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Entre ruinas y recuerdos, un kibutz israelí reconstruye los ataques de los terroristas de Hamás
Esta es la historia de un israelí que regresó a su hogar, luego de los ataques terroristas de Hamás.
Casi dos semanas después de que Hamas dejó su aldea quemada y destrozada, Shachar Butler regresó a enterrar a un amigo asesinado. Sin embargo, elogió a la propia localidad, en la que una cuarta parte de sus residentes fueron asesinados o están desaparecidos.
“Era el lugar más feliz del mundo. Era verde, con animales y aves, niños corriendo”, dijo Butler el jueves, de pie, en medio de un paisaje de casas saqueadas y automóviles tiroteados, con un intenso olor a muerte en el calor.
“Quemaron las casas mientras las personas estaban en el interior”, dijo Butler, padre de tres hijos, que pasó horas intercambiando disparos con los militantes el 7 de octubre. “Las personas que salieron son las que terminaron secuestradas, asesinadas, ejecutadas, masacradas… Es inimaginable. Es sencillamente inimaginable”.
Nir Oz es uno de más de 20 pueblos y aldeas en el sur de Israel emboscados en el ataque indiscriminado que Hamas lanzó desde la Franja de Gaza. En muchos, la destrucción es alarmante. Pero incluso en ese contexto, queda claro que este kibutz, ubicado en una colina de poca altura con vistas al muro fronterizo con Gaza, sufrió daños particularmente severos.
El jueves, las fuerzas armadas israelíes y un par de residentes que sobrevivieron guiaron a un grupo de periodistas, incluido a un reportero de The Associated Press, en un recorrido por la aldea destruida.
Hasta la mañana del ataque, Nir Oz era hogar de cerca de 400 personas, muchas de ellas empleadas cosechando espárragos y otros cultivos o en la fábrica local de pintura y selladores. Rodeado por el desierto del Néguev, sigue siendo un oasis frondoso, con un jardín botánico que alberga a más de 900 especies de flores, árboles y plantas.
Ahora casi no están presentes ninguna de las personas que le dieron vida.
Las autoridades siguen intentando identificar los cuerpos. Los residentes dicen que una cuarta parte la población del pueblo fue víctima del ataque. Se ha confirmado la muerte de más de dos decenas de personas y se cree que decenas más están entre las cerca de 200 que fueron trasladadas a Gaza como prisioneros.
El jueves, el ejército israelí hizo público lo que asegura es un manual que utilizan militantes y que esboza métodos para capturar a rehenes. Incluye instrucciones para incendiar neumáticos afuera de las gruesas puertas de metal de los búnkeres que han sido construidos en muchas viviendas israelíes, con el fin de obligarlos a salir con el humo.
Los contenidos del manual no se pudieron verificar con una fuente independiente, y se desconoce si los cerca de 200 militantes que invadieron Nir Oz lo utilizaron.
En total, unas 100 personas de Nir Oz están muertas o desaparecidas, dijo Ron Bahat, de 57 años, que nació en el kibutz y ha vivido buena parte de su vida ahí. Relató cómo los militantes intentaron reiteradamente entrar en el búnker en donde él y su familia se ocultaron durante el ataque.
“Por suerte, pudimos detener la puerta. Yo detuve la puerta y mi esposa las ventanas, y por fortuna sobrevivimos”, narró.
Recorriendo Nir Oz a pie, abundan las señales de la vida que quedó interrumpida. Ventiladores de techo siguen girando lento en el interior de algunas casas en ruinas. En otra, un envase de galletas caseras permanece en una mesa de cocina. Un triciclo y juguetes están desperdigados en el pasto del jardín frontal de otra.
“Hogar. Sueños. Amor”, lee un letrero que cuelga de la pared de otra casa vacía. Pero la destrucción supera esos recordatorios de vida doméstica. Junto a una arboleda de pinos, las ventanillas de casi 20 coches están rotas por los disparos, con la palabra “Palestina” en árabe pintada con aerosol naranja en muchos de ellos. Un rastro de sangre serpentea por una casa, atravesando la entrada destruida de su búnker. En otro hay manchas de sangre cerca de una cuna volteada.
Bahat compartió que algunos sobrevivientes planean regresar tarde o temprano. Pero Bulter y él coinciden en que el Nir Oz que conocían ya no existe.
“Perdí a muchos amigos”, señaló. “Trabajamos juntos en los campos hasta la última yarda, y siempre albergamos la esperanza de que algún día habría paz… entre nosotros y el otro lado”. Mucho antes del ataque, agregó, en los días en los que la sirena de ataque aéreo del kibutz advertía de lanzamiento de misiles provenientes de Gaza, albergar ese sueño no era fácil.
Pero jamás tan difícil como ahora.
Con información de AP*