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"Epidemiólogos de Johns Hopkins creen que cifras en América Latina son erróneas"

Francisco González, profesor de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Johns Hopkins, comenta el manejo que algunos países de la región le dan a la pandemia.

Alianza DW
18 de mayo de 2020
Francisco González | Foto: JOHNS HOPKINS UNIVERSITY / DW

DW: ¿Cómo ve la Universidad Johns Hopkins la manera en que los Gobiernos latinoamericanos están manejando sus cifras oficiales de covid-19? ¿Hasta qué punto se puede confiar en esos datos?

Francisco González: A los epidemiólogos de Johns Hopkins les sorprende las bajas cifras del nuevo coronavirus reportadas en la región. La mayoría cree que esos datos son erróneos y no reflejan la realidad. Puede ser por un tema estructural de cada país, pero también puede ser intencional. Hay mucha gente que está muriendo a diario por covid-19 y no son registradas como tal sino, simplemente, como "neumonía atípica". Pero el continente es muy diverso y no se puede dar una evaluación general. Hay un contraste con lo que pasa en Chile, Uruguay o Costa Rica frente a lo que pasa en México, Nicaragua o Venezuela. Son polos opuestos. Las críticas a estos últimos países me parecen válidas, porque no es creíble que reporten tan pocos casos, incluso si las comparamos con los vecinos más cercanos.

DW: Países como México, según un informe del diario The New York Times, estaría ocultando cifras reales. ¿Cuáles cree usted que serían las razones por la que estos Gobiernos no dan los datos reales?

F.G.: Aquí entran en juego dos componentes. Primero está el factor estructural que ya vienen arrastrando desde hace muchos años y que tiene que ver con falta de inversión acumulada. Es decir, el Estado no tiene la capacidad para llevar a cabo mediciones, pruebas y tejer fino. Aunque los Gobiernos hubiesen querido hacer más no hubiesen podido con tal déficit acumulado. El segundo factor es más coyuntural, que tiene que ver con manipulación por cuestiones políticas. No es coincidencia que, por ejemplo, en México, Nicaragua, Venezuela o Cuba haya un clima de polarización política o brotes de inestabilidad. La cuestión ahí no es cómo manejar la pandemia. Ya que son regímenes que están contra la pared necesitan, entonces, manipular la información de manera propagandística para intentar minimizar la crítica y no echarle más gasolina a un fuego que ya está encendido. A estos Gobiernos les da miedo que la población piense que se está perdiendo el control.

DW: América superó a Europa y es ahora el continente con más contagiados, alrededor de 1,8 millones, con el nuevo coronavirus. La directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne, dijo que el continente se demoró tres meses en alcanzar el millón, pero tres semanas en duplicar esa cifra. ¿Qué le parece?

F.G.: Según el mapa de rastreo de Johns Hopkins, hay hasta la fecha alrededor de 4,5 millones de infectados en el mundo. De esa cifra 1,4 están en Estados Unidos. Entonces, decir que las Américas se convirtió en el epicentro es erróneo. EE. UU. es el epicentro de la pandemia. Mejor sería ver las cifras en términos porcentuales o los análisis de mortalidad, como las muertes por cada 100.000 habitantes. Ese dato nos sigue diciendo que Europa Occidental es la más afectada. Allí están los países que tienen el mayor número de fatalidad por cada 100.000 individuos, como Bélgica con 77, España con 58, Italia con 51 o Gran Bretaña con 50. En EE. UU. hay 25 muertes por cada 100.000 habitantes. De modo que es incorrecto que la OPS nombre esos números sin profundizar. En América latina son alrededor 400.000 los infectados, pero hay que tener en cuenta que son muchos países.

DW: ¿De qué forma se recopila la información en Johns Hopkins sobre América Latina?

F.G.: No solo se toma el número que dan las autoridades nacionales. Se coteja con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la OPS, agencias de Naciones Unidas, grandes organizaciones que tienen presencia en el terreno o universidades. Además, hay una cooperación con el Centro para el Control de las Enfermedades Infecciosas de Atlanta (CDC, por sus siglas en inglés), que se dedica a la epidemiología y la salud pública en Estados Unidos, pero también tiene gente en todo el mundo. Incluso la información que entregan las grandes empresas farmacéuticas es utilizada en los estudios de Johns Hopkins. No se puede confiar solamente en las cifras de gobiernos que clasifican burocráticamente muertes por COVID-19 como "neumonía atípica".

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DW: ¿Qué recomendaciones darían los especialistas de la Universidad Johns Hopkins para la región?

F.G.: La recomendación de los epidemiólogos es la misma, la más efectiva: el distanciamiento social, porque éste evita el contagio. Pero se ha manejado de forma distinta en los diferentes países. Aquí también tiene que ver el factor cultural. En China hay una tradición de obedecer al Estado y si no obedecen los encierran a la fuerza. En general, las culturas orientales tienen una gran diferencia con la autoridad. En Latinoamérica somos lo opuesto. Los Estados no son tan eficaces para sancionar. En Brasil, México, Colombia o en países del Caribe, aunque el Estado mande el mensaje correcto, no existe tanta capacidad para poder implementarlo. En México, por ejemplo, en el día de la madre se olvidaron de la pandemia y la gente no solo no hizo caso de no ir a otras casas, sino que hicieron fiestas públicas. Sin embargo, esta reacción de la gente también es una acumulación de desencanto, porque la autoridad en muchas ocasiones es arbitraria, se vende, es corrupta, de modo que las masas no le creen, no le tienen confianza. La segunda recomendación más importantes es realizar pruebas masivas.

DW: La Cepal estima que por la pandemia la pobreza en la región aumentará al menos 4,4 % (más de 28 millones de personas). ¿Cómo ve usted las cifras económicas para la región?

F.G.: En conclusión, nos va a ir según dónde estamos geográficamente parados. Otro aspecto importante son los lazos económicos que hayamos establecido con los socios más fuertes y ahí hay una clara diferencia entre el bloque México-Centroamérica-El Caribe, donde se depende mucho más de Estados Unidos. Ahí hay que ponerse a rezar para que a Estados Unidos le vaya bien. Y, por otro lado, está Suramérica, sobre todo el Pacífico Sur, que tiene más canales de comercio, y en la medida en que Asia y Europa se recuperen les empezará a ir mejor a Ecuador, Chile, Argentina, Perú y hasta Brasil.