FRANCIA
Macron y el matón
Francia cumple una semana de crisis nacional por el caso de Alexandre Benalla, exmiembro del equipo de seguridad de Macron. Su golpiza a varios manifestantes parisinos en la marcha del primero de mayo desató un debate que dejó mal parado al presidente.
“El matón de Macron”. Así apodaron al jefe de seguridad del presidente francés luego de filtrarse un video en el que aparece golpeando a un joven en medio de las manifestaciones del primero de Mayo en la capital francesa. Alexandre Benalla fue el jefe de seguridad de Macron durante la campaña electoral y, hasta esta semana, hizo parte de su equipo de seguridad. El caso, que pasó desapercibido por mes y medio, salió a la luz pública la semana pasada, y puso a temblar al gobierno.
A pesar de no ser policia, en el video Benalla aparece en medio de las marchas con un casco de antidisturbios de la ‘Gendarmerie’ francesa. El hombre golpea a un manifestante que, según testigos, no había hecho nada para merecerlo. Al fondo, varios transeúntes le piden dejar de golpearlo. Sin embargo, solo deja de hacerlo cuando quien grababa la escena pide a los testigos que "recuerden" su cara. En ese momento, por temor a ser reconocido, dejó de golpear al joven y se alejó.
Hasta la semana pasada, solo los funcionarios del Elíseo sabían del caso. Lo conocieron al día siguiente y sancionaron a Benalla con 15 días por fuera de su empleo, como si se tratara de una falta leve. El 19 de mayo se reintegró en su cargo y volvió a asistir a los actos públicos de Macron.
Todo cambió cuando alguien filtró el video a los medios de comunicación franceses. Cuando LeMonde subió las imágenes a su página web, el gobierno despidió inmediatamente a Benalla y la Policía lo arrestó por "violencia en grupo por parte de una persona encargada de una misión de servicio público, usurpación de funciones y porte ilegal de insignias reservadas a la autoridad pública". A esos cargos les añadió la apropiación indebida de imágenes de videocámaras de seguridad pública. Curiosamente, las imágenes de la cámara de seguridad de la calle donde sucedieron los hechos habían desaparecido.
Crisis nacional
Las críticas a la golpiza y a la leve sanción llegaron de todas partes. Laurent Wauquiez, presidente del partido de derecha Los Republicanos, aseguró que el gobierno del Elíseo “se cree por encima de todo”. Jean-Luc Mélenchon, excandidato presidencial de la Francia Insumisa, partido político de izquierda, exigió a la Fiscalía plantear el caso a la Asamblea Nacional.
La investigación descubrió que desde la llegada de Macron a la presidencia, Benalla tenía una acreditación de alto rango para entrar a la Asamblea Nacional. Más que un simple miembro de su esquema de seguridad, parecía su consentido. El martes de esta semana vinieron las explicaciones del ministro del Interior, Gérard Collomb, y del primer ministro, Edouard Philippe. Pero varias de las fuerzas políticas de la asamblea, que en nada habían coincidido hasta ahora, se unieron para pedir una moción de censura para obligar al presidente a declarar. Solo querían escucharlo. Y él, evadiendo de nuevo la crisis, mandó al jefe de su gabinete de seguridad, Patrick Strzoda, a asumir toda la responsabilidad de los hechos. Como era de esperarse, esto no fue suficiente ni para sus rivales políticos ni para la prensa.
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¿Dónde está Macron?
El presidente, que podría haber apaciguado las críticas y frenar la crisis con una simple declaración, estuvo siete días en total silencio. El miércoles 25, finalmente, se presentó en una reunión de su partido, En Marche. Aseguró ante las cámaras que la responsabilidad era solamente suya. “Si buscan un responsable soy yo y solo yo”. Según el presidente, los actos de Benalla fueron una traición y una decepción. Frente a las críticas por su actitud desentendida, dijo que para él las acciones de Benalla eran un hecho “grave y serio”. En referencia a las reacciones de los medios y de sus detractores, aseguró con un tono burlón que Benalla ni era su amante, ni tenía apartamentos de 300 metros en el centro de París como habían asegurado.
En datos presentados por ELABE, empresa francesa de estudios y sondeos, ocho de cada diez franceses está “conmocionado” por el affaire Benalla. Y en los diarios franceses se leen cada vez más columnas que dudan de la capacidad del jefe de Estado de administrar su país.
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Los asuntos de interés nacional, como los contenidos de la anunciada reforma constitucional planteada, o la leve crisis económica de su país, quedaron paralizados hasta que se resuelva el caso en la Asamblea Nacional. Y la opinión de los franceses frente a esos temas ha variado esta semana. Según ELABE, luego del caso Benalla, el 76 por ciento de los ciudadanos considera que la política del ejecutivo es “ineficiente e injusta”, y el 66 por ciento cree que la situación del país no mejorará. Con su declaración de hoy, frente a sus amigos de En Marche y sin la participación de sus detractores, Macron no solo no apaciguará la crisis, sino que la escalará. LeMonde tituló, minutos después de su discurso, que “la oposición quiere explicaciones delante de los franceses”. La habilidad del mandatario para manejar la situación será recordada, finalmente, por su inexistencia.