en San Jorge, la capilla gótica del siglo XV situada en el casi milenario castillo de Windsor, unos 50 km al oeste de Londres. Los cuatro hijos y varios de los nietos de la pareja real acompañaron a pie hasta allí al Land Rover especialmente diseñado por Felipe para llevar su féretro durante un breve cortejo fúnebre por los jardines del castillo. El hijo mayor, el príncipe Carlos, lloraba mientras caminaba detrás del ataúd hacia la iglesia seguido por otros miembros de la realeza quienes estaban devastados. La reina les siguió en un automóvil, un Bentley oficial, con una dama de compañía.
Sin embargo, la monarca, que el miércoles cumple 95 años, se sentó sola en la capilla de St George para despedir a su esposo, el hombre con quien se casó siendo aún princesa en 1947 y cuya muerte la deja sola en el ocaso de su reinado. Se veía afligida por el dolor e inclinaba la cabeza en reverencia mientras acompañaba al ataúd de su amado Felipe en su viaje final. A pesar de las conductas reales, la reina se limpiaba las lágrimas mientas que el ataúd de Felipe fue bajado a la bóveda real.
Ese amor entre ambos fue el más extenso que se ha vivido en la realeza. La reina se fijó por primera vez en el príncipe en el verano de 1939, cuando ella tenía solo 13 años. Él era el Príncipe de Grecia y cinco años mayor que ella, a punto de embarcarse en una carrera en la Royal Navy. Elizabeth y su hermana Margaret estaban de viaje con sus padres al Britannia Royal Naval College de Dartmouth, el alma mater de su padre. Fue aquí donde su apuesto primo, el cadete Felipe, entró en escena. Según Marion Crawford, institutriz de las princesas, fue la buena apariencia “vikinga” de Felipe: cabello rubio y ojos azules, lo que atrajo a Elizabeth.
Crawford explica en su libro, Las princesitas, que Felipe subió a bordo del yate del rey para comer y provocó que Elizabeth se pusiera “rosada”. Al parecer, el tío de Felipe y ayudante del rey, Lord Louis Mountbatten, quien también estaba a bordo, notó su afecto por él y escribió en su diario que su encuentro inicial fue “un gran éxito”.
Algunos de los parientes de la reina hablaron abiertamente sobre el cariño de Isabel por Felipe durante esos primeros días. Entre ellos estaba Margaret Rhodes, prima de Elizabeth, quien escribió en su autobiografía que “Elizabeth estaba realmente enamorada desde el principio”.
El compromiso no sucedió durante un tiempo; de hecho, fue ocho años después, en 1947, que el matrimonio tuvo lugar en la Abadía de Westminster en noviembre de ese mismo año. Poco sabía Isabel que en cuestión de cinco años ascendería al trono y tomaría sus votos como reina Isabel II.
La muerte de Felipe sucedió el 9 de abril de 2021 y la pareja estuvo casada 74 años, con cuatro hijos, ocho nietos y 10 bisnietos. Viajaron por todo el mundo: desde Australia a América, África e India, enarbolando la bandera de la Commonwealth encabezada por Su Majestad. Compartieron un compromiso total con sus deberes y servicios y siempre se tuvieron el uno al otro para aligerar la carga de la vida pública con un poco de risa. Nada les hizo más cosquillas que un percance ceremonial. En privado él la llamaba “Lilibet”, “Querida” o “Salchicha” y les encantaba cenar juntos frente a la tele.
*Con información de AFP
Este sábado, ella le dio su último adiós.